12.

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En la parte más lejana de la ciudad, cerca al campo y al hospital, Henry Bowers se encontraba en su habitación, contemplando aquella arma que había tomado del armario de su padre. Era brillante y reluciente, no peligrosa ahora, pues no estaba cargada.

- Pero si lo estuviera, las cosas que haría con esta pistola. ¿Tú qué dices, Ricci? – La gata acostada en su cama solo pasaba la lengua por su pequeña pata.

Cuando Henry estaba de un mal humor, le gustaba jugar con su mascota Ricci, una gata de pelaje negro con ojos verdosos; la adoración del bravucón. Esta vez fue diferente, le estaba apuntando a la cabeza con el arma. Apretó el gatillo y un pequeño click se escuchó, Ricci paró las orejas y miró fijamente a Henry como si supiera sus intenciones. 

- Ja. Tranquila, no pienso hacerte daño, eres la única amiga que tengo aquí en este horrible lugar.

Henry veía su habitación, un lugar muy desordenado, con ropa por todas partes, pósteres de bandas de rock, envolturas de frituras y cáscaras de fruta pudriéndose en un rincón. Era un total desastre, pero por alguna razón Henry se sentía cómodo ahí.

- ¡Oye muchacho!

El oficial Bowers entró con rapidez a la habitación, vio un poco el desastre, pero parecía que ya estaba acostumbrado a ese ambiente. Vestía su uniforme y en el cinturón llevaba una de sus armas.

- Te dije mil veces que si veías el tacho de basura lleno, no metieras aún más basura. ¿Eres sordo o no me quieres escuchar? Mil veces, Henry, mil ve...

Henry estaba temblando como nunca antes lo había hecho, tenía el arma oculta en su espalda, y a juzgar por la mirada de su padre, él ya se había dado cuenta.

- Dame el arma, Henry.

- ¿Cuál ar...?

- LA QUE TIENES EN TUS MANOS.

El grito fue tanto, que hizo dar un brinco al bravucón, y a la pequeña Ricci la puso alerta desde la cama. Henry le entregó el arma con mucho cuidado, como si se tratara de algo demasiado frágil, pero el señor Bowers la tomó de un zarpazo brusco mientras sacaba una de sus balas.

- Quiero... que aprendas algo, hijo. – Fue poniendo la bala en el arma con mucha calma.- Desde que murió tu madre tu conducta fue distinta a la de antes, y me alegro de eso, ahora eres más fuerte, más aguerrido; más hombre.

Henry veía cómo su padre movía el arma de un lado para otro. Estaba atento, con el temor de que su padre pudiera dar un disparo accidental.

- Yo te observo, hijo, créeme que lo hago. Te he visto molestar a aquellos chiquillos, demostrando que eres fuerte. Tu madre no quería eso de ti, pero... yo sí, sin embargo, hijo mío.

                                                                                         -PUMP-

- Aún eres débil.

Henry había cerrado los ojos por el disparo, pero al abrirlos, vio a su padre con el arma en mano, apuntando a su cama, donde se encontraba la pequeña Ricci, ahora sangrando y con un profundo hueco en el estómago.

- No... ¡NOO! RICCI, NO, no, por favor... no.

- No vuelvas a tocar mis cosas, Henry. No olvides sacar la basura.

Ricci había perdido la vida antes de poder siquiera brincar por miedo al ruido, y mientras Henry lloraba sobre su pequeño cuerpo, pudo sentir aquel líquido caliente y algo espeso, que le hizo recordar la última vez que había llorado por alguien que había amado tanto como a su pequeña Ricci.

- Mamá...- dijo entre sollozos.

IT (MHC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora