-Narra Andy-
La claridad que entra por la ventana hace que me despierte. Me duele todo el cuerpo y la cabeza me va a estallar, apenas recuerdo lo que pasó ayer; se me vienen a la cabeza imágenes pero no por que terminé aquí, como siempre.
Escucho gritos provenientes de la parte baja de la casa. Es Riley y su madre. Otra vez no por dios.
La última vez que intervine me llevé de recompensa insultos varios de su madre y un bofetón de su padre. Riley estaba chillando, al borde de un ataque de pánico, pidiéndome que no haga nada y me vaya. Esa noche me la pasé en su jardín, justamente bajo la ventana de ella. Su luz estuvo encendida toda la noche al igual que su llanto. No paraba de debatir conmigo mismo de si tirarle piedras o subir de alguna manera a su habitación cómo las típicas películas de adolescente o quedarme en el sitio, sin hacer nada, como siempre tendría que haber hecho.
Riley no fue así siempre; la primera vez que la vi fue en un botellón que hicieron los del último curso en aquel entonces. Era una cría; una cría preciosa. Aquella noche salí con mi antiguo grupo de amigos a ver que se cocía en aquella fiesta. No había probado el alcohol hasta entonces. Me acuerdo cómo mis amigos y yo intentábamos sorprender a su grupo de amigas. Marco, el único amigo que mantengo de aquel grupo, consiguió pillar una botella de whisky de la fiesta y tuvo la gran idea de ir hacia el grupo donde se encontraba la morena de cabello largo para hacernos con ellas. El plan no tenía ni pies ni cabeza pero todo por sorprender a unas niñatas de 15 años al igual que nosotros así creernos los reyes de la patética fiesta y hacer que babeen por nosotros. Me acuerdo perfectamente de la cara de Marco al probar por primera vez el alcohol; su cara de asco por el ardor era lo más, tardó solo segundos en ponerse rojo al penetrar el amargo liquido en su garganta. En mi caso, no era una experiencia demasiada nueva. Mi padre llevaba un negocio de licores y vinos. Una que otra vez le había robado alguna botella de alcohol para ahogar mis patéticos problemas de 15 años. Fueron menos patéticos cuándo compartía las mismas botellas con mi madre y el que se bebía menos de la mitad era yo. Cada vez, faltaba más botellas de la bodega. Cada vez, me resultaba más familiar el sabor del dichoso alcohol y los efectos de aquel. A día de hoy no sabría decirte si hubiera sido mejor no haber bebido o haberlo hecho y así no tener la capacidad cómo para enterarme de las broncas de mis padres porque el negocio familiar estaba en la ruina o porque mi madre y su problema con el alcohol contribuía a ello.
Esa noche, me fijé especialmente en ella. Tenía algo que me resultaba familiar sin haberla conocido. Era guapísima, su pelo oscuro era largo y ondulado; sus ojos estaban llenos de vida y su caracterizado color marrón te dejaba hipnotizado; era delgada, pero no se notaba sus frágiles huesos tras la piel morena. Reía sin parar y se contoneaba a cada rato. Decidimos acercarnos a ellas, estaban alejadas unos cuantos metros de el botellón, Riley estaba pegada a un árbol del cuál se convirtió después de un tiempo en nuestro sitio para vernos. Me acuerdo cómo las chicas intentaban coquetear tontamente con nosotros menos ella. Daba igual cuántas chicas me clavasen la mirada esa noche, yo quería descifrar a Riley. No me miró en lo que llevábamos de noche y yo no paraba de clavarle la mirada a ella. No articuló palabra desde que me presenté delante suya. A una de las chicas se le ocurrió el juego más tonto que había escuchado hasta el momento; pasar la botella y el que consiga beber más sin parar, tendría cómo recompensa pasar quince minutos con la chica o chico que quisiese detrás del árbol que teníamos hacía nuestra derecha. No sé ni porque acepte, o tal vez por poder ganar un tiempo con aquella chica. Después de Marco era mi turno; era irónico que estuviese jugando a algo que hacía últimamente. Recuerdo cuándo mi padre se puso hecho una furia porque faltaba una botella de vino. Una botella de vino especial. Era la botella de bodas de mis padres. Y delante de él, me la bebí sin despegar en ningún momento los labios de esa asquerosa botella de vidrio decorada con un lazo y una tarjeta que ponía sus nombres y el día de ese gran error.
Marco me ofreció la botella avergonzado por no poder ni dar medio trago. No lo culpo, ojalá poder ser cómo él y parecerme asqueroso lo que contiene la botella. Observo el circulo que habíamos creado para el juego y solo quedábamos Riley y yo. Comentaban que si la botella no se acababa, habría otra ronda. Cogí la botella, quedaba un poco más de la mitad. Os mentiría si os dijese que me gustó o que me pareció divertido. A mi no me gusta beber, no me gusta sentir sus efectos, odio que me queme la garganta. También me odio a mi. Me odiaba. Ya no bebo tanto cómo antes, se controlarme. Alguna que otra borrachera, algún que otro porro; pero no pasa de ahí.
Parece que fue ayer cuándo Riley de repente me despegó la botella de los labios para llevárselo a los suyos. Su mirada estaba clavada en la mía mientras el alcohol invadía su ser hasta acabar con ella por completa. Desde aquel día supe que era fuego. Que éramos fuego.
-¡Vete inmediatamente de mi casa!- ¿Qué coño? Ni me acordaba de que Riley estaba discutiendo con su madre, puto alcohol, puta resaca.
-¿Cómo coño me dejaste drogarme anoche Andy?- Está apunto de explotar, tiene los ojos rojos y la voz quebrada. No es capaz de quedarse en el sitio mientras intenta buscar explicaciones a lo de anoche.
-¡Riley me llamaste tu! ¡Estoy aquí porque anoche me llamaste!- Con ella todo es confuso, después de un año juntos soy incapaz de seguirle el ritmo.
-¡Andy estoy mal! No eres capaz de entender que no estoy bien de la puta cabeza, que todos los días deseo dormir y no despertar, que si te llamé anoche es porque esos pensamientos me invadían y tú eras lo que me podría rescatar pero ¡No! Me hundes más, me llevas a lo más oscuro. ¿A quién quiero engañar? Cómo el cabrón que me arrastró hasta esta mierda me va a rescatar? ¡Mírate! Sin tener donde ir en la cama de una puta loca suicida drogado hasta el culo.- No termina de herirme cuándo va derecha al baño de la habitación a vomitar. Intento levantarme lo más rápido posible, pero Riley tiene razón, estoy drogado hasta el culo y no soy capaz ni de dar un paso. Ya he llegado al baño sin darme cuenta y me tengo que apoyar en el marco de la puerta para sostenerme. Esta tirada en el suelo, está abrazada al váter y su cabeza está apoyada en él. Está pálida y tiene los ojos cerrados. Querría limpiarle el resto que tiene en sus quemados y secos labios de haber vomitado y llevarla de nuevo a la cama. Pero ni yo mismo soy capaz de volver a la cama.
-Andy vete-. Su voz suena apagada y sin fuerza, ¿Cómo una chica como ella ha podido convertirse en esto?
-Andy...¡Vete!- Esta vez si abrió los ojos, los tiene inyectados en sangre y morados. Agarra el váter con más fuerza y se arrima más a él. Está tiritando y está a punto de desearme la muerte otra vez.
-Vendré a la noche a verte, métete en la cama y no hagas nada.- No contesta, no se mueve, no se inmuta ni lo más mínimo. Está agotada. No tiene más fuerzas. Pero no niega mi visita.
Me dirijo a la habitación como puedo y me visto. Me pongo los vaqueros negros y cuándo voy a ponerme la camiseta, recuerdo que a Riley le encantaba. Vino conmigo a comprarla, ya que una parecida a esta se la quedó ella. Le quedaba genial. A ella le encanta el grupo ACDC por lo que todo lo que tengo de ese grupo, se lo queda. No niego que me lo compro con la intención de que ella lo luzca. No hay mayor placer que verla con mi camiseta puesta por las mañanas. Tapándole sus hermosas caderas anchas y sus pequeños pechos.
Siempre intento comprarme la ropa una talla más de la mía como para que le quede justamente por encima de las rodillas así haciéndole una hermosa figura de la que ya tiene. Cojo una de las que se quedó del armario y me la pongo. Tiene la habitación hecha un desastre y lo peor de todo, hay restos de lo que pasó ayer por el suelo. Decido recoger todo antes que ella se adelante y castigue aún más su cuerpo. Busco entre las sábanas por si hubiera algo más y lo hecho todo en la misma bolsa de plástico que estaba toda esta mierda. Estiro torpemente las sábanas para que pueda descansar y decido irme. La veo desde la puerta, está intentando hacerse una coleta para poder apartar el cabello de su abusiva imagen.
Sera mejor que me vaya con esta puta bolsa llena de plástico. Los dos somos un estorbo ahora. Y siempre.
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Ily
Roman d'amourSiempre serás las cuerdas de la guitarra que nunca te dejé tocar con mis dedos. Siempre serás la melodía que hará mi corazón vibrar. _____________________________________ No todo es como queremos o imaginamos. A veces los estereotipos, lo que pensa...