El principio

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Él se ataba las zapatillas cuando una nueva campista ingresó al Campamento Mestizo.

Terminó de vestirse y salió de la cabaña 13, tratando de pasar lo más desapercibido posible. La mayoría de las personas lo consideraban un antisocial, raro y cínico. Aunque al de cabellos azabaches no le importara mucho aún cuando le molestaba profundamente las miradas de curiosidad.

También le molestaba el sol y aunque no lo dijiera no le agradaba estar con los hijos de Apolo, especialmente Will quien era un tipo de amigo.

Caminó lo más rápido posible metiéndo sus manos en sus bolsillos para llegar a su mesa del comedor, pero alguien lo interrumpió.

-¡Hey sombritas!

-Cállate Valdez-lo fulminó con la mirada.

-Vale, vale, sólo quería ser amable.-levantó las manos en señal de rendimiento caminando hacia atrás.

Y Nico se sentó en su mesa, sólo, como siempre.

Leo pensó que el chico nunca cambiaría, quería ayudarlo pero no sabía cómo. Él no era un tipo máquina que con unas herramientas queda como nuevo, sin embargo Leo sabía que estaba todavía sin arreglar. Él se fue con sus medio-hermanos, los hijos de Hefesto y comió un rico estofado.

Pero Nico miraba su plato de hamburguesas que había pedido y la causaba náuseas.

Se encontró de nuevo en la vasija, tratando de respirar lo menos posible en frente de unas pocas semillas que salvarían su vida por un par de días. Estaba más pálido y frío de lo normal y no conseguía moverse.

Borró rápidamente esos recuerdos y juntó la comida en una servilleta. La guardó en uno de sus espaciosos bolsillos y se levantó de la mesa. No tenía ganas de comer, encima con todos esos recuerdos rondando por su cabeza. No, era mejor irse, después le daría la comida a la Señorita O´Leary.

Por lo tanto se transladó a través de viaje sombra hacia la Casa Grande, tenía algunas cosas pendientes que hablar con Quirón.

Parado, en frente de la gran puerta de madera respiró profundo. Tenía que hacerlo, debía tener el permiso de irse del campamento, a cualquier lugar, no importa dónde.

Acomodó su chaqueta de aviador y comenzó a tocar la puerta, pero súbitamente esta se abrió dejando a Nico con la mano levantada a punto de golpearla. Detrás de ella apareció una chica de mediana estatura, cabellos marrones y ojos azules brillantes. Lucía enojada por lo que él reaccionó rápido y se disolvió entre las sombras, dejándola pasar mientras ella ignoraba su presencia. 

La vio dirigirse hacia ningún lugar en específico y se materializó de nuevo para concluir con su cometido.

"Puff, otra más."Pensó mientras entraba a la sala.

Quirón yacía en su silla de ruedas pensativo con un retrato entre sus manos, él lo miraba pero a la misma vez no, estaba sumido en sus pensamientos.

Nico lo encontró en ese estado y no se atrevió a preguntar el por qué, a pesar que ardía de la curiosidad.

-¿Necesita algo?-preguntó el director del campamento después de un prolongado silencio e incómodo por parte de Nico.

Nico acumuló sus ganas de gritarle  para que reaccionara pero se contuvo.

-Necesito irme.-sentenció decidido con los puños apretados.

Quirón sabía que algun día él se lo preguntaría, dejó el retrato en el escritorio sin que Nico llegara a ver la foto y entrelazó sus manos mientras lo observaba.

-Su padre no me lo permite Di Angelo, ya lo sabe usted.-contestó distante.

Al chico le sorprendió la formalidad pero no se atrevió a preguntar más y se retiró enojado consigo mismo por no poder enfrentar las cosas como quisiera.

"Soy un cobarde."Pensó.

El sol quemaba su piel como si Apolo se empeñara en hacerlo sufrir. Caminó hacia la sala de entrenamiento y sacó de su bolsillo la servilleta con comida y la tiró hacia donde estaba la perra del infierno. No tenía ganas de hablarle así que cuando la terminó de acariciar se fue sin decir palabra.

La Señorita O´Leary lo obsevó irse y continuó comiendo un poco consternada.

El hijo de Hades caminó al bosque donde se acumulaban más las sombras. Atravesó el denso follaje de las plantas y observó su alrededor. En verdad el bosque era el único lugar que en verdad le agradaba porque se sentía libre. Así que se limitó a sonreir un poco y continuó el recorrido.

Ahora debía despejar su mente, necesitaba una salida de aquel laberinto interminable.

Caminó un gran tramo mientras pateaba una piedrita y algo lo detuvo en seco.

Escuchó sollozos provenientes de su lado izquierdo y le picó la curiosidad. Se fundió entre las sombras y buscó a la persona. 

Era la chica, tenía su cara entre sus manos y una luz directa la iluminada entre la oscuridad del bosque. No sabía quién era y le importaba poco pero quería saber la razón de estar tan alejada del campamento. Se retiró lentamente procurando no hacer ruido para no asustarla y viajó por las sombras hacia su cabaña.

"Qué me importa los demás, ya tengo sufiecientes problemas."Pensó mientras se tiraba a la única cama de la cabaña número 13.

Unos extraños sentimientos (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora