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El sonido de unas llaves cayendo al suelo de madera, me despiertan de golpe, y me levanto sobresaltada.

Eso hace que Flavio también se despierte de golpe, y levante la mirada para ver qué pasa.

Por el pasillo, veo como avanza un señor, de unos 50 años y al verle, me agacho.

Ayer, tras estar un rato en el jacuzzi, entramos, y tras cambiarnos, nos quedamos durmiendo en el sofá.

-¡Flavio, ya estoy en casa!- oigo la voz, del que deduzco que es su padre.

~Tampoco hacía falta ser adivino.~ pienso.

-Es mi padre, mierda- dice levantándose para ir hacia donde él está, pero es demasiado tarde, ya está en el comedor.

-Eh... hola papá.

-Hola- dice confundido. Me mira a mí, y luego mira otra vez a Flavio riendo.

-Ésta... ésta es Samantha- me presenta.

~Vaya primera impresión Samantha, muy bien~ pienso, mientras saludo a su padre.

-Hola, encantada- digo con mi mejor sonrisa.

-Encantado- sonríe él.- Bueno... creo que iré a mi habitación, a dejar la maleta...- dice despidiéndose de nosotros.

-No sabía que...- me dice Flavio al llegar al sofá, pero yo le corto.

-No podías saber que venía- me río.- No pasa nada. ¿Qué hora es?- pregunto frotándome la frente.

-Las ocho y media- resopla al ver lo temprano que es.

-Buf- resoplo tumbándome otra vez.

-¡Flavio!- grita su padre desde el piso de arriba.- Estamos a lunes, ¿no tienes que ir a la tienda a dar clases?

-Joder, mierda, se me había olvidado- dice levantándose rápidamente.

-Tranquilo- le digo riéndome, al ver lo mucho que se ha estresado en un momento.

-¡Ya voy papá!- Grito.- ¿Tú vienes?

-¡Hoy voy más tarde! Nos vemos allí- me dice.

-Tengo clase en media hora- dice empezándose a vestir.-¿Vienes a las pistas verdad?

-Supongo, quedaré con las chicas allí- digo alzando mis hombros.

-Vale, pues tienes cinco minutos para prepararte, sino te quedas aquí con mi padre- se ríe.- Y créeme que no quieres que te interrogue como me lo hace a mí.

Y dicho y hecho, 5 minutos más tarde estoy lista para salir en dirección a la estación de esquí.

Tardamos unos 15 minutos en llegar a la tienda de su padre, y allí, nos encontramos con una aglomeración de niños.

-¿Es así cada mañana?- pregunto empezándome a agobiar.

-Tal cual lo ves, cada mañana- sonríe irónicamente Flavio.

-Samantha, te tengo que dejar aquí, tengo que separarles por grupos y decir a cada monitor qué grupo le toca- dice agobiado.

-Está bien, te veo cuando acabes- le sonrío.

Y él, delante de todos esos niños, se acerca y me besa en la mejilla.

-¡Hola Sam!- oigo a alguien justo antes de irme, me giro, y veo a Hugo saludándome.

-Buenos días- me acerco a él, y Flavio nos ve, por lo que se acerca también.

-¿Qué, parejita? ¿Lo pasasteis bien anoche?- levanta las cejas varias veces.

Un Golpe de SuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora