7. Estrategia

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Alastor despertó cubierto en sudor, con el cuerpo ardiendo y la boca seca. ¿Donde estaba? 

Las sábanas rojas daban testimonio de lo que había hecho la noche anterior. Casi podía visualizar a Charlie tocándolo y ofreciendole a beber de su sangre, saliva... 

Sonrió como un maníaco, Charlotte podría aliviarle la sed y el ardor que lo consumía. La buscó por la habitación sin éxito. Estuvo a punto de mandarla traer, pero se detuvo. A estas alturas, aún era pronto para que ella conociera la verdadera naturaleza de su pacto. Así que se vistió con un tronar de dedos y salió al pasillo, justo para ver una escena muy interesante.

Tan pronto Charlie abandonó el hotel con su madre, Octavia se escabulló dentro de su habitación. Esperaba pillar a Harold desprevenido e insatisfecho como siempre. Pero no pudo ni abrirle los ojos.

Lo empujó, lo toqueteó, pero solo consiguió hacerlo murmurar unas palabras.

- Ah, Charlotte, ya lo hicimos toda la noche. – Masculló abrazando la almohada y acomodando su cabeza para seguir durmiendo.

Octavia no podía creerlo. Harold tenía diez años a su merced, siempre dispuesto, siempre ávido de su toque.

Charlie a todas luces, era una mujer relativamente reservada, no se aventuraba a probar cosas nuevas y Harold había perdido el interés con el paso de las décadas. Octavia había sugerido el momento de proponérsele, ya que así formarían parte de la familia real. "El lugar que les correspondía". 

Harold no estaba muy convencido, y fue blanco fácil para Octavia, aprovechando que estaba muy desanimado aquella noche en la mansión de los Magne. La idea de "estar el resto de su vida con una chica que ni siquiera tiene los pies en la tierra" lo llevó a flaquear y dejar que las manos expertas de Octavia le mostraran todo aquello, que Charlie no consideraba por una u otra razón.

Secretamente deseaba que el compromiso se rompiera, que ellos se separaran y los Von Eldritch no estuviesen más en la sucesión al trono. Ella no quería quedarse atrás como una princesa cualquiera y que los demás formaran parte de la familia real. No quería ser una segundona. Subió a la cama y lo hizo caer por el borde. La protesta no se hizo esperar, y Octavia tuvo que retroceder poco a poco.

- Querida, en verdad estoy indispuesto. Charlotte me ha dado una noche inolvidable. Puedo darme una idea de por que estás aquí, pero me temo que, aunque fuese posible, aun no quisiera borrar de mi cuerpo lo que pasó anoche. – Harold tenía un muy mal despertar. Eso Charlotte lo había aprendido muchos años atrás, y era la principal razón por la que bajaba a desayunar sin el, y siempre esperaba hasta que se despertara solo.

- El afecto de Charlotte me es más esencial que el de una cualquiera, como tu. – Remató su arrebato empujando a Octavia fuera de la habitación.

- Si necesito una zorra a domicilio, ten por seguro que te llamaré. –

Volvió a la cama y se hizo un capullo con las mantas. Probablemente dormiría hasta el mediodía.

Estaba tan cansado que se escuchaba su respiración terminando en un resuello. La habitación estaba en calma. Las pesadas cortinas, corridas, su pecho se elevaba al compás de su respiración. A simple vista parecía que estaba solo.

Parecía.

Oculta entre los pliegues de tela de las cortinas, una sombra suave y vaporosa, serpenteó fuera de la habitación hasta el pasillo, en donde  se detuvo un segundo a estudiar al Demonio de la Radio,  y se disolvió.

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- Te veo de muy buen humor Charlotte. – A bordo de la limusina, Lilith le acomodaba el cabello en un moño mientras en el rostro de su hija se dibujaba una sonrisa.

ParadiseWhere stories live. Discover now