Capítulo 3.1- El frío invernal

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En las profundidades del invierno finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible.
Albert Camus.

Rosalie sentía que el invierno se había apoderado de su cuerpo

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Rosalie sentía que el invierno se había apoderado de su cuerpo. Era tal el frío y tan seco que le quemaba las mejillas. Suponía que ese era el duro choque con la realidad. Sus buenas intenciones con el tío Jack no habían servido para nada.

—No se levante, milady —pidió el ama de llaves en cuanto hizo el amago de incorporarse.

—No puedo quedarme aquí tumbada sin hacer nada.

—Lo que deberías hacer es huir —comentó la vieja Theresa, sentada en el sillón que quedaba al lado de su cama—. No quiero ni imaginar lo que te habrán dicho esos animales para que te hayas desmayado —la consoló, acariciándole el pelo.

—Quieren que me case con Francis. Si no lo hago, nos espera un futuro horrible.

—No cometerás semejante estupidez.

—No, por supuesto que no, nana. No sé qué sería de mí al lado de ese chimpancé calvo. Esas alimañas no tienen corazón. No han cambiado ni un ápice su proceder después de haberme mostrado tan amable con ellos. Es imposible llegar a un acuerdo.

—No te escucharán. Para ellos solo eres un bulto más que venía con la herencia. Una mujer a la que utilizar a su conveniencia. Sé que es doloroso aceptarlo, pero es así. Ahora nada de lo que hay aquí es tuyo. Y cuanto antes lo aceptes, mejor. ¿Sabes lo que haremos? —sonrió con la consabida gracia de las ancianas—.  Yo volveré a mi pueblo, allí todavía tengo familia que me acogerá. Y tú buscarás un empleo digno para una señorita educada. Ya verás que todo saldrá bien, con paciencia.

Solo tenía ganas de llorar. Le hubiera gustado perderse en el mar de lágrimas que sus ojos estaban dispuestos a formar. Pero en lugar de eso, se calmó y se levantó desoyendo las palabras de la señora Allen.

—Avise a los niños. Creo que es hora de que sea sincera con ellos, deberán volver a la vicaría con el párroco. Después, mande al lacayo a preparar el carruaje que llevará a mi prima Amanda de vuelta a su hogar.

—Sí, milady.

La fiel sirvienta salió presurosa para cumplir su mandato.

—Si me disculpas, me retiro a descansar. Estoy cansada y me espera un largo viaje. Estoy contenta de que, finalmente, hayas tomado esta decisión. Sabía que actuarías de forma inteligente.

—Gracias por estar a mi lado... Descansa, mañana hablaremos.

La acompañó hasta la puerta y se quedó mirándola hasta que la vio desaparecer al final del pasillo, donde estaba la recámara del aya. Le dolía mucho tener que separarse de Theresa. Ella era lo más cercano a la familia que le quedaba. ¡La echaría mucho de menos!

—Buenas noches —musitó alguien en su oreja, asustándola. 

—Buenas noches, Francis —se apresuró en responder y en cerrar la puerta; pero su primo colocó el pie en la ranura y la empujó dentro de la alcoba, cerrando el pestillo tras de él.

Fue un movimiento rápido y el miedo la paralizó. Iba a gritar, pero él le tapó la boca con fuerza y la apretó contra la pared. No tenía escapatoria.

—¿Por qué te niegas a casarte conmigo? —demandó, furioso—. Te estoy dando la oportunidad de ser la próxima Duquesa de Bedford. ¿Tan aborrecible te parezco? Dejaré que esos asquerosos huérfanos vivan aquí y que sigas repartiendo caridad entre las ratas callejeras... Incluso puedo mediar con mi padre para que tu querida nana no se vaya —susurró con voz lujuriosa—. Solo tienes que mostrarte un poco más disponible, querida prima —Le arrancó los botones de la camisa con la mano que tenía libre y le rasgó el camisón, dejándola en corsé.

¡Qué horror! ¿Qué estaba pasando? Le estaba haciendo daño, la apretaba con tanta fuerza que estaba segura de que algún hueso se le iba a romper. Era un animal. Trató de resistirse, de forcejear sin éxito. Francis no era un hombre corpulento, sino más bien flojo y rechoncho, pero no podía con él. Ella era demasiado delgada como para ganar.

La obligó a besarlo. Le dio mucho asco, pero la forzó. Después, le lamió el cuello y le apretó los senos haciendo sonidos extraños con la boca. ¡Vomitivo! ¡Violento! ¡Asqueroso!

—¡Déjeme, déjeme en paz! —consiguió decir en un momento de despiste por parte de su captor, incluso aprovechó para darle una sonora y merecida cachetada con todo su ímpetu.

Consiguió hacerle daño porque Francis se llevó la mano sobre la mejilla enrojecida. La miró con ira y le devolvió el golpe sin miramientos.

La abofeteó dejándola tirada al suelo y la cara le empezó a arder.

¡La había pegado! Nadie la había pegado nunca y le pareció la peor sensación del mundo. 

—¿Sabes una cosa, primita? No voy a dejar que te vayas. Voy a encerrarte en esta casa hasta que aprendas quien manda aquí. Quiero que te abras de piernas y supliques que me case contigo. Te aseguro que lo harás. Si no lo haces, empezaré por tu querida prima Amanda. ¿Crees que no me he fijado en ella? Acaba de hacerse una mujer y está lista para que un hombre la monte. Si ella no te da pena, continuaré por el servicio. Hay doncellas que estarán encantadas de que su señor las tome... Y si eso no te convence, no me quedará otro remedio que desflorar a esa huérfana de catorce años. Y no seré compasivo cuando lo haga. Es más, haré que estés presente para que veas de lo que soy capaz.

No podía creer lo que estaba escuchando. Se cubrió la cara con las manos, sin levantarse del suelo, y suplicó a Dios para que ese ser del diablo la dejara en paz.

—Milady, milady —se oyó al otro lado de la puerta junto a unos golpes nerviosos—. Milady, ¿por qué ha cerrado el pestillo? ¿Está bien?

......PARTE 1 DEL CAPÍTULO.....

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