Capítulo 15: Arte y las dos fuentes humanas

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El éxtasis de las drogas, por los siguientes días, llevó a los cuatro jóvenes a hacer locuras inexplicables. Durante la luz del día o la oscuridad de la noche, ellos repitieron el acto sexual tantas veces como lugares diferentes pudieron encontrar para hacerlo. Incluso afuera de la casa, al aire libre del reino, bajo las narices de los súbditos caminaban y follaban desnudos, usando las conveniencias de un hechizo de invisibilidad. En frente de la plaza local, sobre la estatua, dentro de las tiendas públicas, nadie podía verlos ni tocarles, pero si escucharles y por eso muchas veces los ciudadanos miraban hacia donde ellos estaban, haciendo que aumentara la adrenalina que tenían por el riesgo de ser descubiertos.

Entre el grupo se encargaron de alimentar los unos con los otros, el gusto de follar en lugares públicos. Una y otra vez se aseguraron de repetir las posiciones que le gustaban más. El culo de los cuatro, incluyendo a Rey, ya estaban bien preparados para recibir buenas embestidas de cualquier criatura que se les interpusiera en el camino. Pero Sam y Elena desarrollaron un problema de incontinencia de lo abierta que estaban, lo cual conllevo a medidas que Juliet y Rey se vieron obligados a tomar con la intención de poder garantizar el seguir disfrutando.

En el siguiente día, Sam y Elena salían por las calles a hacer las compras rutinarias. Y, aunque escondían sus rostros, poco podían disimular que las dos llevaban una verga encajada en su culo por dondequiera que anduvieran. Tampoco lo infladas que estaban sus barrigas.

—¡¿Las señoras están embarazadas?! Es como si les hubieran crecido las barrigas de la noche a la mañana, —dijo un ciudadano refiriéndose a las barrigas pronunciadas que tenían las dos chicas.

—No seas indiscreto —replicó otra persona.

Tanto Samantha como Elena escucharon el comentario, pero hicieron caso omiso. Pues sí, sus barrigas habían crecido literalmente en la mañana. Que, ¿cómo era esto posible? La respuesta se podía resumir en una palabra, enema.

Mientras que tanto Rey como Juliet se mantenían invisibles detrás de las dos chicas que avanzaban con coordinación para impedir que se les salieran las vergas que hacían como tapón de trasero, la rubia como la trigueña podían recordar lo que había hecho antes de salir de la casa.

...Dos horas atrás...

—Mira Juliet, lo bien que se han portado. Que aún tengan los juguetes que le dejamos anoche en sus coños es todo un logro.

Creo que hoy, más que nunca, merecen un premio... —dijo Rey tras preparar el desayuno y dárselo de comer a Samantha de cucharada en cucharada.

En la mañana las dos chicas estaban desnudas, amarradas por las manos, de forma que quedaron forzadas a dormir de pie lo poco que durmieron. Sin mencionar que llevaban puesto un collar y una venda para los ojos, las dos abrían las bocas y sacaban la lengua como buenas perritas que eran. Casi llegando al suelo, de adelante hacia atrás se mecía lo que parecía ser un péndulo que estaba enchufado justo al interior de las dos féminas.

—Creo que sí, hasta se puede decir que ya no tienen el coño tan abierto y desfondado como lo tenían antes. Los ejercicios de kegel han dado buenos resultados —respondió Juliet en voz baja. Con sonrisa picaresca también ofreció una cuchara de comida a Elena.

—Amo, en verdad he hecho lo más que he podido, por favor dame un premio... —suplicó Elena, apenas masticó y tragó los huevos revueltos que le habían dado en una cucharada.

—Mantenerse apretando un objeto de tres libras mientras duermes, con los músculos de tu coño, es un logro. —dijo Rey—. Si no hubieran decepcionado, tanto yo como Juliet estaríamos muy decepcionados. Un severo castigo les esperaba a ustedes si hubiera dejaran caer al suelo los objetos que con tanto cuidado les introducimos en sus vaginas.

Una casa y cinco jóvenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora