La flor y la semilla de salvia

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Song Lan llevaba en el pecho el peso del alma rota de Xiao XingChen y en honor a la verdad, su peso no era mucho, pesaba más la tela de la que estaba hecho aquel contenedor. La culpa y el dolor, esos pesaban de un modo muy distinto.

Él ya no era bienvenido en ningún lugar, aprendió a disimular, a pretender ser una persona, una de presencia inquietante, funcionaba si no le dedicaban mucha atención, no era más que un monstruo y aquellos que aceptaban su ayuda en medio de la desesperación o se veían salvados por Song Lan se debatían entre el terror, la confusión y el agradecimiento y huían corriendo de su presencia como lo hacían cuando su vida aún peligraba.

Más de una vez se encontró con cultivadores siguiendo sus pasos, siendo él la presa, premio y trofeo, ¿no había sido ya por muchos años la obediente marioneta de Xue Yang? Tenía que reconciliarse con la idea de que siempre habría alguien tentando a la suerte tratando de esclavizarle.

Aquellos encuentros eran el recordatorio de su debilidad. Por eso caminaba entre los bosques y los sitios más remotos, donde el terror y el olvido eran evidentes y pocos cultivadores se atrevían a recorrer, ahí los monstruos y ghouls engordaban y las almas sin descanso alargaban sus terribles condenas sin paz ni esperanza.

Se había prometido cuidar de Xiao XingChen y ayudarle a reencarnar, esa era su única motivación. Su debilidad no le arrancaba firmeza y decisión a sus pasos, su cuerpo había dejado de sentir dolor, pero no su alma.

Cada noche se sentaba a meditar con el alma de Xiao XingChen entre sus manos hasta el amanecer, rezando para nutrir y fortalecer su alma, pero aquella alma estaba tan rota y fragmentada que el menor soplo podría hacerla perderse en el olvido.

Aquel era su único tesoro, su única esperanza y la fortaleza en aquellas noches tan negras donde siquiera la luz de la luna o las estrellas podría colarse entre la negrura de los bosques o los abrojos de las montañas.

Cuando podía encontrarlas, arrancaba para Xiao XingChen una flor silvestre, la sostenía en su mano y la ofrecía a él entre las tinieblas del dolor donde se encontraba recluido, arrodillado hasta el suelo, sus blancas ropas cubiertas de carmesí, hundido en sangre coagulada que a veces subían tanto en profundidad cubriéndolo completamente, rodeado de cadáveres y la risotadas de Xue Yang.

A veces lloraba a gritos, a veces en voz más baja, a veces solo permanecía en silencio, sus lágrimas y sollozos no se detenían ni un solo momento y después de tanto tiempo, jamás había reparado en aquellas pequeñas ofrendas de Song Lan, de su garganta solo podían salir horrendos quejidos o rugidos disformes y el sonido de sus pasos le hacía recordar el más grande de sus crímenes, llorando sobre el cadáver de Song Lan.

A veces deseaba arrancarlo por la fuerza de aquellas visiones, pero eso significaría destruir entre sus dedos el frágil alma herida del Xiao XingChen y se preguntaba si aquel abrazo podría darle paz a alguno de los dos.

Era difícil mantener la noción del tiempo en aquel camino y aquella vida suya, ya no podía sentarse en alguna posada a preguntar y escuchar de las noticias, solo escuchaba lo que podía desde las sombras y el pasar de las estaciones sobre su cabeza.

La nieves ya habían caído ya al menos siete veces en los bosques, recordaba aquella tarde en la que salvo una niña de las fauces de un demonio, la llevó en sus brazos hasta su hogar donde sus padres lo recibieron, quizás porque se había llenado de lodo que aquella familia no pudo ver que con quien trataban ya no era humano. Le ofrecieron un baño, comida, una cama y compañía, pero Song Lan rechazo todo, él jamás en toda su existencia había pedido un pago por ninguno de sus servicios, pero aquella vez por primera vez en su vida vio y señaló algo que deseaba de aquella familia.

LA FLOR EN EL HIELO (MDZS) (The Untamed) SongXiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora