11. Invitación

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Mike se encontraba saliendo de clases. Algo realmente bueno para él, ya que ese día se había levantado un poco insoportable. Ni él sabía a qué se daba.

Desde el día del súper no dejaba de pensar en el por qué la chica le había dado la botella de licor a Milo. Pero después de un rato se prohibió pensar en eso.

Llegando a casa, no escuchó ningún ruido. Tal vez era que Milo no llegaba de la prepa.

Solo faltaban quince días para que su madre llegara y eso estresaba más, que aún faltaban cuatro semanas para hacer almuerzo, comida y cena. Agotador.

Lo bueno que a Millie la dejaron a cargo de la tía May.

Él hecho de que Milo no le ayudara, es porque Milo era realmente un desastre en la cocina. Pues la última vez que hizo hacer algo de comer le puso azúcar en vez de sal a la comida.

Antes de que se pusiera manos a la obra, se acostó un rato en el sillón. Cerrando un rato los ojos.

—Mikye, Mikye. ¡Mikye!—gritó Milo.

Mike asustado levantó la cara, dándose un cabezazo con Milo.

—¡Qué tonto!—gritó este último frotándose la nariz.

—Tú culpa—fue todo lo que dijo Mike.

Mike se acomodó en el sillón y se flotó la cara. Miró a su mano izquierda donde posaba un reloj.

Abrió los ojos al darse cuenta que iban a ser las las siete de la tarde.

Milo a ver la cara de preocupación de Mike dijo rápidamente:

—Ya comí, de hecho, comí de maravilla.

—¿Ahora que hiciste Milo?—preguntó Mike frustrado y volteando rápidamente donde se encontraba la cocina.

—¡Nada! Enserio. Iba caminando de venida del colegio y me topé con Sam y su agradable primo Elliot. Entonces mi panza gruñó del hambre y Sam y su primo me invitaron a comer.

—¿Literalmente sonó? ¿Enserio?—preguntó incrédulo.

—Bueno, no exactamente. Pero ellos si me invitaron a comer—hizo una pausa—. Si, si. Hasta los invité para mañana a comer helado que hacemos los dos.

—Bien—dijo este dando un suspiro de que Milo no hizo ni una travesura. Pero algo preocupado por helado, no es que los hiciera mal. Pero había los ingredientes suficientes como para hacerlo.

Pero en eso no había problema, podía ir al súper.

EN MI MENTE Y EN SU CORAZÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora