El Oso dejó de hibernar, y un tanto perezoso, se levantó en busca de algo para zampar. Los peces del riachuelo estaban congelados, las cestas de los picnics de los humanos permanecían intactas, encima de los cuadros de sus mantas, imposibles de abrir para su alimento poder engullir.
El Oso se rascó la espalda en la corteza de un árbol, se quitó las legañas y arregló sus pestañas. Se pellizcó para asegurarse de que estaba despierto. Y cuál fue su tormento, al descubrir que en su cueva no existían nada más que telarañas. Desesperado buscó su reflejo y no lo encontró por ningún lado. También su sombra le había abandonado. Dos realidades podían dar solvencia a su creciente dolencia. O estaba muerto, o era un dibujo animado. No le quedó claro del todo, cuando un extraño artilugio le hizo desaparecer la mano. ¿Moriría o solo sería borrado? ¿Estaba vivo o era inanimado? Amaba, respiraba, era lo único (fuera real o no) a lo que se aferraba.
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RELATOS DE UN MICROMUNDO
Short StoryHistorias cortas, breves, de un mundo imaginario tan real como la propia ficción