| 5ᴄຕ |

2.9K 273 77
                                    

Palmeé mi mochila por dos ocasiones seguidas, asegurándome de que todo el polvo blanco haya por fin caído. Una palmada más y el contenido entró por mis fosas nasales, haciéndome estornudar.

Reposé más tarde mi cuerpo sobre una larga banca que se encontraba a mi lado, previo a haber alojado el objeto en el piso. ¿Cómo se les ocurrió meter polvo para hornear en mi mochila?

Las cosas no iban bien, nada bien.

Un sapo en mi silla, una araña en mi uniforme de deportes, aceite en mi jugo de frutas —que por cierto no lo bebí gracias a Hyunsuk; él lo bebió—, libros engomados de quién sabe qué, y ahora el polvo para hornear.

Todo en mi primera semana. Y no me salvaba el hecho de saber que iba a pasar aquí hasta nuevo aviso. O hasta que a mis padres les remordiera la conciencia.

Ni siquiera logré hablar con Yeonjun de nuevo, pues apenas me saludaba y sólo cuando yo lo hacía primero; de lo contrario me evitaba, a diferencia de Hyunsuk, quien sí me notaba. ¿Por qué seguía insistiendo? Me pregunté lo mismo.

Resoplé intentando acomodar mi espalda en la dura banca.

En mi casa la situación tampoco marchaba bien. No le había comentado a nadie acerca del castaño bipolar, por alguna razón sabía que no les gustaría el detalle. Y, por si fuera poco, los padres de Minhyuk insinuaban en cada oportunidad que lucíamos como una linda pareja. El dato aquí era que él no me gustaba.

—¡Ah! —Tras el ensordecedor grito que parecía de niña, un bulto cayó casi encima mío, poniéndome en alerta por si se trataba de otra broma de las del club.

—¡Ah! —Aquel chillido se había juntado con el mío simultáneamente, dejándome conocer al mismo tiempo al raro dueño de la voz—. ¡¿Quién eres?!

—¡Noona, sálveme por favor! —Básicamente, rogó un niño abrazándose a mí—. Un loco me viene siguiendo y... ¿esto es droga? —indagó de pronto olfateando mi ropa, la cual seguía teñida de blanco por el polvo.

—¡No!

—Qué bueno —dijo saltando detrás de la banca para esconderse, pero antes de meter la cabeza por completo, agregó—: Si alguien viene, dígale que morí.

¿Con cara de qué me vio?

—Oye, tú —me señaló otro muchacho de cabellos rojizos que iba llegando. Aseguré que era de quien el cobarde se ocultaba.

—¿Qué?

—¿Has visto a un chico por aquí?

—Sí. —El pelirrojo asintió para que le dijera quién y dónde—. A ti.

—Me refiero a otro —rodó los ojos, fastidiado.

—¿Alto? ¿De cabello negro y uniforme? —Lo vi asentir por segunda vez—. Corrió hacia esos matorrales y se trepó. No sabría decirte si sigue vivo —señalé un rincón alejado del jardín en donde me encontraba y por el cual quise creer que lo despistaría.

—Gracias —musitó para correr sin piedad alguna adonde le indiqué.

—Noona, acaba de ganarse un amigo más en su lista —murmuró el pequeñito indefenso apareciendo de su escondite improvisado con los cabellos alborotados—. Me presento, mi nombre es...

—¡Huening Kai!

—¡Para servirle y adiós! —Al igual que su mano, la mía quedó suspendida en el aire cuando se echó a correr al llamado del criminal novato que lo perseguía.

—¡Lim Hyesuk por cierto! ¡Suerte! —animé su trayecto. No pude hacer más por él que reírme y refrescar un poco mi día con su desgracia.

Genial.

₂₀ᴄᴍ  | Cʜᴏɪ YᴇᴏɴᴊᴜɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora