2.- Cálido

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- Inside of Every demon is... - Harold tarareaba sonriéndole al espejo. ¿Como es posible que improvisara una canción tan buena al aire en una entrevista de televisión? Se duchó y vistió con cuidado. Charlotte se levantaba muy temprano todos los días, y, aunque el intentara estar con ella en el desayuno, inevitablemente se quedaba dormido hasta las ocho o nueve.

Salió al pasillo y tomó el elevador. Era el inicio de un nuevo día. 24 horas de oportunidades para echar al demonio de la radio a la calle, junto con sus secuaces plebeyos.

Pero al doblar en la recepción para ir hacia la cocina, donde Charlotte desayunaba, las voces quedas lo hicieron detenerse en seco.

- Alastor... no creo poder... - Harold reconoció el temor y la expectación en la voz de su prometida.

- Es demasiado, nunca lo he hecho así. – Charlotte pujó emitiendo un sonido agudo y familiar.

Harold abrió las puertas de par en par, encontrando a Charlotte junto a la estufa en compañía del fastidioso demonio de la radio. En sus manos, sostenía un pesado sartén de hierro, en el que se cocinaban unos huevos con tocino.

- Buenos días Harold, ya estamos preparando el almuerzo. ¿Quieres? Alastor me esta enseñando para que no tengamos que pedir en línea o salir a los restaurantes. – Se acercó a él con una taza de café en las manos y permaneció a su lado, esperando que la abrazara.

Harold se calmó y tomó asiento junto a Charlotte.

- Comer algo cocinado por ti, sería un honor. – Harold le pasó una mano por el mentón y le besó la frente.

Hellsa entró a la cocina completamente arreglada, y caminó con gracia hasta encontrarse a apenas un palmo de distancia del demonio de la radio.

Este reaccionó de una forma tranquila, mencionando al aire, como quien no quisiera que se notara su incomodidad.

- Me temo que hay una regla, de un metro de distancia en todo momento alrededor de mi persona, querida. – Hellsa palideció y se dio la media vuelta humillada.

Harold quiso reprimir una sonrisa, y fracasó, lo que provocó que Hellsa lo persiguiera fuera de la cocina.

El demonio de la radio, sin dejar de sonreír. Sirvió dos platos y se sentó frente a la princesa. Afuera, los gritos apagados y breves carcajadas, indicaban que Hellsa había logrado alcanzarlo.

- Ahh.. el amor juvenil. – suspiró Alastor antes de tomar un sorbo a su café. Charlotte soltó una carcajada, vertiendo algunas gotas de café en la mesa y su vestido.

- Lo lamento. – Intentó quitar las manchas de su vestido, sin éxito. – Ni siquiera nos presentamos el dia de ayer.

Alastor se puso de pie y apareció junto a ella y, con un tronar de dedos, su vestido quedó limpio. Charlotte le sonrió.

- Vaya, no volveré a llevar nada a la tintorería. – Bromeó mientras Alastor se acercaba una silla alta para sentarse junto a ella.

- Harold y Hellsa son hermanos. El es el mayor... por doscientos años. – Charlotte hacía cuentas mentales como si se tratara de un par de años solamente. Las demás cumplimos 1900 años.

- Impresionante la longevidad de los niños de infierno. – Alastor la miraba fijamente, haciéndola sentir muy incómoda.

- Si... vaya que son muchos años. – Charlotte intentaba no hacer contacto visual. – Solo los Von Eldritch y yo vivimos aquí. Octavia tiene toque de queda en su casa, por la primavera. Ya sabes... ella tiene algo de ave, y es propensa a... - Alastor inclinó la cabeza sin entender.

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