Capítulo 8: No todo es bello.

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Agnès permaneció callada sin saber qué decir ni qué pensar. Estaba completamente en blanco, una mezcla de emociones la atormentaban, quería olvidar lo que había pasado y confiar plenamente en Joseph, pero cada vez que esa posibilidad se acercaba, la imagen de Ryan aparecía en su cabeza.

—Amor, no creas que… Yo no quise besar a Rebecca, ella llegó y…

—Creo que es mejor que te vayas –Le interrumpió ella.

—No, Agnès, no.

—Por favor, Joe. Déjame pensar, ¿sí?, ahora tengo la mente bloqueada y si te digo algo, tal vez más adelante me arrepienta.

—Está bien, me iré. Sólo espero que lo que decidas sea lo mejor para los dos.

Joseph salió de la habitación, totalmente triste y abrumado por todo lo que había ocurrido. Él realmente amaba a Agnès y lo que menos quería era perderla.

Al salir, se percató de que algo andaba mal, no estaba solo en la habitación del gran ventanal.

—Pobre, pobre, pobre –una voz que ya conocía se escuchó desde las sombras. — ¿Se peleó con Agnès?

—Esto… Esto fue plan de ustedes, ¿no es así? –el escuchar la voz de su hermano, Nicholas, provocó que todo coincidiera entre lo sucedido hacia unos minutos con Agnès y lo del beso de Rebecca.

—Adivinaste, hermanito –Kevin le contestó, entrando a la habitación.

—Ustedes son lo peor que podría existir, ¿quién fue el cerebrito? –preguntó Joseph molesto, tenía los puños apretados, para así controlar el impulso de golpear a sus hermanos.

—Fui yo –le contestó Kevin. —Y todavía no termina el plan.

—¿No? –dijo Nicholas en un tono bastante inocente.

—No.

—Yo creía que sí.

—No, continúa el plan.

—¿Y qué más pasa?

—Cállate, Nick.

—Siguen siendo los mismos tontos de siempre –agregó Joseph, riendo un poco ante el comportamiento de sus hermanos.

—Prosigo –habló Kevin sin prestarle atención a lo que había dicho Joseph. —Desde ahora, no cuidarás más a Agnès, sólo nosotros tres lo haremos. Ahora tienes libre acción, puedes seguir con nosotros o irte. Y por si no te queda claro, no te puedes acercar a Agnès.

—No evitarán que vea a Agnès, no se saldrán con la suya.

—Ya lo veremos, querido hermano. Ahora vete.

Pasaron los días, Kevin, Nicholas y Rebecca hacían guardia permanente en la habitación. Era imposible para Joseph poder observar aunque fuera por un segundo a su amada y eso lo atormentaba más y más.

Hoy sería un día distinto a los demás, para este día estaba fechada la “liberación” de Agnès, pero los chicos no tenían planes de soltarla. Esperaban obtener hasta el último peso de la fortuna de los Dawson.

Amarraron de las manos a Agnès y le taparon los ojos para luego subirla a una camioneta. Joseph manejaba, Rebecca iba de copiloto  y los demás a los lados de ella. Los cuatro chicos tenían el rostro oculto al igual que la primera vez que Agnès los vio, exceptuando que, ahora llevaban gafas, no quería correr el riesgo de que los descubrieran por sus miradas, al igual que ella lo había hecho.

Llegaron al lugar de encuentro, un solitario bosque a las afueras de la ciudad, en el cual ya se encontraba Emmett Dawson, el padre de Agnès, esperándolos apoyado sobre su vehículo. Al verlos, Dawson se paró derecho, mirando fijamente a la camioneta que se acercaba a él. Una vez que se detuvo, de esta, bajaron dos chicos que se aproximaron lentamente hacia el empresario.

—Por fin nos encontramos, Sr. Dawson -Kevin fue el primero en hablar. —Es un placer.

—Para mí es todo lo contrario -Respondió Dawson, tratando de controlar el impulso de saltar sobre ellos para rescatar a su hija.

—Le conviene no ser tan descortés -Continuó hablando Kevin con una amabilidad impresionante, tanto así que Agnès, que podía escuchar todo desde la camioneta, dudaba que ahí estuviera el Kevin que ella conocía. —En la camioneta está su hija y cualquier locura podría llevarla accidentalmente al cielo.

—¿Tiene el dinero? -preguntó enseguida Nicholas.

—Lo tengo -respondió abriendo un maletín lleno de billetes. —Es exactamente lo que pidió, ahora, libérenla -dijo en un tono bajo pero desafiante. Una vez terminada la frase, una docena de policías aparecen armados de entre los árboles.

—¡Arriba las manos! -dice uno de ellos.

—Gran error, Dawson -habla Kevin calmadamente. Por atrás de él, aparece Rebecca con Agnès, apuntándole la cabeza con una pistola. ¡Maldita sea, por qué no estoy armado!, pensó Joseph, que desde el volante no podía hacer nada.

—¡Agnès! -gritó Dawson.

—Papá, no hagas nada loco, yo estaré bien -habló ella evitando que su voz se quebrara.

—Aléjense todos o su cabeza hará ¡boom! –El Sr. Dawson asintió y todos los policías retrocedieron lentamente. Kevin le quita la maleta de las manos y él junto a Nicholas corren hacia la camioneta, apartándose del lugar.

Ya de vuelta en la vieja casona, Kevin, Nicholas y Rebecca, celebraban por un plan completamente exitoso. Agnès estaba en su habitación y Joseph muy lejos de ella, para los demás ese día no podía ser mejor. 

Kevin salió a comprar unos tragos para celebrar, mientras que Nicholas y Rebecca se quedaron haciendo sus cosas de pareja. Joseph estaba en su cuarto pensando en cómo hacer para poder ver a Agnès y apenas llegó Kevin con las compras, su bombilla se encendió y una idea llenó su mente. Sacó de sus cosas unas pastillas para dormir, que lamentablemente no durarían mucho, pero serviría para un poco, y sin que los demás se dieran cuenta, los echó en sus vasos.  Cuando ya estaban dormidos, corrió hacia donde estaba Agnès, quien se encontraba acostada pero aún no lograba dormir.

—¡Joseph! -exclamó ella un poco asustada, después de que él entrara a la habitación. —¿Qué haces aquí? Creí que ya te habías olvidado.

—Jamás lo haría –dijo tomándole suavemente las manos. —No había podido venir, los chicos lo saben todo.

—¿Qué?

—Lo saben, todo esto fue un plan para que te enojaras conmigo. Han estado evitando que yo pudiera verte durante todos estos días.

—Y ahora… ¿cómo pudiste venir?

—Los hice dormir con pastillas, lamentablemente no tendremos mucho tiempo, pero esta noche, mientras ellos duermas, los dos no iremos de aquí. Claro, si tú quieres.

—Claro que quiero –ella sonrió, tomó suavemente el rostro de él para acercarlo al suyo y darle un tierno beso.

—Exactamente así los quería encontrar.

Secuestrada por los Jonas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora