4. Tras Bambalinas

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- ¿Qué? ¿Un regalo del Demonio de la Radio? – Octavia, con una postura de mujer dolida, dio un empujón a Charlie, que perdió el gesto de felicidad en el rostro, y cayó de la silla alta del la barra del bar.

El club era un lugar muy peculiar, básicamente un montón de lugares de diversión, dentro de la protección de una barda perimetral. Canchas de tenis, soccer, volleybal, un campo para tiro con arco, bares, restaurantes, un enorme foro al aire libre con un escenario en donde, los viernes, se presentaban las estrellas del momento. Todo esto alrededor de la zona de albercas

La cafebrería era el lugar favorito de Harold, y, ni bien desayunaba, escapaba del deporte y el alcohol y se perdía en las paginas de algún libro. Como cuando eran niños.

Charlotte se había presentado al menos una docena de veces en el foro, pero, desde que empezó su campaña contra los exterminios, la música pasó a un segundo plano, como Harold, como su propio bienestar.

Se puso de pie y le mostró la lengua a Octavia. Dando una vuelta para modelar la blusa. Era color rosa pálido, con pequeños orificios cortados con esmero, haciendo un patrón de formas geométricas que se aglomeraban en la parte superior, todo esto cubierto por una capa de tul finísimo, rematado con un moño precioso en el cuello.

Era lo suficientemente larga para que anduviera por el club, con el traje de baño por debajo sin sentirse incómoda.

Octavia puso los ojos en blanco y le dio la espalda a la barra, buscando a su víctima del día.

- ¿No te amedrenta la idea de un embarazo o que te hagan daño? – Charlie le dio un trago a su cosmo. Octavia sonrió para si y la miró de reojo con petulancia.

- No puedo reproducirme porque estoy con la píldora. Y de lo otro... si me hacen daño es mas rico... - Charlotte escupió la bebida sobre la barra y tosió un poco, mientras Octavia festejaba la reacción.

- ¿Al fin el aburrido Harold ha despertado? ¿Qué te hizo? ¿Te ahorcó? ¿Te amarró? – Charlotte retrocedió hasta que volvió a caerse de la silla.

- Ahh. Si no me dices tu, tendré que preguntarle a él. – Charlotte se puso de pie y la tomo de los hombros. En el pasado habían tenido muchas dificultades por que Harold era el único hombre en el grupo.

Había perdido la cuenta de todas las veces que tuvo que atajarla para que no se le echara encima. Tenía diez años sin hacerlo, desde que se comprometieron. Pero aquel mal habito no se esfumaría de la noche a la mañana. Le tuvo que inventar cualquier cosa para satisfacer su curiosidad y la observó mientras se paseaba contoneándose frente a unos demonios jóvenes.

Apuró el resto de su cosmo y se puso de pie. La comitiva del hotel no tardaría en llegar. Se sentía un poco defraudada y es que lo que comenzó como un comentario desagradable dicho sin pensar, se estaba volviendo realidad. Esto tomaba cada vez mas el tinte de un reality show de niños ricos.

Lo único que lograría trayendo a Alastor, Niffty y Husk al club, era que se sintieran incómodos. Había mucha frivolidad en el lugar, y el lujo escalaba niveles que rayaban en lo ridículo.

En el enorme lobby del lugar, cubierto de mármol en todas partes, con muchas salitas regadas, un bar de un lado y la recepción del otro, esperó.

La limusina del hotel se estacionó frente a ella y Dazzle saltó del asiento del copiloto, abriendo la puerta para permitir que bajaran los ocupantes.

El grupo había crecido un poco más. Añadiendo a una chica de cabello gris sin el ojo izquierdo y su amigo... ¿Novio? A quien Charlie conocía muy bien, como el actor porno que huyó de Octavia al menos un par de décadas atrás-

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