Mientras nuestros cuatro muchachos discutían sobre el asunto de buscar a Georgie, una niña de cabello pelirrojo tenía graves problemas.

- ¡No! ¡Ya para, papá!... por favor.

Beverly Marsh estaba siendo golpeada por su padre, ella lloraba y el grito era más fuerte cuando veía cómo la correa negra era alzada con furia.

- Es para que aprendas, que las niñas como tú no deben estar pensando en chicos. ¡Eres una niña para pensar en chicos! – Le dio muchos azotes con tanta maldad, y eran más rápidos y precisos, cuando veía en ella los lindos ojos que había heredado de su madre.

Luego de recibir el maltrato, Beverly tomaba una refrescante ducha, sobando las partes rojas en su piel que dejaba aquella maldita correa.

Una niña puede enamorarse al igual que un adulto, el amor de una niña es más real y puro que la de una mujer de más edad; el amor de una niña es inocente y no conoce la mentira y la traición, al igual que Beverly, quien sentía ese amor, por un chico cuyo nombre era Billy Denbrough.

La mañana siguiente, el segundo día de vacaciones, Beverly salió por la ventana de su casa, evitando a su padre quien  dormía sobre el mueble con la televisión encendida, en la cual vio un payaso muy carismático sonreírle.

Camino a la tienda de golosinas, Beverly vio a Henry Bowers fumar un cigarrillo en una esquina; algo distraída, empuja la puerta de la tienda, pero tropieza con alguien que llevaba unos cuantos mini chocolates.

- Diablos. Lo siento, lo siento, estaba distraída.

- No, no; fue culpa mía, Beverly.

- ¿Nos conocemos? - ella miró a aquel chico gordo de cachetes grandes y de mirada muy tierna. – Oh, claro, tú eres... eres...

- Ben Hanscom.

- ¡Ben Hanscom! Sí... ¿me regalas una?

Ben, el chico nuevo en Derry, le dio unos de sus chocolates, sonrió, y observó alegremente cómo Beverly Marsh se veía tan linda bajo aquel brillante sol.

- Mmmm. Están muy bueno. Gracias. Que tengas unas lindas vacaciones, Ben.

- Igual, tú... Bev

Ella ingresó a la tienda, mientras que Ben quedó vulnerable a cualquier peligro. 

- Hola, Gorda.- Henry Bowers había llegado.- Vaya, se ven ricos eso chocolates, ¿me das una?, no, mejor dame todas, debes estar a dieta. Estás muy gorda, Porky.

- Tú las quieres... sí, las quieres.- Citó Ben algo tembloroso y con el corazón casi al cuello.- Las quieres... ¡Tenlas!

Ben arrojó los dulces a la cara del bravucón y comenzó a correr lejos de él, pero para su mala suerte, Patrick estaba justo a unos cuantos metros.- ¡¿A dónde vas, gordo?!- gritó Henry mientras corría hacia él.

A pesar de su obesidad, Ben corrió muy aprisa evitando caer en Hockstetter; y claro, los autos que en ese momento tenían el semáforo en verde le ayudaron a tener ventaja; Ben creyó perderlos en cierto momento, pero no se confió, su padre decía "nunca te confíes de algo, siempre asegúrate", así que siguió corriendo hasta llegar cansado y sudando al final del trayecto de los acantilados de Derry, justo ahí se encontraban unos muchachos.

- Wao, mira ese chico – avisó Richie a los demás – creo que el hipopótamo nos dejará sin agua, queridos amigos.

- Beep, Beep, Richie- dijo Stanley para que callara.

Ben Hanscom bajaba la colina a toda prisa, y en un descuido de sus pies, terminó rodando colina abajo. Richie estaba a punto de decir una broma de eso, pero todos lo miraron seriamente.

- ¿Qué? Soy el gracioso del grupo, es mi trabajo.

- Va-vayamos a ayudarlo. – Ordenó el gran Billy.

Cuando Ben dejó de rodar, les contó a Billy, Richie, Stan, y al pequeño Eddie (quien le había dado una botella de agua pura), cómo es que había logrado escapar de Henry y Patrick.

- ¡Demonios, amigo! Escapar de esos dos es como huir de la gripe, tarde o temprano te llega. – mencionó Eddie, lo cual no animó mucho a Ben.

- Tr-tr-tranquilo, puedes andar con-n nosotros... si qui-quieres.

- Claro, eres uno de nosotros mi grueso amigo. Bienvenido al Club de Los Perdedores.

- Perdedores...

-Así nos apodó Henry- explicó Stan - A Richie le gusta el nombre.

Ben siempre ponía su cara de tristeza cada vez que lo llamaban perdedor, pero en ese momento, su cara fue de una enorme felicidad, una que no tuvo desde que se mudó a Derry. Y así es como el Club de nuestros valientes amigos va tomando forma, y tarde o temprano, así como lo dijo Eddie, la gripe les iba a llegar, pero una gripe con muchas formas.


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