AMOR SIN BARRERAS

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Ruth seguía con los guantes y la mascarilla puesta, aún estando en la cama con Roberto. Lo amaba. Lo amaba más que a nadie en el mundo, pero aquel jodido virus se había interpuesto entre ellos. Él, como era doctor, seguía ejerciendo, abandonando el hogar para prestar su ayuda y conocimientos a la humanidad. Exponiéndose día a día a sucumbir ante cualquier calamidad. Se arriesgaba demasiado. Por supuesto que a Ruth la quería, pero su Pepito Grillo interior, le obligaba a poner su sentido del deber y la obligación por encima de todo.
Un día no volvió a casa. La infección, por dentro lo devoró. A Ruth la llamaron por teléfono. La noticia la rompió por dentro. Su fragilidad le golpeó como un martillo en toda la mollera. Presa del pánico empezó a frotarse con un estropajo bañado en lejía. La sangre le brotaba de sus heridas, pero no tenía suficiente. Se sentía enferma y no quería morir. Así que la mezcló con amoniaco. Sus mucosas se llenaron de cloramina (una reacción gaseosa dañina, igual que la Cocacola juntada con aspirina) Causa de la muerte: el miedo.
Todo cambió una vez se reunió con Roberto. Sus almas eternas aún pasean cogidas de la mano por los insondables caminos del Universo.

RELATOS DE UN MICROMUNDO Where stories live. Discover now