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Erick tronó sus dedos frente a la mesera, que al prestarle atención notó su ceja elevada.

—¿Quieres su autógrafo o qué?

A la chica se le subieron los colores al rostro y miró al castaño, que estaba como momentos atrás.

Con la cabeza y la mirada gacha, avergonzado por la mala mirada de su novio a la chica e incómodo por la mirada de esta.

¡¿Qué mierda les sucedía?!

—Lo siento, yo...

—Ya hemos ordenado, si no tienes nada más que hacer acá —tomó la mano de Christopher, esa que estaba llena de anillos y la mostró—, mi esposo y yo te agradeceríamos que nos dejes solos.

La chica asintió algo apenada y se fue, refunfuñando.

¡Maldito ojiverde!

Pero es que sí, ambos chicos estaban bien al sentirse mal con su presencia.

Christopher era el que estaba peor, porque sabía que venía algo malo con su novio y, definitivamente, con las miradas tan penetrantes que la mesera le daba lo había puesto muy incómodo.

Y el ojiverde... Pues él sólo estaba celoso.

Pero no sin razones.

—Amor, ¿y si nos vamos? —propuso el castaño y su novio negó con seriedad— ¿Por qué?

—La perra es ella, no nosotros.

Él sólo suspiró asintiendo, encogiéndose en su lugar.

La comida les llegó y simplemente la consumieron en silencio. Estaba claro que al llegar a casa, se le armaría el escándalo de su vida y ya quería estar preparado para ello, porque Erick seguramente iba a llorar.

Es que no le preocupaba quitarle los celos, sino más bien, que iba a hacer mucho ruido con sus palabrotas y reclamos.

Además, le molestaba que le culpara por inducir a la gente a mirarle tanto, aunque él ni se movía.

En realidad, al que más le gustaba llamar la atención era al ojiverde, pero eso era otro problema, y no se metería en más al decirlo.

Cuando iban a salir de ahí, mientras la chica de antes les hacía la cuenta, lo besó, porque necesitaba puntos a su favor.

Agradeció cuando los labios del chico se abrieron para corresponder, porque entonces sabía que no estaba tan enojado, y así podría asegurar que él no necesitaba que la chica lo miráse.

Y aquella tarde no, no le hizo ningún escándalo, pero simplemente lo ignoró al llegar a casa y, cansado de eso, se acercó a abrazarle por la cintura dejó varios besitos en su cuello, distrayéndolo del sandwich que se preparaba.

El chico chilló en desacuerdo con sus acciones y se movió cual gusano en sal, para que lo soltase.

—Mi amor, te amo muchísimo —le recordó sin soltarlo.

—No me digas esas cosas —sollozó—. Si te la has pasado sin decirle nada a la tipa esa que te estaba haciendo ojitos.

El castaño suspiró cuando lo escuchó quejarse de dolor, por haberse movido de más entre sus brazos.

Lo soltó y lo vió girarse, con un puchero en los labios y las pestañas mojadas por sus lágrimas.

—A mí no me importa nadie que no seas tú, pequeño —aseguro tomando su rostro suavemente entre se manos y dejó un pico en su boca—. Nadie es tan bonito como tú...

—¡No seas mentiroso!

Su grito sorprendió al castaño, haciéndolo retroceder un poco y luego soltó una risita nerviosa.

Aprendí a amarte || Chriserick.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora