Capítulo 11

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Toca la sirena. Es la hora libre. Salgo de clases de literatura y me dirijo al expendedor que hay en la esquina del pasillo. Inserto el dinero correspondiente y saco un bollo de crema. No hay nadie en el pasillo, todos se van corriendo cuando la sirena se hace sonar y hace de este un silencio como si de un apocalipsis se tratase.

Me apoyo en la pared y dejo mi cabeza reposando en la máquina expendedora. Abro el bollo rosado relleno de crema y saco el móvil de mi bolsillo trasero.

Abro Instagram e investigo en el misterio que tanto me está perturbando. Busco el perfil de Andy y efectivamente, le di a seguir, ¿en qué momento? Problemas de adolescentes de hoy en día.

No me importa haberlo seguido, no me importa que no me lo haya devuelto ni que me haya escrito.

Abro el mensaje y lo leo tres veces , ¿de qué va este chico? Lo dejaría en visto pero parecería algo borde y tengo que llevarme bien con él pues, nuestra calificación en música depende de los dos.

Noto como alguien trastea la máquina, estaba tan en mi mundo que ni me dí cuenta que había alguien. Pego un brinco y miro a aquella persona que ha sido tan amable en pedirme que me apartase.

La chica está angustiada, no para de darle al mismo número mil veces.

-¿Necesitas ayuda?  Le digo. Me mira y vuelve la vista a la máquina.

-No soy capaz de sacar la botella, nada me está saliendo bien hoy.

Se trata de una chica alta, muy delgada y blanca de piel tirando a pálida. Su pelo acaba en sus pequeña cintura. Una melena larga, lisa y rubia. Tiene los dos mechones delanteros tintados de rosa. Sus ojos son azules y achinados. Me llama mucho la atención. Su rostro es ocupado por varios piercings.  Su labio inferior presume también de aro.

Intento sacar el dinero. Nada. Miro cuánto vale la botella de agua que quiere, meto las monedas suficientes y marco el número, espero a que salga. Nada.

Miro a la chica y presiento que no se a enterado de nada pues está a mi lado pero viendo el teléfono y por la cara que tiene, tiene que ser importante.

-Pues veo que nada.. Digo para que vuelva a la realidad. Me mira, y se sienta al otro lado del pasillo.  Suelta el móvil en el suelo y esconde  la cara entre las piernas. Sin pensarlo, me siento a su lado.

-¿Puedo ayudarte en algo? Me mira con cara de preocupación y a continuación mira al frente fijamente.

-¿Cuánto llevas en este instituto? Me pregunta masajeándose la cabeza. -Bueno, es complicado. Llevo aquí desde el principio, pero falté un año entero en concreto el año pasado. -Entonces, no tienes ni idea de quien soy, ¿verdad? Pregunta con duda, con angustia como si mi respuesta determinara algo.

-No, la verdad es que ni idea. Digo y le doy el primer bocado al dulce. Me mira y le ofrezco, lo rechaza.

-¿Cuánto llevas tú aquí? Le pregunto pero se hace silencio en aquel pasillo de nuevo hasta que la sirena vuelve a sonar.

Mira el teléfono apurada: -Me tengo que ir. Adiós.

-Pero hay clases ahora. Se levanta, se sacude el pantalón, se arregla el cabello  y se va corriendo.

No tengo ni idea de quien es esta chica, pero la conocí lo suficiente como para que me preocupe, como para que me angustie como ella. Que chica tan rara a la vez de hipnotizante.

-Narra Riley-

La cabeza anestesiada. El corazón a mil por hora. Siento que de un momento a otro saldrá por mi boca. Me duele los pies y el costado. Me paro y me arrodillo. No puedo más. Me falta el aire. Una sensación familiar sin necesidad de correr.

-Miradla, la puta yonki. Dice el gilipollas de Kell acompañado de sus amigos; los reyes del barrio.

-¿Vas a hablar tu de yonki? Digo y se acerca hacía mi.

-Medio gramo cien euros. Me dice en voz baja y vigilando que no nos mira nadie. Sigo arrodillada. Sigo sin poder respirar.

-Joder Kell te pasas, ¿de dónde mierda saco cien pavos ahora?

-No te estoy diciendo que me lo pagues ahora. Somos socios ya. Te doy tu tiempo. Saca una pequeña bolsa de plástica llena de polvo blanco por la mitad.

-Es buena. Me la trajeron no hace mucho.

-Me da igual Kell. La cojo y la meto en el bolsillo del pantalón. -Te la pago esta semana.

-Muy bien jefa, me gusta trabajar contigo.

-Vete a la mierda.  Digo y cruzo la carretera. Noto como me vibra el pantalón. Saco el teléfono. Es Andy. Tengo doce llamadas perdidas de él. Seguro que me está buscando por todos los alrededores del instituto.

*Acepto la llamada entrante*

Esta llorando. -Riley, donde mierda estás, te estoy buscando. Me recorrí todo el barrio en moto.

-No será así cuándo ni me encontraste. Soy gilipollas.

-Riley, ¿enserio me dices eso? Esta mañana estabas bien...  No dejo que acabe: -Nunca dije que estaba bien esta mañana. La vuelvo a cagar.

-Riley, quédate donde estés. Te voy a buscar.

-En Well shop-.

Silencio.

-Mierda. Dice.

-Mierda. Digo.

IlyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora