Capítulo 17: Jódeme bien adentro

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—Después de que caminaste por la casa en camisón y sin nada puesto debajo, llegaste hasta la sala en donde estábamos todas gritando de placer, ¿no es así? —preguntó Elena dándole con el consolador de su arnés por el culo a Sam sin perder el ritmo.

Aún, después de tanto tiempo, Rey seguía creyendo que follar y hablar al mismo tiempo era una tarea impresionante. No obstante, Arte, dándose con sus dedos con furia sobre su enorme clítoris, se tomó su tiempo para responder:

—Sí, en verdad me daba curiosidad saber lo que estaba sucediendo con ustedes para que gritaran tanto...

—¿Lo que estaba sucediendo? —respondió Elena—. No era que estuviera sucediendo algo en particular. Siempre nos calentamos con drogas antes de tener sexo duro y violento. Ahora que estás aquí y eres parte del grupo... ¿Por qué estás tan indecisa a unírtenos?

—Tal vez porque creo que puede dolerme mucho... — respondió Arte.

—Mmmm, aun así, por mucho que duela, no creo que se compare con todo lo que podrás gozar, —continuó Juliet, hablando de debajo de Samantha—. No considero que una chica tan valiente como tú, esté asustada de una verga. Eres de las posesivas, no es así. ¿Quieres a este macho todo para ti solita? Será que todas las trigueñas de esta casa tienen las mismas tendencias.

Samantha iba a protestar ante el comentario, pero ella ya no era una mojigata que reclamaba y daba razones por las cuales podría ser lo contrario. Simplemente, se quedó callada y reconoció como era su personalidad, puesto a que en un principio ella actuaba de la misma manera. Quería que Rey le eligiera a ella por encima de todo lo que podía disfrutar, pero si amor era mostrar fidelidad incondicional, entonces en donde quedaba el egoísmo de estar condenado a no poder amar a nadie más.

Arte dio un pequeño brinquito en la cama, de alguna manera la pelirroja había dado en el clavo de la conversación y estaba tocando varios puntos sensibles. —No me molesta compartir con ustedes —dijo un tanto nerviosa.

—¿Qué? ¿Acaso estás segura de lo que dices? —la rubia lanzó dos preguntas confirmatorias. —No dejes que los celos te lastimen, debes resistirse. Con el tiempo y las experiencias entenderás que son emociones que puedes dejar ir porque no pueden controlarles.

—Pero... pero quiero que sean ustedes los que tengan la iniciativa. Por alguna razón no puedo decírselo. —respondió Arte tras reunir todo el valor que pudo en ese momento.

—Mnnnn, esa es la mentalidad de una Sissy. Necesitas que los demás te maltraten, abusen de ti para que así tu mente entienda quién es quién manda. Siendo extorsionada toda tu vida para tener sexo se te ha quedado bien dentro, supongo. Cuando te enteraste de que todas en esta casa vimos tus fotos y tus videos siendo abusada, te pusiste contenta, ¿no es así? ¿Estabas esperando a que usáramos ese poder? ¿Que te dijéramos que ahora eras nuestra pequeña puta sucia? —Arte guardó silencio, pero aumentó la velocidad de sus dedos ante las palabras de Elena—. Tienes que aprender tu lugar en esta casa, tienes que entender primero que eres una más. Ya después podremos jugar a lo que quieras que juguemos. Después nos reiremos en tu cara cuando estés siendo humillada, de tu llanto y tus lágrimas. Para serte sincera, yo y las chicas estábamos esperando a que llegaras, pues tenemos muchas mejores ideas para martirizar tu existencia que harán parecer a esos gordos grotescos que solían cogerte el culo, pequeños niños de cuna.

—¿Cómo qué? —preguntó Arte, abriendo aún más sus

piernas y dándose más duro.

Samantha se sintió celosa, por alguna razón el no ser la única con la iniciativa de querer ser gobernada y sometida le hacía poner en duda su función en el grupo.

Una casa y cinco jóvenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora