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-Cuando te veo -canturreó el castaño mientras caminaba de la mano de su novio, mirando el reflejo de este por los cristales del frente de las tiendas por las que pasaban- no entiendo cómo me amaste, eh -sonrió cuando lo vió hacer un pucherito de emoción por haber notado a una pareja jugueteando con su bebé de cachetes rellenitos-. Si tus besos y tu cuerpo son una obra de arte, eh.

-¿Compramos helado? -propuso el ojiverde, interrumpiendo la canción que su novio interpretaba, dedicándola indirectamente para él, y el chico asintió- de fresa y chocolate.

-¿No te va a dar dolor, amor?

-No creo.

-Bien -terminó por aceptar el castaño y se relamió los labios, sin dejar de mirarlo y caminar, esperando que lo dirigiese hacia donde quisiera-. Y yo soy tan normal, con tan poco para darte, ey -continuó cantando y Erick le miró de reojo, apenas entendiendo que le cantaba-. Aún no puedo explicar, qué cosa buena hice para ganarte. Bonito, siempre voy a amarte -el ojiverde suspiró profundamente y su mayor sonrió con amplitud, sabiendo que era una respuesta a su dedicatoria-. Tengo que encontrar una forma de como pagarte todo lo que das y por cada herida que me sanaste -el ojiverde giró a mirarle y Christopher detuvo su andar, para tomarle de la cintura y pegarlo a él, acercando lentamente su rostro-. Cada vez que te veo mi corazón renace.

Al concluir, también terminó con el espacio entre ambos y le besó dulcemente, dejando que algunas miradas se posaran sobre ellos, mirando con ternura lo lindos que se veían tan enamorados el uno del otro, y lo felices que parecían con aquella etapa de gestación.

Erick llevó sus manos a las mejillas del contrario y rió bajito cuando sus labios se hubieron alejado apenas un poco.

-A mí me da vergüenza cantar en público -admitió-. Pero que tú lo hayas hecho ya es otra cosa.

-¿Por qué?

-Tu voz es perfecta.

El castaño sonrió, abrazándolo y frotando su mejilla contra la del chico, como si de un gatito cariñoso se tratase.

-A mí todo me parece de esa manera -espetó sonriendo con orgullo-, pero sólo cuando estoy contigo.

-Vamos, vamos -soltó una risita y empujó suavemente a su novio por los hombros-, no te pongas cursi.

-A tí te encanta lo cursi...

-Déjame eso para la casa -dejó un pico sobre sus labios y sonrió pícaramente-, ahora quiero palabras sucias.

-Por Dios Erick, vamos en la calle -espetó Christopher comenzando a caminar con él de la mano y Erick rió.

-Te encanta mi falta de vergüenza.

-Me encanta todo de tí -admitió mirándole a los ojos.

Y como los últimos dos meses, gracias a la sensibilidad que le provocaba el embarazo, Erick terminó por sonrojarse duramente, haciendo disfrutar al mayor, puesto que eso casi no sucedía un poco atrás.

-Te amo -le susurró bajito, pegándose a él para caminar abrazados, y el castaño dejó un cariñoso besito sobre su cabeza.

-Y yo, muchísimo.

Un suspiro brotó de los labios del pelinegro y sonrió, notando como la gente los miraba, y se sentía más que feliz de poder decir, que realmente, después de la tempestad llegaba el arcoiris.

O al menos así era como él lo veía.

Todo, gracias a Christopher y al bebé que llevaba en el vientre, como fruto del ya gran amor de ambos.

Caminaron largo rato, buscando cosas para su bebé, para estar listos con todo desde el momento en el que los dejasen cargarlo.

Compraron una maletita y cosas que necesitarían para el día del parto. Incluso compraron cajas con té y algunos dulces para los cólicos de Erick y sus ratos de mal humor.

Luego de un rato, terminaron también en una tienda de ropa que había llamado la atención de Erick. Alguna de las chicas que trabajaba en el lugar se acercó a ellos, para ayudarles a buscar lo que fuera que necesitaran.

Les habló de tallas, tipos de tela y otras cosas, aunque Erick no entendió casi nada, estaba feliz, y sonreía cada vez que la chica decía algo.

-¿Entonces tendrémos que venir cuando crezca más? -preguntó mirando su barriga y le dió una rápida mirada- ¿O lo compramos desde ahora?

-Esa pancita ya no va a crecer mucho -espetó la joven, sonriendo con emoción, viendo el gran tamaño de su vientre, que incluso ya tenía un botoncito en lugar de ombligo-. Creció ya demasiado -admitió, viendo a Erick sonrojarse, y entonces Christopher suspiró, sin ignorar la parte tan agradecida de su corazón para con la chica, porque ya eran dos veces en el día que lo veía así, y ella, apenada, se intentó corregir-. Es decir, se nota que eres de esos chicos delgados, y normalmente la barriga de alguien con tu físico natural no crece como lo ha hecho la tuya. Pero contigo ya sucedió, así que si crece sólo será un poquito, y ya no tendrás que estarte preocupando por comprar ropa, a menos que así lo quieras.

Salieron claramente satisfechos, y llenándose de arrumacos luego de comprar algunas prendas.

-Oye amor... -llamó Christopher quitando la atención del restaurante con letras negras y bordes dorados, para ponerla en su ojiverde novio, quien asintió sin mirarle, aunque poniéndole la suficiente atención para escuchar, y Christopher sonrió- ¿quieres salir conmigo?

-E-e -negó Erick tomando al mayor de la mano y rió bajito al girar y notar su ceño fruncido-. Ya estamos afuera.

-Ja ja -fingió reír, con apenas una pisca de gracia en la sonrisa que evitaba esbozar-. Yo me refiero a esta noche mencionó mientras cruzaban la calle con cuidado-; te pones más hermoso, te tiras una botella de perfume y peinas tu copetito -rió con ternura tocando el cabello de Erick-. Es más, le diré a Joel que vaya a peinarte, como siempre hacía.

-¿Me estás invitando a una cita?

-Indirectamente -admitió mirándole a los ojos y sonrió, cuando entre el verde de ellos comenzó a colarse una chispa de felicidad, así que tomó a Erick por la barbilla y lo detuvo-. Quiero pasar mis buenas horas contigo, antes de que venga el tiempo en el que tengamos que mantenernos despiertos por Sean y sus necesidades.

El ojiverde sonrió ampliamente al escucharlo hablar de su bebé y asintió.

-Vale, acepto, pero ¿a dónde me vas a llevar?

-Quizá a cenar, luego a bailar un poco y al final podemos caminar por la madrugada, solos y, hablar de cualquier estupidez -se encogió de hombros-. No lo sé, quiero algo cliché.

Erick sonrió y se estiró hacia sus labios, sin alcanzarlos, puesto que, a pesar de siempre haber podido hacerlo sin dificultad, con el peso de su barriga incluso se sentía que había regresado unos cuantos centímetros hacia abajo.

Christopher, al ver el esfuerzo de su novio por unir sus labios soltó una risita y le pasó un brazo por la cadera, sin que con su otra mano le soltara el mentón, y se inclinó un poco hacia el frente para darle el beso que Erick tanto deseaba.

-Gracias -murmuró con las mejillas rojas y la mirada baja Erick al alejarse.

--No es nada, cariño -admitió viendo sus coloreadas mejillas-. ¿Por qué tantos sonrojos en un día? -preguntó logrando aumentar la intensidad de este y sonrió aún más, dejando escapar un gruñido de satisfacción- No me acostumbraré jamás a dejar de verte así, así que tendrás que quedarte embarazado toda la vida.

Una mirada traviesa pasó como un flash por los ojos de Erick, y una sonrisa del mismo tipo apareció de sus labios.

-Pero no haré el trabajo yo sólo -recordó haciendo al castaño sonreír con amplitud por lo que sabía que diría-. Tendrás que embarazarme cada vez.

-Con gusto.

Su Erick pervertido de mejillas rojas era lo más hermoso que podía tener en ese momento y siempre.

¿Cuánto lo amaba? Mucho.

Aprendí a amarte || Chriserick.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora