Encendí la radio y la puse en escaneo automático, esperando que pudiese coger algo, cualquiera, cualquier cosa. Todo lo que cogió era estática.
No podía ser la única persona que quedara en el país. Que mal que en la Guía de Supervivencia no viniera un capítulo sobre pilotar un 747 de modo que pudiera escapar. Seguramente algún país me tendría pena y me daría el estatus de refugiado.
Supongo que aún creía en quimeras.
Los Davison tenían un gusto de mierda para la música. Manoseé sus CD e hice una mueca. Whitney Houston, obviamente de ella. ¿Creed? El porqué no lo habían usado como posavasos, no lo sé.
Entonces encontré The Wiggles. Y mi mano sencillamente se cernió sobre la caja.
Jackson. Tenía cinco años. Y Maddie siete. Me pregunté cuán a menudo habían tenido que escuchar sus padres ese CD, las canciones pegándose en sus cabezas hasta que iban a la cama por la noche con «Hot Potato» arrullándoles para dormir.
No podía pensar así.
Cerré de un golpe la consola y me concentré completamente de nuevo en la carretera. Ocasionalmente tuve que desviarme bruscamente para evitar un coche aparcado en la autopista, y traté de no pensar en la historia de sus ocupantes.
Los pueblos pequeños se habían convertido en pueblos fantasma. Una vez más, nadie salió nunca de sus casas o negocios para investigar el sonido de un coche conducido por allí. En una parada de camiones, me las arreglé para surtirme de comida y seguí adelante rápidamente, mientras el sonido del viento a través de las calles vacías me enervaba.
Pero eventualmente al final me quedé sin gasolina. El SUV tartamudeó en una larga carretera ininterrumpida. Maniobré para mimar el coche hasta que vi otro coche en la distancia, detenido a un lado de la autopista. Me colgué la mochila del hombro, sostuve mi bate, y caminé hacía él.
Estuve aliviado de descubrir que no había cadáveres en él. También estaba abierto; alguien estaba haciendo el trabajo más fácil para mí.
Hasta que traté de darle caña, y el medidor de combustible registró que apenas estaba por encima de vacío.
─Maldita sea ─siseé. Parecía que iba a ir a pie hasta que encontrase otro coche para probar.
Cerré la puerta de golpe con mal genio.
─Estás vivo.
Salté, aullé y generalmente me puse en ridículo mientras me di la vuelta con mi bate ya listo.
El hombre al otro lado de la carretera dio un salto hacia atrás, incluso a pesar de que no estaba ni siquiera cerca de él.
─¡Hey, tranquilo!
Le evalué. Probablemente era un par de años más joven que yo: mono, pero un poco entrecano. Parecía que se había estado ocultando tan mal como yo había hecho.
─No eres un zombie ─dije.
─Tampoco tú.
─Pensé que era el único.
─Sí, yo también.
─¿De dónde has salido? ─pregunté. Era como si hubiera aparecido de la nada.
Señaló la colina siguiente en la autopista.
─Allí hay una casa. Me estoy ocultando ahí por el momento.
─¿Tú solo?
Sus ojos se estrecharon.
─Sí. No pienses nada divertido.
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Me enamoré de un zombie
Paranormal↠ Adaptacion del libro de Sean Kennedy con el mismo nombre. ↠Yoonkook ↠ +18