Capítulo 7

38 8 0
                                    

Xion.

Soy un cobarde por no decirle que no quiero estar donde estamos ahora mismo. Estoy cansado de que me maneje a su antojo. Encima me ha traído a un orfanato. ¿Qué mierda hacemos aquí?

— ¿Por qué estamos en un orfanato?

Frunzo el ceño en señal de confusión. No sé qué pretende al traerme aquí.

— Tu pregunta será respondida en cuanto entremos.

Puede que tal vez quiera adoptar un niño contigo. Que romántico, nótese la ironía.

— No pienso adoptar un niño contigo.

Ahora es ella quien me observa con el ceño fruncido, menos mal que estaba equivocado, menos mal, por lo menos no me va a obligar a adoptar un crío. Por lo menos algo de cordura tiene.

— De verdad Xion eres un idiota.

— Pues me voy.

Sí, aprovecho cualquier oportunidad para no estar aquí. Me giro para irme y siento un tirón en el brazo que hace que me gire. Mala idea, porque nuestras caras quedan muy cerca. No os voy a mentir le he mirado los labios más de una vez, ella también lo ha hecho. Siento mucha química entre nosotros, que ganas de darle un...

Xion, pero ¿qué haces? Vuelve, LA ODIAS. Todos son iguales.

Ella se separa de mí como si mi tacto quemara, pero aun así no me ha soltado del brazo, no quiero admitirlo, pero se siente realmente bien. ¿De verdad quería besarla? No puedo ni pensar eso.

— Te puedo soltar o ¿vas a salir corriendo?

— Suéltame.

En el momento que me suelta salgo corriendo varios metros y me paro.

¿Qué haces?, ¿por qué te paras? CORRE.

— Xion, deja de ser un crío.

Me giro a pesar de que la vocecilla de mi cabeza me pide que me marche. Me encuentro ante su semblante serio. Su semblante serio me hace recordar a una ardillita cuando le sacan la comida.

¿Enserio le estás poniendo ese apodo tan cursi? Por dios, Xion.

— ¿Por qué estamos aquí?

— Pasa y te lo explico.

— Mmm...

No sabía si fiarme de ella o no.

— Xionnn.

— Está bien.

¿Qué es lo que podría pasar?

En cuando Anisa abre la puerta, aparece ante mí una recepcionista, la cual le da una sonrisa a mi acompañante. Parece que se conocen.

— Anisa, ¡pero cuanto tiempo sin verte! Loa niños se pondrán muy contentos al verte. Vaya, incluso has traído a tu novio.

— No es mi...

Intenta decir ella, pero la recepcionista sale corriendo sin dejarla contestar, al escucharla decir eso, me siento con mal cuerpo. ¿Desde cuándo me afectan sus palabras?

De repente aparece una señora, que parece ser la dueña de este lugar. Le da un abrazo a Anisa, vaya sí que se llevan bien.

— ¡Es una alegría verte! Vienes ayudarnos, ¿verdad? Los niños van a llevarse una alegría al verte.

— Sí, he venido aquí a ayudar y él también.

Frunzo el ceño, ¿cómo que ayudar y en qué? Miro a Anisa, quien me da una sonrisa inocente, no cambio mi ceño, ella no tiene nada de inocente, es todo lo contrario. Rueda los ojos, vaya le he fastidiado, que pena ricachona, ahora entiendes como me siento.

El espía de mi padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora