Capítulo 7: Verte comiéndole

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Aunque los gritos eran del placer, perfectamente podrían estar combinados con dolor cosa que hizo a Elena anticipar la situación y obligar a que las piernas de su amiga bajarán y con un fuerte agarre a la cintura de esta, impedir que escapara en caso de que lo intentara.

Rey, con una sonrisa en su rostro, tomó las manos de Juliet para también tirar de esta. Era la primera vez que sentía como su verga se abría camino hacia el interior de un agujero casi cerrado. Como si la carne y el frenillo de su pene fueran a romperse y retroceder en cualquier momento al mismo tiempo que su glande sentía los latidos de un corazón, él siguió encajando su hierro en el agujero.

—¡No me duele! ¡Ni me quema este hierro caliente que me estás metiendo! —Grito Juliet con lágrimas en los ojos—. ¡Sigue y no te detengas! ¡Ayúdame a clávame toda esta verga!

¡Ahhhhhh!

"En verdad se está esforzando." Se dijo Rey, enternecido por la dedicación de Juliet. "De no haber arreglado su condición médica, ella se hubiera muerto al meterse esta cantidad de mi verga en su cuerpo. Pero ahora, con un coño que perfectamente puede traer a la vida algo tan grande como un bebe de nueve libras, mi verga tiene espacio para ser asimilada."

En el momento en que la pelirroja dejó de apoyar el peso de su cuerpo con sus pies y literalmente se sentó sobre la verga erecta de Rey, Elena asumió que la penetración no sería una tarea fácil. Aun así, obedeciendo los gritos desgargantes por parte de la pelirroja, la rubia forzó a su amiga a bajar más, hasta que todo el cuerpo de esta dio un paso hacia abajo.

El coño de la pelirroja cedió y partió de una, asimilando más de la mitad de la verga de Rey. Con la cantidad suficiente de verga dentro de su raja, Juliet pudo apoyar sus rodillas sobre la cama, cosa que le hizo aguantar la respiración por los calambres tan intensos que casi le doblaban las piernas.

Elena quedó observando un hilo de sangre brillante que bajaba por el tronco del pene de Rey, aun así, no lo pensó dos veces y comenzó a chuparle el culo a la pelirroja que hacía lo más humanamente posible para no moverse.

Juliet se mordió el labio inferior hasta hacerlo sangrar, su cara se enrojeció, y las venas se le salieron por el dolor de soportar partirse en dos. Aun así, ella reía de placer, tanto que podían llamarla loca.

Con más fuerza que habilidad, Rey cargó el cuerpo de la pelirroja para llevarse el coño abierto y sangrante hasta la boca.

Haciendo que su lengua creciera lo suficiente como para extenderse y recorrer el interior de la pelirroja, él lamió, chupo y trago varias veces, reparando los daños y desgarros que ahí estaban. Haciendo de la cueva un lugar más hospitalario para su verga.

Elena, arrancada de su plato favorito, se armó de mucha paciencia y vio todo esto impresionada, claro, moviendo a un lado la verga enrojecida a punto de estallar.

Una vez Rey terminado con sus tareas orales, regresó a Juliet de vuelta sobre su verga y le dejó caer para enterrársela por segunda vez, más fuerte que la primera.

"Ahora sí", se dijo Rey quedándose más tranquilo.

Una vez más la magia del placer que sustituyó al dolor se dio lugar dentro del órgano amatorio de la pelirroja que reviro sus ojos hasta perderlos. Elena, con su plato de vuelta, no se contuvo tampoco y como curiosa que era, adentro dos de sus dedos en el culo de su amiga para sentir de otra forma la verga que procedería a entrar y salir.

Despojada de tener que aguantar la hiriente sensación de frotar una cortada abierta, Juliet no tenía más que hacer que no fuera portarse bien y entregarse al placer. Notando sensaciones tan únicas como nuevas, sus tetas perforadas se pusieron muy duras. Cogiendo y tirando de sus pezones, Jul comenzó a moverse por sí sola sobre aquella gruesa verga, que más que un hierro, ya era todo un manjar que su coño no quería dejar de comer y tragar. La pelirroja subió y bajó, una y otra vez, rápido y lento, hasta sacarla y luego enterrarla tanto como para chocar sus nalgas contra la base. Por primera vez en su vida, se notaba que la pelirroja no podía parar de disfrutar y poner atención a todo lo que podía sentir su coño con cada nuevo movimiento. Gimiendo, mugiendo y resoplando, Juliet no era capaz de controlarse por el placer que estaba experimentado entre sus piernas.

Una casa y cinco jóvenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora