Dicen que algunas aves emigran a países cálidos mucho antes de que les pille el crudo invierno. Yo no sabía que mi familia tenía raíces en el aire, plumas en el cuerpo o alas en lugar de brazos. ¿Era realmente ese el motivo por el cuál huimos de los balazos? Nos largamos de nuestro país, dejando atrás millones de abrazos. Más de uno de los de nuestra sangre, por intentar defender su estado, patria, color de la bandera o un puñado de tierra, fue apaleado, maniatado y emprendido a latigazos. Aprendimos a volar como los pájaros, a ver en la oscuridad como los gatos, a cazar como los lobos, comer raíces y plantas como nuestros ancestros, y todo ello para cambiar la nacionalidad. Fuimos vagabundos, ladrones de tres al cuarto, timadores de pacotilla, curanderos de boquilla, empresarios de la ruina. No había fin en nuestros actos, más que el de sobrevivir estrechando nuevos lazos. Cruzamos fronteras sin papeles, emboscadas sin árboles, montañas sin rios y océanos sin peces. Dimos caña a nuestros sentidos ahogando las penas con aguardientes, andamos en burro, rechinamos los dientes, soltamos lastres, aprendimos nuevos oficios, nos convertimos en ciudadanos del mundo. Nos convertimos en ciudadanos del mundo. ¡¡ NOS CONVERTIMOS EN CIUDADANOS DEL MUNDO !! Y nos dimos cuenta, más tarde que pronto, que todo era absurdo. No existen las fronteras, ni las banderas, ni los colores, ni la sangre azul. Solo la oportunidad de hacer las paces, de perdonar a los enemigos que no saben porque nos persiguen, puesto que respiran igual que nosotros y sienten las mismas cosas. Solo el latir de la Tierra nos une en un mismo corazón.
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RELATOS DE UN MICROMUNDO
Short StoryHistorias cortas, breves, de un mundo imaginario tan real como la propia ficción