Capítulo 18: Cuatro, más siete en uno

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Arte respondió al comentario de Elena con una libidinosa risa, ahí, entre las piernas de Samantha. A ella le encantaba estar siendo empalada por el culo, ver lo que veía a su alrededor, sentir cómo su clítoris era succionado con tanta intensidad y probar el sabor de cualquier coño o culo que estuviera al alcance de su boca. Pero que de un momento a otro aparecieran seis cuerpos idénticos al original, garantizaba que el momento se convirtiera en la mejor orgía en la cual ella había participado hasta el momento.

Para Arte, su culito abierto ya se sentía muy rico y en el cielo al ser penetrado por un pene que casi iba a reventar de lo inflamada que estaba. Más, cuando sintió que entre su cara y el coño de Samantha se hizo presente una verga idéntica a la que tenía metida en el culo, estuvo alegre de no poder tener una relación tradicional con Rey. Lo que en un principio le había partido el corazón con desilusiones, ahora le era una estupidez, después de todo, como ella no iba a aprovechar las nuevas experiencias que venían incluidas con los poderíos otorgados al chico que amaba. Claro, siempre soñó que cuando fuera mujer todos le tratarían como una. Que ella podría vivir como una mujer. Que saldrían en citas como todas las chicas. Se enamoraría de un chico cortés y de buen corazón. Los dos irían a comer juntos, se verían por unos cuantos meses, se casaría, entregaría en la cama, tendría hijos y viviría una vida plena hasta envejecer. Pero, contemplando el infinito mundo de posibilidades dentro del sexo extremo, de quedar contaminada, manchada y corrompida por el placer adictivo de algo que nunca podría tener en una relación tradicional. ¿Para qué querer conformarse con tan poco teniendo primeramente muchas otras cosas que disfrutar antes de morir?

Mientras recibía hasta el final la enorme verga de Rey, al punto de sentir su propio estómago deformándose, Arte entendía que ya no quería lo que siempre había soñado. No ahora que su mente sabía que tendría la oportunidad de follar sin limitaciones o prejuicios, de ser libre, amar y ser amada con plenitud. La tentación de explorar lo desconocido, ¡ver qué tan lejos se puede llegar en el campo de las fantasías sexuales! No le hacían necesitar una vida normal y tradicional, después de todo, el mundo que conocían había dejado de ser. Llevándose la verga que le pasaba por el frente a la boca, ella chupó gustosa y después con su lengua lamió más de la mitad hasta que esta terminó perdiéndose por el coño de Samantha.

Quienes estaban en la sala de aquella casa bien calientes, empinaban sus colitas lubricadas con tal de ser rellenadas por la respectiva copias de Rey que les tocaba. Ellas sintieron tan rico al ser penetradas simultáneamente que, en cuestión de segundos, sobrepasaron el punto de seguir pensando racionalmente. Arte, rota en gemidos y abriéndose las nalgas, gritó:

—¡Quiero que también me llenes el culo de leche!

Rey, con gemidos y potentes embestidas, se dio cuenta de que no podía darse el lujo de satisfacer las demandas de Arte por mucho que quería. Al menos, no mientras fuera el cuerpo principal. Abriendo las hermosas piernas bien formadas de la chica cuyo coñito virgen recién partido seguía escurriendo semen, él se detuvo para sacar su verga y cederle el lugar a una de sus copias. El intercambio duró tres segundos, cosa que la copia se puso en función de lubricar con sábila entre las nalgas de Arte, para meter su verga con mucha urgencia con tal de que la mencionada no tuviera tiempo de protestar. Ahí, el cuerpo fornido y abarrotado de vigorosidad, se encontró, ante los ojos del original, haciendo que el miembro listo para la batalla diera un latigazo tras otro con el fin de cumplir las demandantes palabras de aquella chica que ansiaba terminar con las entrañas abarrotadas de fluidos seminales.

Los sonidos de aplausos, gritos, gemidos y chasquidos hacían de aquella casa un sitio especial en el que a nadie le daba pena ni miedo entregarse a amar y ser amadas. En cuestión de varios minutos, no solo las entrañas de Arte quedaron invadidas por leche hirviente, sino que las de Samantha, Elena y Juliet también.

Una casa y cinco jóvenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora