—¡Mi reina, debemos ponerla a salvo! —gritó uno de los hwarang, cuando fueron notificados de un pronto ataque. Hyejin se puso de pie rápidamente y caminó hacia el armario de su esposo, donde Taehyung guardaba sus espadas. Haciéndose de una con el mango dorado y un bonito grabado, la desenfundó y volvió a mirar al joven guerrero.
—Prepara al resto de hwarang, lucharemos hasta que el rey llegue.
—¡Pero mi reina!
—Mi deber no solo es proteger a mi hija —habló la pelinegra, mirando hacia la doncella que cuidaba de una bebita en brazos —, sino también a este reino y su gente.
El hombre asintió a regañadientes, al no poder oponerse a las órdenes de su reina y caminó hasta la puerta de los aposentos de su majestad, para dar la orden.
Los lobos llegaron, horas después, con un solo objetivo en mente. J se movía con agilidad entre los pasillos del palacio, sabiendo hacia donde correr mientras sus hermanos y subordinados, se hacían cargo de los guardias. Solo L lo siguió tiempo después, cuidando su espalda.
—A la derecha —indicó J, sonriendo cuando ese suave aroma penetró sus fosas nasales —. El aroma a bebé es inconfundible —aseguró, pero tan pronto como llegó con su hermana, hasta los aposentos de los gobernantes, fueron recibidos por un grupo de hombres, uniformados de forma diferente a los otros guerreros.
—¿Alguna guardia especial? —sopesó L, no temiendo a exponer sus dudas, sabiendo que los humanos no podían oírla estando en su forma animal. En respuesta, J solo gruñó. No estaba dispuesto a perder el tiempo, sea quien sea el que se le interpusiera.
Cuando los guerreros blandieron sus espadas, ambos lobos saltaron sobre ellos, mordiendo y golpeando, dejando marcas de uñas y dientes sobre la frágil carne de los humanos. Nadie iba a impedirles llevarse a la reina y al heredero.
De repente, detrás de los hombres, se oyeron cristales romperse y pronto se precipitaron en comprobar que la reina se encontrara a salvo. Dos lobos habían entrado por una ventana y uno de los hwarang se encontraba herido, mientras el otro luchaba espalda con espalda junto con la reina.
J aprovechó esa oportunidad para pasar entre los hombres cuando se distrajeron y L retuvo a aquellos que intentaron cortar con sus armas a su hermano.
Los dos lobos pardos enseñaron sus dientes y retrocedieron cuando J ingresó a los aposentos. La reina lo observó, mientras su escolta cuidaba sus espaldas. Esos ojos azules... Hyejin sentía que los conocía y entonces el rostro de aquel joven hombre lobo se dibujó en su mente.
—Eres ese lobo —murmuró la reina y J bufó, como si se burlara, solo para confirmarle que siempre tuvo razón en desconfiar de él. Lástima que los hermanos Kim no fueron tan listos —. ¿Qué quieres de Shilla? —espetó, sin temor y alzó su espada, apuntando al lobo —. ¿Todavía seguirán llevándose vidas inocentes?
Esa última pregunta descolocó un poco al lobo, haciéndolo retroceder unos pasos, pero no fue hasta que oyó una voz en su cabeza, que se sintió amenazado.
—Ya para, Jungkook.
El lobo negro se giró sobre sí, encontrándose con otro igual a él. Los mismos ojos azules, que enseñaban la consciencia humana en el fondo, y el mismo pelaje oscuro... con la única diferencia de la gran cicatriz que adornaba el hocico del animal. J gruñó al reconocer al lobo y sin dudarlo, saltó sobre él, siendo golpeado repentinamente en su costado, cayendo contra una pequeña mesa.
Antes de que recuperara la estabilidad, el filo de una espada ya se encontraba acariciando su yugular. Su ojo derecho no tardó en moverse, para tratar de enfocar a su atacante y entonces bufó, sorprendido. La situación cada vez se ponía más interesante.
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El perro guardián del rey [YoonMin]
Fiksi PenggemarPark Jimin no solo era el soberano más hermoso que había pisado la faz de la Tierra en sus veintiséis años de vida, sino también el más despiadado. Su reinado era único y sin igual, su pueblo lo aclamaba tanto como le temían. El rey siempre era just...