₂₀ᴄᴍ | Cʜᴏɪ Yᴇᴏɴᴊᴜɴ

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—Tienes suerte de no haberte roto ninguna costilla. Esas escaleras son peligrosas, niña —me explicó la enfermera colocando una última venda alrededor de mi pierna izquierda, la derecha parecía una mini momia.

Por alguna razón, diría que casi me obligaron a distorsionar lo que realmente pasó. De hecho, sí. Todo el cuento se cambió a que me resbalé mientras bajaba al primer piso. La profesora de turno se hubiese metido en serios problemas de no ser porque, por suerte, no me rompí ninguna costilla.

—Estará bien, ¿verdad?

—Sí. Hay posibilidades de que siga viviendo. —Debía ser una broma.

—¿Te sientes mejor? —preguntó Hyunsuk. Yo asentí.

—Iré por los medicamentos —indicó la mayor perdiéndose entre las cortinas e inmediatamente siendo seguida por el mencionado, permitiendo así que los únicos en la habitación fuéramos el castaño y yo.

—Creí que sabías defenderte —articuló de pronto asustándome.

—¿Me hablas a mí?

—No hay nadie más aquí.

—Eres tú, ¿verdad? ¿Yeonjun? —indagué. Sus orbes, que por cierto eran muy bonitos, me indicaban que no era parte de mi fantasía. Jamás podría imaginar algo tan lindo o intentar siquiera vivir aquella sensación que hacía tiempo, no experimentaba.

—Así es.

Lo primero que pensé después de escucharlo confirmar mi teoría en su totalidad, fueron las palabras de Alex en Madagascar: Te voy a matar. Te voy a enterrar y luego te voy a clonar para matar a todos tus clones.

—¡¿Y por qué me ignoraste antes?! —grité lanzándole una de las almohadas que adornaban la camilla y me mantenían cómoda hasta ese momento.

—No te reconocí —refunfuñó aventándola de regreso, consiguiendo golpearme el rostro—. No es la gran cosa, además.

—¿De qué hablas? Los amigos que se extrañan y se reencuentran, no se ignoran.

—Un momento, ¿a quienes te refieres?

—A nosotros, idiota —respondí rodando los ojos con impaciencia.

—Lim, no exageres, ¿nosotros? —sentí escalofríos antes de que siquiera pudiese terminar lo que iba a decir—. No hay un nosotros.

—¿Estás jugando acaso? Se supone que el golpe me afectó a mí-

—Hyesuk, te diré algo y espero que lo entiendas —interrumpió—. No me interesa, ¿bien? Nuestra amistad o lo que quedaba de ella se terminó. No existe más, ¿comprendes? Mi vida cambió y no hay un nosotros en ella. Por favor, no lo hagas parecer difícil. No eres tonta.

¿Querías que viera por mí misma cómo la crueldad te puede pisotear en cuestión de segundos, madre?

Mis ojos se cristalizaron luego, pero su imagen no dejaba de perturbarme. Me pregunté una y otra vez por qué aquel niño que hizo de mi infancia una etapa bonita, ahora me trataba como quien desprecia a un enemigo. Su voz, su actitud, hasta su apariencia y su altura, todo había cambiado, y yo no estuve para verlo... y tampoco era parte de sus planes.

Como pude, traté de levantarme apoyando las manos en la orilla de la cama. No sería capaz de estar en el mismo lugar que él por más tiempo.

—¿Qué haces?

—Me largo de aquí —dije entre dientes.

—No te preocupes, yo lo hago —puntuó levantándose de golpe y sin siquiera mirar hacia atrás por una vez, se esfumó de la pequeña habitación.