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Hay cosas que no se pueden explicar por más que uno quiera y lo intente. Simplemente son un enigma.

Un ejemplo era como me sentía yo. Estaba totalmente ido, perdido y drogado. Me costaba estar concentrado en alguna cosa por mucho tiempo, y de vez en cuando sentía que me ahogaba y me exigía respirar.

Mi cuerpo ardía, era extraño explicarlo, pero el tacto provocaba escozor en todo mi ser, sentía que cada vez que su cuerpo se pegaba al mío, una gran quemadura quedaba ahí.

Mi cabeza daba vueltas, siempre que era capaz de abrir los ojos nada tenía sentido, los sonidos eran lejanos y hacían eco en mis oídos. Mi cuerpo estaba resentido y estaba cansado.

Pero no podía parar.

Todo iba mucho más allá de los límites que alguna vez pensé. Había descubierto un tacto que no pensé jamás que existiera, y me sentía pequeño cuando él me cubría.

Mis manos buscaban impacientes algo y yo no podía adivinar que era. Se movían nerviosas por todas partes; apretando, rasguñando, jalando. Mis piernas no estaban mejor, también estaban nerviosas, presionando y agarrando con todas sus fuerzas, como si de ellas dependiera que yo siguiera en mi trance.

Mis pezones dolían. Estaban tan sensibles que la fricción que hacia el tórax de Jungkook sobre ellos los dejaba rojizos y adoloridos, pero tal como yo, mi cuerpo era malditamente masoquista. Buscaba todo aquello con desesperación.

El incesante golpeteo del cabezal de la cama contra la pared era un ruido excitante. Golpeaba con tanta furia y sincronización que casi era delatante. Los chirridos de la vieja madera crujían sonoramente bajo nuestro, amenazándonos con romperse en cualquier momento. Pero no importaba, mi estómago se regocijaba en placer a cada momento, y todos esos sonidos más allá de intentar romper el hermoso ambiente, solo hacían que la pasión creciera más, incitándonos a continuar.

Pero, estando tan abstraído de todo mi entorno, me encontraba totalmente sensible en todo lo relacionado a Jungkook. Su aliento cálido chocaba en mi rostro con fuerza, casi con la misma fuerza en que me obligaba a soltar al aire. Sus mejillas estaban calientes y sudadas, y mis manos se apretaban de vez en cuando en ellas, acariciándolas con sumo cuidado. Sus manos recorrían mi piel, quemándome, tocando zonas demasiado privadas, haciéndome sentir cosas que no sabía que se podrían sentir.

Cuando tenía el control suficiente sobre mi cuerpo, me gustaba abrir los ojos, poder verle —aunque fuera entre la neblina de placer que surcaba por mis parpados— y ver su rostro tan cerca del mío, frente con frente. Su boca abierta permitiendo que exhalara el aire, incitándome a ir por ella. Sus ojos cerrados, que de vez en cuando me miraban para darme a conocer que el animal también estaba participando en esto.

Eso era lo que terminaba por llenar mi corazón.

— ¿Y? —pregunté cuando él volvió a la habitación con un vaso de agua en la mano.

Caminó hasta apoyar la espalda en la pared y extenderme el vaso. Gustoso, y más sediento de lo que había estado en toda mi vida, acepté felizmente empinándolo sobre mi boca y bebiendo su contenido.

Cuando lo acabé, más rápido de lo que había pensado, lo dejé a un lado y deje caer mi cabeza sobre la de Jungkook.

— ¿Crees que alguien nos regañe? —le pregunté divertido, mirando frente a nosotros como la andrajosa cama estaba rota.

—No lo creo. Te dije que nadie ha vivido aquí en mucho tiempo.

—Mmm.

Cerré los ojos, estaba cansado, pero no me permitía dormir, eran pasadas la una de la mañana y aun esperábamos la llamada.

Moon GhostºKVº ADAPTACIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora