—Insisto, esto es parte de tu deber. No es algo a lo que puedas renunciar porque quieras. Se lo debes a tu pueblo —opinó Hoseok, antes de darle otro sorbo a su taza de té.
Jimin lo observaba, todavía con una ceja elevada, pensando en si debía tirar a su viejo amigo por el balcón o dárselo como alimento a sus leones. Cualquiera de las dos opciones sonaba tentadora para él. Aunque al final solo suspiró y le agradeció a una sirvienta cuando la joven ofreció rellenar su taza.
—No lo entiendes, Hoseok... —susurró, tirando sus cabellos hacia atrás. Por un segundo llegó a pensar que su amigo lo apoyaría en sus decisiones, pero luego de dos horas de plática interminable, comenzaba a dudar que aquello fuera así.
—Entonces explícame —sonrió el hombre de mirada serena. Hoseok era apenas un año mayor que el rey, pero siempre habían sido amigos desde jóvenes. Claro que el pelinegro, de cabello lacio y corto, ya no poseía ningún título de la nobleza. Había renunciado a todo en su adolescencia cuando eligió dedicarse al budismo. Su hogar era el monasterio de las montañas, sus posesiones más preciadas eran su temple y su paciencia. Y lo único material a lo que se aferraba, eran las prendas que lo vestían.
Hoseok pidió otra taza de té, fascinado con aquella infusión de manzana y canela y sonrió hacia su rey, esperando a que el hombre hablara claro de una vez por todas.
—Simplemente no me quiero casar, Hope. Soy feliz así como estoy —Hoseok pareció meditar esas palabras mientras sorbía, bebiendo con ruidos molestos a oídos del rey —. Además, el reino no se quedará sin un heredero si algo me pasa. Por ley, si un rey no tiene hijos, el título pasa al familiar más cercano. Mi tío Seo Joon y sus hijos siempre fueron aliados de mi padre. Ellos no permitirán que Taehyung o Seokjin intenten tomar la corona. Sé que el Concejo solo está asustado por los repentinos movimientos de Shilla en la frontera. Incluso, estoy seguro de que Seokjin también sacará algo de la manga, pero no quiero ceder con esto. No quiero ni necesito una mujer a mi lado —concluyó Park, como si aquella fuera su última palabra.
—¿Te da pena tener que casarte? —preguntó entonces su amigo, inclinando su cabeza a un lado mientras devoraba un bizcocho de la mesa.
—¿Qué...? ¡No! ¿Acaso crees que tengo quince?
—¿Entonces te da pena intimar con una mujer?
—¡Hoseok!
—Es que sigo sin entender por qué te rehúsas —comentó el monje, dándole otro ruidoso sorbo a su té.
—¿Quieres, por favor, ¡parar!, con ese ruido molesto? —pidió Jimin, sonriendo desquiciadamente antes de ponerse de pie y reposar sus codos en el muro del balcón. Sonrió sin darse cuenta cuando vio a un gran lobo negro correr alegremente por los jardines mientras perseguía a las aves y ardillas —. Mi padre se casó por amor, Hoseok —susurró entonces el rey y el pelinegro levantó la vista de los panecillos.
—Lo sé. Incluso fue contra el Concejo cuando ellos se enteraron que tu madre ya tenía dos hijos de otro hombre. ¿Acaso... también esperas un amor como el del rey Park?
Jimin lo miró y solo sonrió de una forma que su amigo no logró descifrar, y eso lo inquietó.
—Jimin...
—Soy feliz Hoseok —lo interrumpió —. ¿Es tan difícil comprender eso? —el pelinegro negó y sonrió, tratando de disipar ese extraño presentimiento. Por ahora confiaría en la palabra de su amigo y lo apoyaría en sus decisiones.
—Entonces deberías tratar este asunto con el Concejo y tu tío Seo Joon. Las cosas deben quedar por escritas solo... por si acaso —. Jimin asintió, de acuerdo, y Hoseok carraspeó, luego de beber todo su té —. Ahora... necesito hablar de algo importantecontigo. Es por eso que vine aquí.
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El perro guardián del rey [YoonMin]
FanfictionPark Jimin no solo era el soberano más hermoso que había pisado la faz de la Tierra en sus veintiséis años de vida, sino también el más despiadado. Su reinado era único y sin igual, su pueblo lo aclamaba tanto como le temían. El rey siempre era just...