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—Debes estar preguntándote ahora mismo si todos sabíamos de ti. Déjame decirte que sí, pero algunos mandamos al diablo el que fueras familia de la persona que salvó la escuela. No te lo tomes personal, tu actitud tampoco fue la que esperábamos y a muchos nos terminaste cayendo mal —afirmó con una falsa mirada entristecida.

—Jinsook, basta —pidió por segunda vez Hyunsuk al percibir que incluso la música se había detenido.

—¡Miremos qué tanto le interesa Hyunsuk! —terminó de gritar, ignorándolo por completo. Suhyun salió entonces de una habitación con una bolsa entre sus manos—. Un cupón para tacos —movió la tarjeta entre sus dedos. El resto empezó a reírse—, y esta chaqueta —señaló con una mueca de horror la prenda que de a poco sacó de la bolsa—. ¿Dónde la compraste? Se ve... modesta.

—Sal de aquí —ordenó Yeonjun. Yo volví a negar

—Bueno, se ve que tus amigos —recalcó, abultando los labios hacia las personas que se encontraban a mi lado— no te interesan, pero no perdiste tiempo al venir aquí. Qué interesada, ¿eso te enseñaron tus padres? —cruzó los brazos, mientras que, con una mirada de desaprobación, inspeccionó desde mis zapatos hasta el pequeño lazo mal hecho en mi cabello.

Sólo que, incluso si era culpa de mis padres encontrarme hoy aquí, ellos no me criaron, y yo no era una interesada.

—Yeoreum... o Jinsook, creo que da igual como te llame porque no hay diferencia en que alguno de tus nombres no me de asco. No me quiero imaginar siendo parte de tu ridículo club al que no me quise unir por cierto y la razón por la cual me odias —carraspeé la garganta para no gritar—. Mis padres me enseñaron a ser una buena chica, quién falló aquí fui yo. Sé que ellos donaban dinero y también que ahora no lo hacen, pero eso no te incumbe. Entérate que no me interesa tu vida y ojalá pensaras lo mismo de la mía, infantil —volteé; sin embargo, y cuando todos empezaron a murmurar, ella cacareó de nuevo.

—A mí también me da igual tu vida, pero, por lo menos le hubieses comprado algo servible —comentó riendo socarronamente—. Agh, lo siento, acabo de recordar que no tienes dinero ni para comer. Dayoung, ¿podrías regalarle algo de lo que sobró en la cocina? Pobrecita.

Me estaba conteniendo de expulsar todo aquello que sentía, y lo que, desde el primer día, ella había causado. No obstante, la situación era insoportable, y si me quedaba callada, más tarde me arrepentiría.

—Ahora que lo dices... esa chaqueta —giré, señalando la prenda que seguía colgando de su mano derecha—, quizá sea menos porquería que tú. Es decir, así como he visto gente "modesta" ser educada, he visto gente de tu calaña ser descortés, vulgar y después estás tú.

—Hablas de tu propio regalo, linda —respondió apenas con la voz distorsionada. Se notaba que no estaba muy lejos de lanzarse a trapear el piso conmigo.

—¡Ay, mujer! Ve a bajar primero el alcohol de tu cabeza y háblame cuando estés sobria. ¿Ves eso? —indiqué con mi índice la caja que Hyunsuk todavía sostenía entre sus manos—. Ese es mi regalo y te apuesto a que no alcanzarías a pagar su precio, aunque trabajases esta vida y la otra. ¿Querías recalcar nuestra mediocre diferencia? Ahí lo tienes.

Ella resopló y tambaleándose, consiguió saltar del mini escenario para encararme. Igualmente, estaba preparada.

—Te duele que Yeonjun prefiera a esta chica vulgar, ¿verdad? Que yo si pueda estar cerca suyo sin necesidad de que alguien más se lo haya pedido. Que, de no ser por tu maldita familia, ni siquiera te miraría.

—Jinsook, ya cállate —exclamó Yeonjun en voz baja.

—Tampoco es algo que me interese. No es mi problema —contesté.

₂₀ᴄᴍ  | Cʜᴏɪ YᴇᴏɴᴊᴜɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora