Capítulo 2

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¡Para de una vez!

Ya ha acabado el instituto, me he despedido de mis amigas y voy de camino al gimnasio privado para poder hacer deporte. Voy andando porque está muy cerca, además hace un buen día para caminar. Voy con mis cascos escuchando música, estoy tatareando la canción y siento un cosquilleo en mi nuca, eso me pasa cuando alguien me sigue. Es un sexto sentido.

Me giro, pero no encuentro a nadie, aunque estoy segura de que hay alguien siguiéndome. Mi instinto nunca falla. Me voy a enfadar si es ese idiota.

Un idiota, pero se te caen las bragas por él.

He de admitir que está muy bueno, pero es un idiota. No me hizo caso. Me desobedeció, a mí. ¿Quién se cree? Apuro el paso por la irritación que estoy sintiendo, necesito llegar pronto a gimnasio para desesterarme. Sigo sintiendo como si alguien me siguiera, me paro en seco, me saco los cascos y me giro. No veo a nadie, pero seguramente el muy friki se estará escondiendo para que no le vea. ¿A caso no tiene otra cosa mejor que hacer?

— ¡Para de una vez! No sé dónde mierdas estás, pero déjame en paz. No me sigas friki.

De repente aparece una mujer de unos cuarenta años de frente y se me queda mirando extraño, dios, no puede ser. Encima la gente se va a pensar que estoy loca. Maldita sea.

Es que la señora está mirando que le estás gritando al aire. Yo también pensaría que estás loca.

Bufo y me llevo una mano al pelo para desestresarme. Sé que hay alguien ahí, pero sea quien sea le voy a ignorar. No va a tener mi atención. Me giro, empiezo a caminar, mientras me pongo los cascos. Llego al gimnasio aun sintiendo como si alguien me siguiera, pero como ya he dicho no voy a hacer caso.

Entro y me encuentro con Mark. Mi entrenador personal. Él en cuanto me ve asiente y me da una sonrisa cálida. Y es lo que tiene que hacer, con el dineral que me gasto en este local. Además de que soy un amor y muy buena con el saco.

— ¡¡Anisa, cuanto tiempo sin verte!!

— Por favor si estuve aquí el otro día, Mark. - le doy una pequeña sonrisa y él se ríe.

— ¿Qué quieres hacer hoy?

Es un gimnasio y no siempre voy a hacer lo mismo. Me gusta mantenerme en buena forma, aunque sinceramente no se me nota trabajada. Pero estoy segura de que si fuera violenta y empezara una pelea, ganaría. Pero me gusta más ser pacífica y resolver mis problemas mediante el diálogo.

— Me gustaría darle golpes al saco.

— Pues adelante. Ya sabes donde es. Voy a ver si los demás están haciendo bien sus ejercicios, no vaya a haber una catástrofe.

Me río y le digo sonriendo: — Está bien, anda ve.

Me pongo los guantes que están en mi sala personal, me pongo la ropa de deporte, me ato el cabello rubio en una coleta alta y voy hacia el saco, al principio empiezo con pequeños golpes. Derecha. Izquierda. Arriba. Abajo. Cada vez voy aumentando mi velocidad hasta que descargo todo mi furia y desesperación en el saco.

— Anisa, vas a romper el saco. - escucho la voz divertida de Mark y una sonrisa arrogante me sale. Le doy unos golpes más y paro. Estoy sudando, no sé cuánto tiempo ha pasado, pero me siento tan bien descargándome.

Todos sabemos que quieres descargarte con alguien y no es con el saco.

La imagen del chico aparece en mi cabeza y niego con la cabeza para dejar de pensar en él. Seguramente pienso él, porque ha sido el único que no me ha obedecido. Tengo que hablar con mi padre sobre lo que me ocurre con este chico. Me paso la toalla blanca por el cuello para secar el sudor. Cojo una botella de agua de la máquina y me dejo llevar por el frescor del agua fresca. Una vez la acabo, me voy a la ducha de mi sala personal.

Me saco la ropa y me observo en el espejo. No me veo tan mal. Mi pelo ahora suelto me llega por los hombros, mis ojos son de color miel. Mi nariz es redondita y cuando me río se me hincha. Mis labios son finos, pero sonrosados. Mis pechos son normales, aunque muy pequeños para mi gusto. Tengo buenas caderas y un buen culo. De eso sí que estoy orgullosa. A pesar de tener tan buen cuerpo, no tengo novio. Aunque bueno tengo que admitir que muchos chicos guapos me pidieron salir, pero es que no me conocían, solamente me querían por mi dinero y por mi cuerpo.

Es tan triste que solo me quieran por eso. A pesar de eso sí que creo en el amor, estoy segura que habrá alguien que me quiera por como soy yo o eso quiero creer. Me voy a la ducha y cuando acabo, me pongo la ropa normal y salgo del vestuario.

— Hasta pronto, Anisa.

— Nos veremos pronto, Mark.

Le mando un mensaje a mi padre y espero a que venga su chófer a recogerme. Él está como siempre ocupado en el trabajo. Es el mejor veterinario que hay en toda la región. Lo llaman de muchos sitios para que vaya. Siempre ha estado ocupado.

Estoy fuera, la verdad hace un pelín de frío, pero es una buena noche, es una noche despejada y se pueden mirar las estrellas. Veo como aparca un coche negro con las ventanillas tintadas y observo como baja del coche el chófer para abrirme la puerta de atrás. Mucha gente le resultará extraño, pero para mí no lo es ya que lo he vivido siempre, es más es que es su trabajo. Me subo al coche e inmediatamente se sube para empezar a conducir de camino a casa.

— ¿Qué tal ha sido su día hoy, señorita Williams?

— La verdad, bastante bien señor Robert. Gracias por preguntar.

— Cuánto me alegro señorita.

Desde pequeña me han enseñado que tengo que hablar con respeto a las personas. De vez en cuando suelto sin querer un usted cuando tengo que hablar en clase. Mis compañeros se me quedan mirando raro cuando lo hago. Sinceramente les entiendo, algunos no sabrán ni hacerlo. En el camino de regreso a casa el chófer lleva puesta la radio y una canción que conozco se cuela por mis oídos. La canto susurrándola no quiero incomodar a Robert. Cuando llegamos a casa, me bajo del coche no sin antes de agradecerle al chofer. Entro en casa y le doy mis cosas a los sirvientes, los cuáles lo llevan hasta su sitio correspondiente. Voy hasta el salón y veo que mis padres están en él. Supongo que estarán esperando a que les lleven la cena.

— Buenas noches mamá y papá. - ellos dejan de hablar entre ellos para mirarme. Les doy una sonrisa cálida y me devuelven el gesto. Me siento en la silla libre y espero paciente por la cena. Cuando llegan los sirvientes con los platos, la boca se me hace agua, huele extremadamente bien. Dejan nuestros platos en la mesa y se retiran para darnos más privacidad. Si deseamos algo se lo hacemos saber, llamándolos. La cena de hoy es una lasaña vegetal. Mi favorita. Aunque bueno con la chef que tenemos todos los platos están buenos.

Cuando me he comido la mitad de la comida que está en mi plato le digo a mi padre: — Hace unos días un chico, no deja de mirarme y cuando salgo de clase siento como si alguien me siguiese. Papá, ¿tienes algo que ver?

No era la primera vez que mi padre contrataba a alguien para cuidarme. A pesar de decirle que puedo defenderme yo sola. Siempre que podía contrataba a gente. Aunque jamás lo hizo con un chico de mi edad y encima de mi instituto.

Frunce el ceño confundido y me dice:
— ¿Yo? No tengo nada que ver hija. Que tonterías dices.

Enarco una ceja y le miro de arriba abajo. No puedo fiarme de él es un gran mentiroso. Me hizo creer por mucho tiempo que mis hámsters se lo había llevado un pájaro con la jaula incluida. He de decir en mi defensa que tenía unos 6 años. Bueno el tema es que es un buen actor.

— Si tú lo dices.

Lo que él no sabe es que yo también lo soy y si me está mintiendo lo voy a saber, porque lo voy a descubrir. No sé cómo pero lo haré.

El espía de mi padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora