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-A la de tres- dice mi amiga Anaju.- ¡Ya!

Las cuatro salimos rápidamente del telesilla.

-¿Todas a la vez? ¿Y sin que ninguna se caiga? Vamos mejorando chicas- digo yo sorprendida de que no hayamos tenido que parar todo el telesilla porque una de nosotras se haya caído, como nos ha pasado varias veces en estos dos días.

Es navidad, y hace dos meses planeamos mis amigas y yo, irnos a esquiar todas juntas. Como todas tienen 20 años menos yo, que los cumplo este sábado, el 23 de diciembre, hemos alquilado una casa aquí en la montaña durante dos semanas, cerca de los pirineos.

-¿Hacemos esta pista azul, para llegar a las rojas?- pregunta Nia, la experta del grupo.

-¡Sí, por favor!- pido yo, y no es que sepa mucho, pero me hace ilusión, ya que tenemos que subir otro telesilla para llegar a lo más alto de la montaña.

-¡Estáis locas!- replica Nia, la única que esquía. Todas las otras hacemos snow.- Chicas, es el segundo día, ya tendremos tiempo de ir por rojas, ahora sigamos por las azules, como hemos hecho- dice la más civilizada de las cuatro, Laia, de pelo largo y moreno.

-¿Por qué no hacemos una cosa? Anaju y tú bajáis esta azul, y Eva y yo nos vamos a las rojas. Como ya es casi la hora de comer, hacemos esta última y bajamos todas a comer, ¿qué os parece?- propongo yo.

Todas aceptan a la primera, por lo que Nia y yo nos despedimos de las demás, y bajamos en dirección a otro telesilla que hay justo a la mitad de esta bajada.

He hecho snow pocas veces, pero me defiendo bastante bien, la verdad. Aunque al lado de Eva, no sé ni la mitad.

Bajamos a toda velocidad, dejando atrás a bastante gente.

Llegamos y nos desatamos un pie, para poder ir hacia el telesilla.

Son unos 10 minutos de trayecto, pero tenerla a mi lado y poder hablar durante ese tiempo, más las increíbles vistas que teníamos, se nos pasó en un abrir y cerrar de ojos.

Bajamos, y noté como el frío helado chocaba conmigo, no había ni un solo árbol, y tenía que gritar para que Eva me escuchase, y tras mirar a nuestro alrededor, a través de señales y gritos, decidimos por qué pista bajar.

El suelo estaba helado, y era básicamente una placa de hielo, cosa no muy buena, y aún peor para los que hacemos snow.

Sacudí la cabeza, alejando todos esos pensamientos, y al acercarme a la pista, empecé a coger un poco de velocidad, detrás de mi amiga.

Todo iba demasiado bien.

Noté como empezaba a pararme, mierda, no sabía que venía una parte llana, y no he cogido mucha velocidad.

Como supuse, poco a poco, acabé parandome.

Ví que Eva se detenía a unos 100 metros más abajo, para esperarme, así que decidí empezar a moverme un poco para ver si volvía a coger velocidad, pero nada, era inútil.

Me detuve en seco, y me caí al suelo.

Me saqué un pie, e intenté andar con un solo pie atado, pero volví a caer, era obvio, estaba encima de una placa de hielo literalmente.

-Joder- maldigo la situación.

Y me enfado aún más cuando caigo por segunda vez, ya está, suficiente.

Desato mi otro pie, y cojo la tabla entre mis manos, haré este trozo a pie.

Todo iba bien, todo iba perfecto, pero mi nombre es Samantha, y eso quiere decir que algo tiene que salir mal, no puede ir todo rodado ni por una vez en la vida.

Un Golpe de SuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora