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Tome un platillo pequeño y deposité las uvas recién lavabas en él. Suspiré, y me encaminé a mi habitación.

Abrí la puerta despacio y encogido de hombros. Miré en el interior de mi habitación, recorriéndola rincón a rincón, y nuevamente sobre la mecedora estaba Jungkook, leyendo el periódico. Volví a suspirar y comencé a añorar mis días de soledad. Me acerqué a mi cama y me recosté en ella medio acostado mirando las tablas de la pared frente a mí, lleve una uva a mi boca y lentamente la comí.

Desde la pelea que habíamos tenido con Minjae, y de que yo descubriera que Jungkook era un hombre lobo, que criaturas sádicas querían comerme y que mi maldito don —como le decía Jungkook y mi madre— no terminaría jamás, habían pasado casi tres semanas. Tres semanas en las que Jungkook simplemente me dejaba solo para poder hacer mis necesidades —momentos que yo ocupaba para sentarme sobre la tapa del escusado y respirar tranquilo— y cuando él tenía que dormir.

Y no es que me desagrade su compañía, no. Yo había comenzado a experimentar lo que se sentía tener un amigo en todo lo que la palabra implicaba. Pero, tantos años de soledad no pasaban en vano, y tanta compañía se sentía extraño. ¿Pero que podía hacer? Era demasiado cobarde para decirle que se fuera y enfrentarme a sus ojos, sus malditos ojos.

Palpé mi plato y solo me topé con los pequeños palitos de las uvas. Me las había acabado casi todas. Me gustaban las uvas, no, me encantaban las uvas. Era capaz de comerme un parral entero si me lo encontraba.

Una pequeña uva llamó mi atención, sola en un rincón, sin rama que la afirmase. Era redonda, perfectamente redonda. Su color rojo era tan tentador que mi boca se hizo agua. La tome delicadamente evitando que mis uñas la dañasen y me la lleve a la boca. No me la comí de un solo bocado, no. La apreté con mis paletas lentamente, sintiendo como su jugo me llegaba a la lengua y su sabor dulce me encantaba. La partí con cuidado y con ayuda de mí lengua la llevé dentro y la mastiqué delicadamente. Suspiré cuando cruzo por mi garganta. Deliciosa.

Abrí mis ojos dispuesto a ir a por más y algo llamó mi atención, ¿Dónde estaba Jungkook? Me puse de pie con el platillo entre las manos ¿Estaría en el baño? O ¿Abra sentido a algo rondando por aquí? Sentí el pequeño ruido de la tele. Salí de mi habitación y vi la parte trasera de la cabeza de Jungkook sobre el sofá.

— ¿Por qué estás aquí? —le pregunté cuando dejé el platillo en la cocina y me acerqué al sillón. Me apoyé en el respaldo de éste con mis brazos en la otra esquina del sofá, lo suficientemente lejos de su mente.

—Estoy viendo tele —refunfuñó. Claro, viendo tele ¿Quién no podía verlo?

—No te gusta ver televisión —continué.

— ¿Quién te dijo eso?

—Tú —rodé los ojos —. Dijiste explícitamente no me gusta ver televisión.

—Bien, pues ahora me gusta —bufé, ¿Qué le pasaba? Pensaría que estaba en su ciclo menstrual pero, hey ¡Es un chico!

—Oh vamos, lo dijiste hace unos dos días.

—Uno puede cambiar de la noche a la mañana —se encogió de hombros.

—Bien... —suspiré y miré la televisión. El Drácula de 1992 hacía su aparición con sus cabellos blancos recogidos en algo así como dos grandes chichones y una larga trenza. Jamás me gusto esa película, primero: era muy larga y me aburrí viéndola. Segundo: los efectos especiales eran... antiguos. Y por último: cuando la vi por segunda vez en la secundaria no pude evitar pensar que esos se parecerían a ellos.

Mejor quité la vista de la película, muy aburrido. Volví la vista a Jungkook que parecía aún más aburrido en la película que yo.

—Ya, dime... —suspiré cansado — ¿Qué te pasa?

Moon GhostºKVº ADAPTACIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora