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El mullido impacto de la cabeza del interno contra la pared acolchada no había cesado en toda la noche. Era el tic tac de un loco que mide el paso del tiempo hasta la llegada de su apetecible ángel. Del bozal que aprisiona su mandíbula chorrea baba verdosa y corrosiva, las ataduras de su camisa de fuerza lo aprietan repentinamente, aunque solo es su imaginación.

Detiene el cabeceo para moverse violentamente por la sala. Quiere salir. Quiere salir. Quiere salir. Comienza a chocar de un lado para otro, se revuelve, cae al suelo y rueda hasta ir de pared en pared. La violencia añadió los alaridos sobrenaturales del ser que ocupaba aquella celda. Un sonido atroz que invadió toda la planta del edificio sanitario y así sería hasta la llegada de un hombre con la cabeza cubierta con una bolsa de papel.

Black hat se detuvo. Sorprendentemente su sombrero de copa negro no se separó de su cabeza en ningún momento. Escuchar los pasos de su doctor por los pasillos era autentica música, aunque no diferenciaba la real de la que escuchaba en su cabeza. Sonrió y dirigió su mirada ojerosa y perdida a la puerta de seguridad del que era su hogar. Hoy venía antes de lo normal, eso era divertido ¿y por qué no? excitante. Se relamió.

Los pasos terminaron frente a la puerta, los códigos de acceso fueron ingresados y la puerta comenzó a abrirse revelando la silueta del visitante.

—Ah...doctor...—rió flojito con una voz profunda y en tono seductor—¿Horario nuevo? Es raro verle por aquí tan temprano. —sin embargo el ensombrerado retrocedió agresivo cuando en vez del escuálido doctor encontró a un hombre grande, fuerte e intimidante en su lugar—Tú no eres mi doctor.

El general detectó de inmediato el punto que buscaba pero no vio como el Black hat de aquel universo enloquecía para lanzarse contra él. Bloqueó el intento de mordedura agarrándolo del bozal, aprovechando la inercia de su enemigo para lanzarlo al otro extremo de la mullida habitación. El impacto fue brutal, mataría a cualquier criatura, pero ningún Hat era cualquier criatura. El dictador se preparó para el contraataque pero una figura más pequeña lo detuvo aferrándose a su brazo en un intento por hacerlo presa.

—¡Déjale! —gritó con todas sus fuerzas el verdadero Slys de ese universo demencial—¡Black hat, corre!

El Hat cegado por su enfermedad logró librarse de sus ataduras con un bramido que bailaba entre lo animal, lo sobrenatural, la locura y la victoria. Sin pensarlo atacó al pequeño Flug rasgando su pecho en un zarpazo profundo y mortal desparramando todas sus vísceras por el suelo, o eso hubiera pasado si el general Slys no se hubiese interpuesto para protegerlo. El doctor cayó de espaldas al suelo contemplando la escena aterrado e incrédulo. Black hat se ensañó con el cuerpo del general, atacando en continuos zarpazos salvajes, al comprobar que la muerte no le llegaba gruñó con frustración y aumentó su cólera al resto del cuerpo del general.

El dictador estaba centrado en elaborar un plan en el que tanto él como el Slys salieran con vida y el Hat muerto. Se colocó en guardia y comenzó a pelear contra su enemigo. Un gancho directo a su mandíbula que quebró el bozal hasta romperlo, patadas que pretendían romperle las articulaciones. No fue hasta que sintió la furiosa mordedura del Hat que comprendió que aquel enemigo no lo buscaba a él, sino al Slys aterrado en el suelo. Decidido se convirtió en un muro de contención entre el demente y el doctor, su cuerpo en cruz en medio del estrecho pasillo apoyaba las manos enguantadas cada una en una pared, salvo en las ocasiones que el ensombrerado trataba de alcanzar al pequeño Flug, entonces lo agarraba y lanzaba por el pasillo para volverá repetir el ciclo. Tenía que ganarse su atención para contraatacar.

—BLACK HAT, PARA, POR FAVOR. Soy yo, no vamos a hacerte daño. — Suplicó el Slys nativo. Apretaba los ojos con fuerza para no ver aquello. Él solo era un miembro del personal de aquel manicomio especial de máxima seguridad, no tenía ningún tipo de habilidad. ¿Dónde estaba el equipo de contención del centro? Aquello que lo rodeaba en sus visitas a los pacientes por si alguno se salía de control. Ni rastro. Tan solo el corpulento hombre de uniforme militar que ahora lo protegía. De seguro no era humano o ya ambos estarían muertos.

Villainous - ImperatorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora