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Intentando montarse sobre el regazo de su casi esposo para besarlo y prenderle la llama que hacía tres meses no se le permitía encender, Erick comenzó a quejarse, formando un leve puchero.

Y es que todo había sucedido tan rápido luego del nacimiento de Sean y la tan agradable sorpresa que le habían dado todas las personas cercanas a ambos al regresar a casa, para mejorar la propuesta de matrimonio de Christopher, que ni se habían dado cuenta.

Durante aquellos tres meses y quizá un poco más, el castaño se había pasado arreglando los asuntos de la boda, y por las noches, velando por el sueño de su hijo para que su pequeño amorcito pudiese descansar como era debido. Debido a tanto esfuerzo, Christopher se la pasaba agotado y tan lejano de Erick, que ya no recordaban lo bien que se sentía tenerse tan palpables el uno al otro.

Y claro, Erick -el loco del sexo-, parecía estar desesperado por un poco de su hombre, justo unas horas antes de que se lleváse a cabo la ceremonia del compromiso.

Pero no tenía en cuenta, que Christopher se le iba a resistir hasta a la más embriagadora caricia o el más ardiente beso, puesto que estaban apurados y casi limitados con el tiempo para asearse y vestirse, para que luego los llevásen a cada uno a la iglesia donde proclamarían su grande amor.

-Erick, amor... -llamó Christopher empujando suavemente el rostro del menor, cuando éste ya estaba sentado encima suyo- ¿puedes parar?

-No puedo.

De alguna manera, el ojiverde logró llegar hasta su cuello y besar, lamiendo lentamente.

Christopher entreabrió los labios, dejando escapar un ligero y apenas audible gemido, cuando el trasero de Erick rozó repetidas veces sobre él, causando una creciente erección.

-Amor, seamos serios, por favor -rogó presionando sus caderas contra el chico, y lo miró morderse el labio.

-No me reiré, lo juro.

Erick quería hacerse el tonto, porque le estaba gustando de más el que, a pesar de que posiblemente no conseguiría mucho, las telas de los bóxers de ambos no eran suficiente impedimento, para que sus cuerpos se sintieran bien.

Tanto placer era, que incluso, podía sentir perfectamente bien el miembro del castaño, buscado complacerse con él.

Christopher bufó como pudo ante su tonta respuesta y aclaró:

-Hablo de que ha sido una pregunta, porque claramente debes detenerte ya.

-Pero no quiero, Chris -chilló abrazándose a su cuello y moviéndose sobre él, sabiendo, que realmente estaba descontrolándolo-. Necesito coger.

El castaño apenas rió un poco, puesto que también extrañaba aquella parte de Erick, y soltó un ronco gemido cuando la mano del chico entró de una bajo su bóxer, envolviendo su pene en un calor fascinante.

Se sentía asfixiado intentando negarse a algo que por supuesto, deseaba, pero no podía ceder justo en ese momento.

-Amor, ya tendrémos tiempo para esto -intento convercerlo.

-Sí, ya sé -admitió el ojiverde, negándose a salir del regazo del mayor-. Pero eso quizá sea en diez años, cuando Sean tenga que ir a la secundaria y además, quiera ir a alguna clase extra de lo que sea que le guste y tengamos todo el tiempo del mundo.

-No seas exagerado, amor -volvió a intentar Christopher-. Podría ser esta noche, sólo déjame decírle a Joel o a Jonathan que cuiden a...

-No.

Sentir como bajaba su única prenda no era algo que le desagradara realmente, sino que simplemente no debía suceder, y para ser sincero, Christopher debía admitir que ya había cedido bastante, puesto que, si de verdad no hubiese querido que sucediera nada, pese a que no quería lastimarlo, lo hubiese podido alejar gracias a que tenía mayor fuerza, y ahí como si de un antílope frente a un león se tratase.

Aprendí a amarte || Chriserick.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora