Día 3 - Reencarnación y Recuerdos

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Día 3, Prompts 1 y 2 - Reencarnación y Recuerdos

¿Qué mejor que poner dos temas relacionados en uno solo?

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I found you

El joven camina con calma disfrutando del viento y los rayos del sol contra su piel mientras lee el libro que le había regalado una amable señora a cambio de haber arreglado el establo de la posada dónde se había quedado hace unos días para descansar de su largo viaje. Normalmente hubiera preferido un buen plato de comida, pues el dinero en su bolsa no alcanzaba para nada más que su estadía allí, pero al ver el intrincado dibujo en la portada cambió de opinión.

El hombre en la portada, un monje de quién se trataba el libro, vestía de blanco y junto a su cabello flotaba en el viento una cinta blanca que el joven conoce muy bien, o cree hacerlo por los fragmentos de memorias que sabe no le pertenecen, al menos no completamente. Es un libro ligero y, para cuando llega a la próxima ciudad dónde haría su parada para conseguir algo de dinero, lo ha terminado sintiendo su corazón apretarse por el trágico final del joven monje.

—Lo siento —dice al aire apretando el libro contra su pecho—, llegue tarde de nuevo —sus ojos se llenan de lágrimas que tercamente se niega a derramar. De nada le sirve llorar por lo que no fue por lo que prefiere concentrarse en su vida ahora y rogarle a los dioses que le dieran la oportunidad de encontrar a su amor nuevamente.

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Se despierta en medio de la noche, como lo ha estado haciendo durante el último año, empapado en sudor y con la respiración acelerada; no es que hubiera tenido una pesadilla, en lo más mínimo, pero ha vuelto a soñar con ese hombre de nuevo y le frustra la sensación de que debe recordar algo importante pero no logra entender el qué. Lo único que puede ver en sus sueños es una túnica negra y roja flotando el viento, así como el cabello negro del hombre envuelto en una cinta tan roja como la sangre, unos hermosos ojos grises y una sonrisa tan brillante como el mismo sol que le deja sin aire.

En sus sueños siempre está junto al hombre, admirándolo, empapándose de su risa que resuena en sus oídos como música, y su voz arrastrada por el viento mientras dice su nombre. Su yo de sus sueños llama al hombre por su nombre también, pero nunca logra escucharlo antes de despertarse.

Pasa una mano por su rostro antes de levantarse sabiendo que es imposible que vuelva a dormir y, de todas formas, no falta mucho para su hora de levantarse. Camina fuera de su habitación hacia la cocina, tan silenciosamente como puede para no despertar a su hermano, acariciando su pecho inconscientemente; la sensación de que algo falta en su vida se hace más pesada cada día.

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El hombre se detiene de golpe mirando un punto por encima de la cabeza de su amigo que se detiene mirándolo con preocupación. No nota como su acompañante agita su mano frente sus ojos o como las personas caminando al otro lado de la calle se le quedan mirando extrañadas.

No sabe qué exactamente le hizo detenerse, bueno sí sabe que es el cartel que está mirando en ese momento, pero no sabe el porqué. Viendo el cartel alzarse por la brisa para luego volver a caer golpeado el muro dónde esta colgando, nota con mejor detalle el rostro de un hombre vestido de blanco, y el hecho de notarlo un poco mejor que hace unos segundos hace que la sensación que siempre lo acompaña de que olvida algo importante regrese con aún más fuerza.

Es una sensación que conoce demasiado bien pues le acompaña desde que tiene uso de razón; es una sensación opresiva en la parte posterior de su mente, como si algo le dijera que debe hacer algo, que debe buscar algo, pero no está muy seguro de qué. Por muchos años trató de decirse que si no puede recordarlo entonces no debe ser importante, pero oh, cuán equivocado ha estado todos esos años de no poder quitarse la sensación de encima y eso sólo lo irrita aún más.

—¡Hey! —finalmente registra la voz de su amigo y parpadea girándose hacia él. Lo mira por un largo segundo antes de dejar escapar una carcajada nerviosa y seguir caminando mientras agita su mano para asegurarle que no es nada, sólo que se detuvo a pensar si había cerrado bien la puerta de su casa.

La sensación le acompañó por el resto del día distrayéndolo de sus obligaciones.

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El hombre camina con rapidez por la calle escribiendo rápidamente en su celular pendiente de las personas a su alrededor para asegurarse de no chocarlas y evitar un contacto físico innecesario. Se le hizo tarde para una reunión, aún no entiende cómo pudo pasarle eso pero la realidad es que ese día la suerte no está a su favor; su auto se había averiado, tardó diez minutos en conseguir que un taxi parara y cuando por fin consiguió uno terminaron en un atasco terrible que sólo lo retrasó veinte minutos más por lo que decidió bajar y caminar ya que estaba más cerca que en un principio.

Su hermano le asegura que no se preocupe, que las personas que lo esperan entienden que se le presentó una complicación, pero eso no lo alivia en lo más mínimo; su hermano tiene buenas intenciones, por supuesto, y lo aprecia mucho. Suspira casi aliviado al ver el edificio al que debe llegar aún más cerca y se detiene listo para cruzar la calle cuando de pronto el sonido de una flauta llama su atención.

No es el sonido en sí, sino la canción que es tocada hábilmente en el instrumento lo que le hace girarse por completo hacia el origen. La melodía agita algo en su mente, el recuerdo de algo que siempre ha estado con él pero que nunca ha podido ubicar de dónde proviene, el recuerdo de la misma melodía que ha resonado en su cabeza durante toda su vida sin que nadie en su familia pueda explicarle como la conoce; el hecho de que alguien más pueda estar tocándola lo trastoca aún más.

Sin darse cuenta su cuerpo es guiado hacia el hombre que toca la música, sus dedos moviéndose rápidamente por la flauta para luego bajar la velocidad en un compás armonioso pero incompleto. Cuando está más cerca del hombre la música se detiene y este agradece a las personas que se detuvieron en su caminar para escucharle y ahora dejan algunas monedas en el estuche para la flauta posado a sus pies; parpadea al sentir que recupera la voluntad de su propio cuerpo y está a punto de girarse recordándose que está increíblemente tarde para su reunión cuando el hombre se gira.

De repente el aire escapa de sus pulmones cuando se encuentra con los ojos grises del hombre, que lo mira igualmente sorprendido. Instintivamente ambos se acercan al otro, tomando una profunda respiración y algo en ellos hace click llenándolos con la sensación de que por fin están frente a lo que faltaba en sus vidas. Al detenerse frente a frente el hombre de la flauta ríe bajo, sus ojos empapados de lágrimas que no puede explicar, y le regala una sonrisa que fácilmente puede competir con el sol.

El hombre deja escapar un suspiro, ignorando la humedad en sus mejillas, y le dedica una sonrisa apenas visible pero que igual calienta el corazón del hombre de la flauta.

Por fin, piensan, sin cuestionar realmente el origen de ese pensamiento, alargando sus manos para tocar la mejilla del contrario, por fin te encontré. 

WangXian Week 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora