IX. Aunque no salga el sol

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Cuando se despertó escuchó ruido en la cocina y supuso que Alba se habría levantado antes que ella, aunque no era lo que solía pasar. Normalmente ella madrugaba y a la rubia se le pegaban un poco más las sábanas, pero parecía que había sido una noche distinta para las dos.

Antes de ir a desayunar, Natalia se echó un poco de agua en la cara y decidió llamar a la única persona a la que le había contado toda la situación desde el principio.

- Hola Natalia.- Una voz ronquita la recibió con el mismo amor de siempre.

- Mi amor.- Puso un pucherito Natalia como si pudiera verla.- ¿Qué tal todo?

- Muy bien, por aquí todo muy bien, como siempre.- Sonrió Ici al otro lado.- Y tú, ¿qué tal con Alba? Te echo más de menos que al sol.

- Jo, te quiero mucho.- No puedo evitar soltar una lágrima sincera Natalia, quien notaba su cuerpo en un contínuo estallar.- Con Alba mejor qué bien, no sé.- Sonrió.

- ¿Eso es todo? ¿Segura de que me has llamado a estas horas de la mañana para preguntarme a mí qué tal todo?.- Empezó a reírse la rubia.

- Ayer... - Le costaba pensarlo, como para decirlo sin temblar.- Ayer me besó.- Soltó al final.- La besé, bueno, nos besamos.- Rió.

- Yo pensando que lo que más pena me da de estar aquí encerrados es que nos estamos perdiendo la primavera con lo bonita que es y resulta que a ti te están creciendo flores en el pecho.- Sonrió Ici con el corazón en un puño.

- Cariño...- Volvió a aguantar las lágrimas Natalia.

- Me pones contenta, te quiero con todo mi corazón, y si ella te quiere yo la quiero más.- Suspiró Ici.

- No eres más linda porque no se puede.- Sonrió la morena.- Estoy acojonada.

- Cuídate mucho y disfruta, no tengas miedo que los corazones pesados no pesan.- Rió.

- Vas a ser mi mujer hasta que me muera.- Sonrió Natalia.- Te dejo seguir durmiendo Icíar, no tienes ni idea de lo que me gustaría estar contigo, deséame suerte.

- Te quiero comer la boca, me voy a duchar y a maquillarme y a vestirme como una persona normal porque necesito unos ánimos y yo no tengo a una Reche y mi gata creo que ya me odia.- Carcajeó mientras bostezaba.- Y no necesitas suerte, si te das un hostiazo nos tenemos la una a la otra y cerveza, no hay de qué preocuparse.

Natalia no pudo evitar reírse y después de despedirse jurándose amor eterno como hacían siempre, se puso una sudadera vieja encima de la camiseta que usaba por pijama debido al frío que estaba empezando a hacer, pues parecía que había llegado la lluvia y el mal tiempo de un día para otro.

Salió de su habitación sonriendo, no sabía lo que se iba a encontrar pero tampoco esperaba nada en concreto, la noche anterior habían acabado abrazadas en silencio pero sin despegarse ni un milímetro hasta que se fueron a dormir porque se estaban quedando dormidas, aunque la verdad era que ninguna había pegado ojo en toda la noche.

Se la encontró en la cocina vertiendo café recién preparado en dos tazas, mientras esperaba a que las tostadas saltaran. Se acercó por detrás y le pasó ambos brazos alrededor de la cintura para acercarla a su cuerpo y darle un beso en la mejilla mucho más largo de lo normal, ya no eran roces efímeros, quería que sintiera que estaba allí, con ella.

- Buenos días Nat.- Respondió al gesto mientras sonreía arrugando la nariz.

- ¿Cómo estás? - Le preguntó la morena, dejándole un poco de espacio únicamente para poder mirarla a los ojos.

- Bien.- Sonrió sincera.- ¿Y tú?

- Mejor que bien.- Le sacó la lengua achinando los ojos.- ¿Has hecho café? Huele de vicio.

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