Luis era un niño solitario, ni muy guapo, ni muy feo. Muchas veces estaba solo en el recreo. Al salir de clase, camino de casa, pasaba por un bosque. Y allí estaba su mejor amigo. El Manzano, el árbol centenario, le daba sombra en verano, un colchón mullido (de hojas) en invierno y siempre, siempre un fuerte abrazo. Con él nunca tenía miedo y no se sentía solo. Podía contarle lo que le pasaba y le escuchaba siempre. Atento y en silencio.
Un día salió en las noticias que iban a talar el bosque. Luis lloró sintiéndose impotente. Pero fue a ver a su amigo, lo abrazó y de golpe... se sintió valiente.
Cuando llego al colegio levantó la mano decidido.
- Dime Luis ¿Que te pasa? - le pregunto la profesora.
- Hay que impedir que corten los árboles. Son nuestros amigos y gracias a ellos vivimos. Dejaríamos de respirar si no estuvieran - Dijo Luis, sin que le temblará la voz, delante de todos.
- Hablaré con la directora a ver qué podemos hacer.
- Gracias.
Toda la clase aplaudió a Luis y desde entonces nunca más estuvo solo a la hora del recreo.
Los padres, profesores y alumnos recogieron firmas para salvar el bosque. Y un juez les dio la razón. Pero algunos hombres desconectados de su humanidad, empezaron a talarlos. Luis y sus amigos se abrazaron a todos los que seguían vivos, enteros, conectados con el cielo y la tierra. Y tal vez por magia (o por la aparición de la policia) esos hombres comprendieron que era mejor dejarlo estar, que sus hijos y sus nietos, ese aire también respiraran.
Desde entonces, todas las semanas, la clase de Luis visita el bosque, contacta con la naturaleza y abraza a sus amigos. Dicen que algunos niños más sensibles han sentido que las hadas, los duendes y las almas de los árboles dicen susurrando todo el tiempo: GRACIAS
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RELATOS DE UN MICROMUNDO
Historia CortaHistorias cortas, breves, de un mundo imaginario tan real como la propia ficción