El segundo autobús se retrasó aún más si cabe. Llegué quince minutos tarde a clase, lo que es irrelevante, porque eso no me me importaba en absoluto. No tenía ni la más mínima idea de si los retrasos o ausencias repercutían en la nota. Algo más para añadir a mi lista de 'Cosas que no me importan una mierda'. Realmente no tenía esa lista, era algo que me habría propuesto hacer, pero que como todo, nunca cumplía. Mis ganas de morirme le quitaban todo el peso a mis ganas de hacer algo, que eran nulas.
Podréis pensar que si tanto deseaba morirme recurriese al suicidio. Pero esa no era una opción, no al menos para mi. Se suele decir que el suicidio es la acción más valiente, ser capaz de terminar con tu vida. Pero para mi esa era la escapatoria fácil y no era habitual en mi ir a lo fácil. Prefería vivir hasta el resto de mis días en un continuo engaño o con unas desesperanzadas ganas de vivir, que seguir el camino fácil al que acudían los incapacitados o cobardes. Y no tenía miedo ninguno en lo que la vida, por llamarlo de alguna manera, me deparase.
Reflexiones a parte, entré en la celda de Economía. Esta vez no tuve la suerte de poder sentarme en la última fila, pues ya estaba ocupada, así que me senté en la tercera fila. Tenía al profesor demasiado cerca y eso me incomodaba. Estaba acostumbrada a sentarme al final del todo y sola, la mayoría de las veces. Cuando escuché el anhelado timbre que anunciaba el fin de la clase, cogí mi cuaderno que no había abierto en toda la clase, lo metí en la mochila y salí al pasillo hacia la celda de Literatura Universal.
Quería entrar de las primeras con el único objetivo de coger uno de los pupitres de última fila, con rápidos andares me dirigí hacia la puerta cuando me tropecé con una chica y acabamos las dos en el suelo.
- Serás imbécil, ¿no tienes ojos en la cara? ¡Mira por donde vas puta friki!
Estaba muy equivocada si pensaba que me iban a afectar en algo sus palabras, ni siquiera había visto su cara porque estaba recogiendo sus libros, pero esa femenina y aguda voz era tan irritante como la persona de la que salía. Oí las risas de todas sus amigas. Ella se levantó, yo alcé la vista y pude comprobar como efectivamente esa chica era irritante, más bien odiosa. Se llamaría Zorra a partir de ahora. En ese momento me sentí por los suelos, literalmente, e infinitamente inferior y eso me hacía sentir más muerta de lo normal. Entonces oí la voz de otra chica, Zorra 2, una de sus tantas zorri-amigas.
- A parte de ciega, gilipollas. Discúlpate ya que no tenemos toda la mañana.
Zorra 2 era esa chica que se había montado en la moto con Michael el día anterior. Su actitud altiva era tan odiosa como ella. Verla me había vuelto a producir la misma sensación sumando una de repulsión. No necesitaba conocerla para saber el tipo de persona que era. Me dí cuenta de que eran celos, y no de su despampanante físico.
No pude contestarla, no porque la temiese, sino por la impresión de la situación y de la forma tan inesperada que había ocurrido todo. Tampoco pensaba pedirla disculpas. Recogí los libros, me levanté, se los devolví a Zorra 1 que los recibió de mala gana, con gesto de desprecio y Zorra 2 se alejó mientras el resto de sus zorri-amigas la seguían y oí sus risas, mofas y burlas hacia mí.
Estaba furiosa y necesitaba desahogarme. No estaba en condiciones de entrar a la siguiente clase, decidí ir al baño, esconderme ahí y aprovechar para seguir leyendo mi libro hasta la hora del recreo. Quien se cruzase en mi camino debía tener miedo, pues intuía que poco me faltaba para explotar. Tenía un orgullo, aunque mi dignidad estuviese por los suelos y hasta que no liberase toda esa tensión y le devolviese a esa zorra su merecido no estaría en paz.
Saqué el libro que estaba leyendo de la mochila. Cuando pasé justo por la puerta del baño de los chicos, tuve la mala suerte de chocarme con otra persona, esta vez de sexo masculino, y mi reacción fue, si no la misma, parecida a la que había tenido ella conmigo.
- Joder, ¿que clase de problema tienes? ¿Te cuesta mucho mirar por donde vas? Gilipollas.
Esperaba una respuesta vulgar, que habría sido lo normal, sin embargo cuando miré me encontré con una brillante sonrisa increíblemente bonita pero a la vez incómoda, tanto que parecía el anunciante de un blanqueante. Podía oir su risa, que a simple vista era lo único que no me atraía de él. No era muy alto, un palmo más que yo probablemente. Sus ojos de color miel al igual que su cabello, peinado ligeramente hacia la izquierda. La piel morena. Vestía con una chaqueta ancha con el logo del equipo de football del instituto. La chaqueta no daba lugar a poder ver su cuerpo ni a relucir su aparente buena forma física, pero si a la imaginación. Cada detalle en el que me fijaba me atraía más pero como he comentado, su risa era lo único que no me fascinaba de él, es más, esa risa tan aguda, nerviosa y extraña me echaba hacia atrás. Pero ese chico no me imponía ni me hacía sentir incómoda, y eso me gustaba. Parecía algo chulesco, pero buen chico.
Por alguna razón llevábamos casi medio minuto mirándonos y ninguno de los dos se había decidido a romper ese incómodo pero también seductor silencio. Podría pasar el día entero mirándole y por lo que intuía, él también. Seguían pasando los segundos y pasó de ser un silencio seductor a un silencio idiota y vergonzoso. No estaba nerviosa pero tampoco sabía que decir. Necesitaba romper ese silencio aunque quedase como una tonta.
- Bueno, y bien... ¿Piensas decir algo?
- No se que decir, es que me has dejado sin palabras y eso es raro en mí. Me llamo Christopher, pero para tí Chris. ¿Nos conocemos de algo? Me suena haberte visto por ahí.
- Bueno, a parte de que acabo de conocerte cuando casi me tiras al suelo, es lógico que me hayas visto "por ahí" venimos al mismo instituto.
- ¿Estás segura? Yo nunca olvidaría una cara tan bonita.
Fue justo en ese momento cuando mi cara de "tontita" pasó a la cara de pocos amigos.
- ¿Éste es gilipollas? - me pregunté.
Definitivamente si que era gilipollas. Esa maldita última frase había roto todo el momento. Típica de un chico haciéndose pasar por un galante conquistador con el único fin de conseguir lo que todos sabemos. Ese no era mi estilo y ese Chris, ahora Christopher, había dejado de serlo también. Después de ser partícipe en una escena similar a cualquier novela romántica con el típico cruce entre dos individuos de distinto sexo, con la caída de libros, el intercambio de miradas, con las sonrisas tontas, las presentaciones... Después de todo eso dijo una éstupida frase, alguien dijo "¡Corten!" y ahí acabó la escena.
Cogí mis cosas, me dirigí hacia el baño y le dije:
- Adiós Christopher, ya te veré por ahí. Intenta acordarte de mi cara para la próxima si no es mucho pedir.
Pude ver su cara de resignación por no haber sabido jugar bien sus cartas, probablemente no jugábamos con la misma baraja, ni siquiera estábamos jugando al mismo juego. Ni en la misma liga.
- Ni siquiera me has dicho tu nombre, ¡dame tu número al menos!
Y cerré la puerta del baño, justo en su cara.
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No me sueltes
RomansaMe llamo Eris, tengo 16 años. Una adolescente corriente en principio. Mi vida no ha sido un camino de rosas, pero eso es lo que me ha llevado a ser fuerte. Estuve en lo más bajo, pero sí, logré salir. Todo cambió el día que una persona llegó a mi vi...