Capítulo 11: Esclava, esposas y dolor

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La trigueña miró de reojo y lanzó una sonrisa libidinosa al notar la rigidez del miembro del chico. Que a Rey se le mantuviera levantada por verle el culo le daba una sensación de orgullo que reafirmaba los cimientos de su autoestima. Que a pensar que le estaba chupando el trasero a su amiga y pudiera verse asqueroso a miradas ajenas, a él le gustaba y era todo lo que en ese momento importaba.

Rey veía cómo el culito abierto de Samantha le llamaba de forma desesperada. Pero se detuvo un momento, él estaba tan cerca que podía observar la oscuridad en el interior del pequeño agujero. Oler el aroma de un coñito abierto. Saborear los colores de una piel rozada y humedecida. Él sentía que no podía aguantar la tentación de pasar su lengua por toda aquella raja hasta llegar al culo de Samantha. Y así lo hizo.

—¡Aaaah! —gimió Sam al mismo tiempo que empezó a reírse—. ¡Qué lengua esa, no! No... ¡No pares, por favor! —le dijo con excitación—. El dolor de mi coño se desvanece y solo queda placer... ¿Qué es esto, Rey?

—Lo que sintió Juliet —dijo él, justo antes de hacer que su lengua creciera y entrará a explorar cada espacio de aquella vagina bien abierta y dilatada.

Rey se quedó ahí, disfrutando del sabor del coño de Samantha mientras encajaba toda su cara en el culo de esta.

Samantha separó sus piernas y se empinó aún más, como quien en verdad intentaba que la lengua del chico le llegara hasta lo más profundo de su agujero. Valiéndose de su mano izquierda, la trigueña tiró de los cabellos de Rey para llevar la lengua de este más adentro. En ese momento a ella no le importaba que el chico no pudiera respirar, que la situación fuese indecente, o que en alguna manera le pudiera hacer daño, si no que quería sentir placer y agarrar ese orgasmo que se le estaba asomando.

Toda la lengua de Rey estaba perdida dentro del coño de Sam, su nariz dentro del culo de la chica y su mentón rozaba el clítoris que se le restregaba casi que con furia de arriba hacia abajo. Requiriendo respirar, él se alejó un poco. Su nariz salió de dentro de aquel esfínter y en segundos volvió a hundirse más adentro que antes.

Sam siguió restregándose contra aquella cara y con la mano que sostenía los cabellos aprovecho para adentrarse tres dedos en el culo y abrirlo.

Como si los dedos fueran la llave, Sam llegó a alcanzar lo que estaba buscando. El dulce y reconfortante orgasmo que le hizo estremecer los pies. Al borde de caerse, la chica rebusco entre sus memorias y no recordaba haber tenido la oportunidad de venirse usando la cara de alguien más. La sensación era peligrosa, le daba un cierto sentido de poder en la situación y le hacía pensar que se sentía tan bien ensuciar de sus fluidos vaginales la cara tan preciosa que tenía Rey.

—Ufff... este culito está pidiendo verga, ¿no es así? —dijo Rey tras reponerse—. ¿Quieres que le ponga lubricante a mi verga? —preguntó.

—No... creo que con la saliva de tu lengua es suficiente — respondió Sam, aferrándose al culo empinado de Elena, cuál si fuese un náufrago que debía de sostenerse a algo para mantenerse a flote y no caer en el fondo del mar.

Rey se irguió sobre sus rodillas, respirando y viéndose como un dragón enfurecido, acercó su verga hinchada al culo de la trigueña y de un tirón, él penetró el agujero hasta golpear violentamente sus huevos contra el coño de esta. Que su cara fuese cabalgada por el coño y el culo de una mujer, que su vida estuviese a los límites de morir asfixiado, le hizo sentir bien excitado. Eufórico por semejante momento, Rey se limitó a mover su miembro de adentro hacia afuera, una y otra vez, con fuerza, violencia y desgarganté.

—¿Por qué no me duele? ¿Qué es esto? ¡¡¡Se siente bien, pero no tan bien como antes!!! —preguntaba la trigueña, quien estaba acostumbrada al terrible dolor de culo que provoca una penetración tan violenta y sin mucha lubricación como aquellas—. Tu saliva funciona con las heridas, Elena me rompió un poco el culo y ahora el efecto anestésico contra el dolor se vuelve efectivo... Puedes quitármelo...

Una casa y cinco jóvenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora