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Christopher se apuró a soltar lo que tenía en las manos y detuvo con fuerza la cintura de su novio, antes de que sus rodillas chocaran contra el suelo.

Lo movió, sintiendo la molestia en su cadera, del golpe del carrito que habían tomado para hacer las compras, el cual ahora estaba lleno y, por lo tanto, lastimaba más.

-¡¿Quieres fijarte?! -se quejó con rabia, mirando al tipo que se había cruzado con ellos en el pasillo, sin importarle que había empujado a Erick, aún cuando se notaba ya un poco su pancita, el hombre sonrió con burla- ¡Idiota!

Bufó viéndolo irse y luego miró a su novio, acariciando su cintura por si le había hecho daño al tomarlo con tal brusquedad, por la rapidez de la reacción. Después llevó las manos a sus mejillas, que se encontraban coloradas, y las tomó suavemente para acercarlo a su rostro y dejar un corto beso sobre sus labios.

-¿Estás bien?

-Lo estoy -le sonrió un poco, pero claramente parecía adolorido, y no pasó desapercibido el hecho de que discretamente intentaba sobar su barriga-. Me asusté un poco.

-¿Te duele?

-Estoy mareado.

El castaño asintió, abrazándolo un momento, mientras esperaba que el mareo pasara.

No quería tener miedo porque había escuchado que, mientras más lo sintiera, atraería la mala suerte. Pero es que le era imposible no preocuparse si no sólo el bebé estaba en peligro, sino también Erick, y sabía que su responsabilidad era cuidar de ellos.

De su familia.

Sin algo les llegase a pasar, él no sería ya feliz.

Por fin tenía lo que tanto había deseado y, perderlo por la estupidez de alguien más no estaba en sus planes.

Pero parecía que a la gente eso no les importaba.

Pasaban con descuido, golpeándole la barriga al ojiverde, empujándolo, haciéndole tropezar y otras cosas.

Tenía miedo porque, un sólo golpe duro contra sus huesos, podía lastimarlo bastante, por el peso extra que llevaba consigo.

Pero debía estar concentrado en cuidarlo con paciencia.

El chico se alejó un poco, y le sonrió con cansancio.

-Tengo hambre.

Dejó escapar una pequeña risita y, tomando su mano, dirigió el carrito hacia el pasillo principal.

-¿Quieres que lleve algo más o..?

-Es suficiente -aceptó-. Mejor vamos a comer.

El chico terminó por aceptar y, apenas se dirigieron a pagar y les cobraron, llevó a algún lugar de comida por ahí a su novio.

Aunque por alguna razón, el hambre del ojiverde, se había acabado en sólo dos chicharos de su ensalada, así que el mayor le miraba con seriedad, esperando que comiera más, porque en casa tampoco había consumido mucho.

-Tienes que terminarte eso -sentenció señalando su plato, el chico hizo un puchero, porque ya no quería más, pero Christopher se negó a ceder-. ¿Has visto los niños que mueren de hambre? Y tú aquí, desperdiciando.

Eso claro que le hacía sentir mal, pero definitivamente no funcionaba, porque no era lo suficientemente cercano a él, como para ver la realidad.

El castaño lo pensó un poco y encontró que realmente había algo, además de su propia salud, con lo que podría obligarle a comer lo justo.

Aprendí a amarte || Chriserick.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora