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El ambiente en la mansión Black hat cambió en los días siguientes a la disputa y reconciliación de Slys y Hats, pero eso a Demencia le daba francamente lo mismo. Le hacía gracia poder molestar a dos científicos en vez de uno, lo que no le gustaba era el Hat blanco ¡era una aberración que debía ser asesinada!

En otro orden de cosas, Demencia disfrutaba de uno de sus pasatiempos; el maquillaje. Le gustaba como la combinación de colores podía hacerla ver diferente, pintura de guerra elegante para aplastar cráneos de debiluchos. Un poco de base por aquí, el iluminador. ¿Y si probaba el pintalabios verde? ¿o el naranja? Uno en cada labio, a ver qué tal. Aplicó lenta y con toda la delicadeza que carecía en su vida diaria, ni un solo error. Quiso probar algo nuevo en sus ojos.

Oh, acaba de tener una idea brillante. ¿Por qué llaman raya del ojo a la raya del ojo? Debería llamarse raya sobre el ojo o las pestañas. ¡Absurdo! Se llevó el lápiz dirección a su globo ocular lista a realizarse una línea de pintura en el ojo. Se acercó al espejo para tener mejor ejecución. Estaba a punto de hacerlo cuando algo en el reflejo la distrajo. Unos ojos claros que no se despegaban de su figura, grandes y brillantes rodeados de largas pestañas negras.

—¿Qué pasa? — preguntó girándose por completo a mirar a Decencia.

—¡Nada! —gritó la de colores pastel mientras se ocultaba temerosa tras uno de los pocos cojines no destruidos.

—Decencia, ¿puedes no quedarte mirándome de forma tan descarada? Me vas a desgastar, tía.

—Perdón...

Demencia suspiró. Ahora sentía curiosidad. Dejó lo que estaba a punto de hacer y miró a la heroína.

—¿Qué es lo que te interesa tanto?

—Tú... —comenzó de forma dubitativa. Sus dedos jugueteaban con el borde del cojín y sus ojos, tan hipnóticos, la esquivaban. —¿Te dejan pintarte?—vio que tragaba saliva—La cara.

—No necesito el permiso de ese bobo de Flug para nada, y sé que a mi amorcito le encanta como me maquillo.—rió jugando con uno de los pinceles más gordos. Algo de maquillaje quedó suspendido en el aire y entró en su garganta, provocándole una fea tos—Pero sobretodo es para verme mona. Que me muero.

—Ya-ya veo...

La alocada villana creía haber pillado el punto a su compañera del bien. Si a algo respondía el accionar de Decencia era a la pureza, la rectitud y ser lo opuesto a ella. Estaba convencida de que vería el maquillaje como una forma de manchar su perfecta piel de porcelana. Aunque tenía claro que la muchacha era coqueta y cuidaba su aspecto, de lo contrario no tendría siempre ese largo cabello azul celeste y rosa pastel tan perfecto y oliendo a frutas frescas.

—A ti no te gusta ¿verdad?

—No es correcto, una señorita no debe usar pigmentos para reclamar una atención que muchas veces no merece.

—Quiero deformarle la cara a quién te dijo semejante gilipollez.—respondió con un tic nervioso en el ojo. Se mordió rabiosa los labios, arrastrando con ellos el pintalabios, manchando sus dientes y mandando parte de la pintura directa a su estómago. De nuevo, y por segunda vez que en el día, tuvo una idea brillante. —¡Oh, ya sé! ¡ya sé! Deja que te maquille yo. No sabrás si te gusta si no lo pruebas.

—¡No! —el grito de pavor lo acalló con sus propias magos. Decencia necesitó de un momento para serenarse y quitarse las manos de la boca—No, yo...yo no debería...

Demencia se inclinó hacia delante y después a un lado, leyendo a su homóloga compañera. Detrás de ese miedo irracional, había curiosidad, una genuina e inocente curiosidad. La tentación, esa asignatura pendiente de los héroes. Todos aprobando con un cinco raspado en algún asunto. A unos les perdía el dinero, a otros el sexo, a otros el ego, y por algún motivo, un shawarma. Decencia quería experimentar aquello que se le estaba prohibido, y solo precisaba de una mano gentil que la guiara hacia un lugar menos inmaculado. No era un acto malvado, no entendía el motivo, pero no se movía por la maldad o la locura.

Villainous - ImperatorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora