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Tierras hiperbóreas, Tracia

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Tierras hiperbóreas, Tracia

Hace 2 años



Los sonidos de la naturaleza inundaban todo rincón del profundo bosque. Medusa media con extrema cautela a su presa en la lejanía. El ciervo que estaba inconsciente del peligro que lo acechaba se concentró enteramente comer de unas deliciosas bayas entre los arbustos. La gorgona tensó el arco después de haber posicionado la flecha que acabaría con la vida del animal.

Respiro hondo mientras sus letales ojos se aseguraban de acertar en el blanco. Ya estando segura, soltó la cuerda haciendo que la flecha volará a extraordinaria velocidad.

El ciervo soltó un bramido de dolor al sentir como aquel objeto la atravesaba de lado a lado. Medusa, se acercó con rapidez a sus espaldas, arrastrándose por los sucios suelos y saco otra flecha del carcaj. Con determinación clavo la punta en el cuello del herbívoro que dio su último aliento de vida.

Ya hacia un tiempo en el que Medusa se las había arreglado como podía. Por supuesto nunca le fue sencillo, no ahora que el mundo entero buscaba degollarla para sus caprichosos y egoístas fines. Uno a uno, Medusa fue acabando con cada hombre que arremetía en su contra. Sin embargo, el juego de mantenerse con vida la llevo a alejarse cada vez más y más.

Nunca existió un refugió dónde estar segura mucho tiempo.

Ya con resignación, enrollo al cadáver del animal con su inmensa cola y se arrastró tranquila pero expectante hacia el peligro. Miro por un segundo a los pájaros que pasaban por encima de ella. En cierta forma les tenía envidia. Podían ser libres, volando de allí para allá sin nada que los persiga. Una libertad que ella nunca tendría.

Siguió avanzando perdida en sus pensamientos hasta que sus agudos oídos escucharon gritos de batalla. Con astucia y rapidez se ocultó en unos matorrales cercanos y trato de acercarse al lugar. Cuando llegó no supo manejar de ver algo que no creía posible.

Había dos criaturas similares a ella. Una de ellas, las más grande y grotescamente más gorda defendía la otra más pequeña y delgada de unos cinco soldados armados con escudo y lanzas. Los soldados batallaban furiosamente, pero les costaba arremeter ante la gran fuerza de la bestia que rugía con ferocidad.

Llegó el punto en el que Medusa se debatía en si intervenir en esto o no. La gorgona no soportaría por mucho tiempo y dejaría desprotegida a la más pequeña. Los hombres cada vez ganaban más terreno para acabar con ambas. Medusa miro los ojos asustados de la pequeña de cabellos similares al suyo y sintió una gran pena al verlos.

Eran los ojos de alguien sin esperanza y contante miedo. De alguien al que la sociedad atacaba. Justo como ella. Medusa ya no pudo soportarlo más, salió de su escondite y arremetió disparando varias flechas a los hombres. Dos acertaron en el pecho y el cuello de dos. Los hombres miraron hacia dónde provenía el ataque y no pudieron evitar cometer tal error.

JUSTICIA: Perseo y MedusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora