6. Apuesta

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- ¿En que estabas pensando Charlotte? – Charlie se peinaba frente al espejo y trenzaba su cabello ignorándolo abiertamente.

Apretaba los labios para no soltar una carcajada cada que el mencionaba palabras como "Compromiso" o "Fidelidad" Se puso de pie y se sentó en el borde de la cama.

Ciertamente, dentro del plan no estaba el que Harold los descubriera haciendo eso, pero era un giro que estaba empezando a disfrutar.

- Y resulta que de vas y estas dejando que ese idiota te haga daño. – Se acercó y le buscó las marcas. Y palideció.

- ¿Has terminado Harold? - Charlie se acomodó dentro de las sabanas y le dio la espalda.

- Pero yo lo ví. Charlotte, la sangre escurría de la boca de ambos mientras se besuqueaban. Y también tu cintura. – Quiso descubrirla pero no hizo falta. Charlotte se puso de pie y se levantó el camisón para dejarle ver su piel. Suave y sin marcas. Harold se puso más pálido.

Charlie caminó hasta la puerta sin dejar de hablar.

- Creo que algo te inquieta mi cielo. Algo te hace ver cosas en donde no las hay. ¿Estás seguro que todo va bien entre nosotros? – Abrió la puerta y lo miró con una sonrisa angelical e inocente plasmada en el rostro.

Harold permaneció junto a la cama y esperó unos instantes para ir tras ella.

- Claro que está todo bien entre nosotros. Ven aquí querida. – La tomó de la cintura y se besaron durante unos treinta segundos.

- Harold – Charlotte lo empujó. – Creo que alguien nos está observando. Octavia no estaba ni siquiera a la vista. Pero el poder obtenido de Alastor por medio del trato, le permitía percibir la presencia de personas u objetos a ciertos metros de distancia.

- Octavia, es muy tarde. ¿No tienes toque de queda en casa? ¿Qué haces aquí todavía? – No quiso preguntar sobre la pijama que cubría su cuerpo de ave. Por que no quería sonar sarcástica.

Miró a Harold con una sonrisa pícara y le pasó las manos sobre el pecho.

- Vuelve a la cama, querido. Para que terminemos lo que empezamos. – Octavia palideció. Charlotte nunca hablaba de esa forma en público.

- Querida, es una suerte que estés aquí todavía. Quisiera pedirte un enorme favor. – Octavia aún no se recuperaba del ultimo golpe bajo, así que asintió y sonrió con un gesto amargo.

- Mi madre vendrá en los siguientes días. Y cuando llegue, estaremos muy ocupadas con la planeación de la boda. – Octavia no podía disimular su disgusto.

- Yo no cargo compras ni planeo desayunitos, querida Charlotte. – Gruñó, ante la mirada cargada de entusiasmo de la princesa.

- No, boba. Quiero que junto con Helsa, lleven a Harold a comprar su traje de novio. – Le dio la espalda y dio una vuelta. – Ya sabes, tu conoces a muchos hombres, y tienes buen gusto. Se que entre Hellsa y tu, elegirán algo que me hará suspirar cuando lo vea en el altar. –

La rodeó y le pellizcó las mejillas llenas de plumas. Justo como el Demonio de la Radio le había hecho a ella, la noche que llegó al hotel. Octavia protestó por un par de plumas perdidas.

Sin esperar una respuesta, pues sabía que Octavia no se negaría, le deseó buenas noches y reprimió el impulso de desaparecerse graciosamente ahí mismo.

Octavia se quedó en silencio y caminó con cautela para entrar a su habitación.

- Claro que te ayudare, querida Charlotte... A follarme a Harold con el traje de novio las más veces que pueda. – Su risa aguda de ave no se prolongó mucho. Pero tuvo que admitir la derrota al cabo de una hora y media, cuando Harold no bajó a encontrarse con ella.

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