- ¡Abuela! ¡Hemos vuelto! -
Kuro gritó a pleno pulmón mientras entraba a la tienda de armas y armaduras que frecuentaba, abriendo la puerta como si fuese un buen soldado espartano. Es decir, referencia a 300.
- ¡Te tengo dicho que no me llames abuela, maldita mocosa! - gritó la dueña tras el mostrador mientras agitaba furiosamente su brazo.
Cuando entré a la tienda solo me limité a saludar tímidamente con la mano. Después de la entrada bestial de Kuro, lo único que quería era destacar lo menos posible. Obviamente yo destaqué más que Kuro. ¿Por qué? Simple. Por el motivo más trivial que existe.
- ¡Mocoso! No puedo creer que sigas con vida. Pensaba que morirías en vuestra misión. - se impresionó la dueña, ahora con una expresión sonriente de felicidad.
- Ni lo menciones. Hubo más de una ocasión que pensé que iba a morir y no encontraba una salida. - respondí inmediatamente. - Nunca había tenido tanto miedo. Hasta creo que ahora tengo cierta claustrofobia. -
- ¡Jajajaja! Definitivamente eres un chaval increíble. ¡Un monstruo! - me felicitó. - No hay muchas personas capaces de sobrevivir a dos misiones, seguidas además, con esta mocosa. Tienes talento. -
- Oye, ¿podrías dejar de hacerme ver como una maldición? - reprochó Kuro cómicamente.
- Y bueno. ¿Qué tal funcionó el equipo que os preparé? ¿Os fue de utilidad? - preguntó, ignorando la queja de Kuro.
Solo con verme se podía ver... No portaba conmigo ni la espada, ni el escudo que tenía anteriormente. El hombro de mi armadura estaba levemente perforado, mientras que el guantelete de la mano con la que sujetaba mi escudo estaba limpiamente cortado a la mitad. Definitivamente era lo que a continuación dijo la dueña...
- Vaya desastre... Sí que lo has pasado difícil. - dijo impresionada.
- Me preguntaba si podías venderme otro escudo y reparar mi armadura. - le pedí mientras sacaba una bolsa llena de monedas. - No quiero que esta vez sea gratis. Siento que abusaría de tu hospitalidad. -
La dueña simplemente se rió. Le pareció gracioso que dijese eso, aunque era realmente lo que sentía. No pude evitar ruborizarme un poco.
- Entonces te tomaré la palabra. Que sepas que espero verte mucho más por aquí, chico. - contestó mientras agarraba las monedas. - Necesito que me dejes la armadura por unas horas. Y el escudo... A mano derecha tienes uno igual al que tenías antes. -
Le di las gracias mientras me dirigía a por el escudo. Y sí, de nuevo era un escudo pequeño de hierro. La verdad es que tener un escudo entre las manos me hacía sentir más seguro. Como si al ponerlo cerca de mí ya automáticamente cumpliese su función de protegerme. Ahí me di cuenta de que no iba a poder deshacerme de los escudos, al menos no fácilmente. Entendí que la lógica que usan los protagonistas en las series de "soy el prota y los escudos no son para mí" no aplicaban en mi persona. Definitivamente no. Al menos si quería seguir con vida y no jugarmela estúpidamente.
- ¿No vas a comprar una espada también? - me preguntó Kuro con curiosidad.
- Bueno... Tengo el kukri que le robé a ese lagarto gigante. Creo que lo utilizaré por ahora hasta que reúna dinero suficiente como para comprar una espada mejor. - le contesté.
- Mmm... Entiendo. Igualmente es algo más corto que la espada que usabas antes, así que tendrás que llevar cuidado con eso. - me advirtió con una sonrisa.
- Lo tendré presente. - reí mientras colocaba el escudo en el mostrador junto al guantelete.
- Muy bien. Solo faltaría el peto de tu armadura y... ¿Queréis algo más? - preguntó la dueña mientras terminaba de contar las monedas.
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Cuando me duermo... ¡¿Aparezco en otro mundo?! / Nemurisekai
Viễn tưởngSin entender nada, Daniel tiene un extraño sueño en mitad de clase en el cual tres gemas de colores muy distintos se presentan frente a él. Tras esto se encuentra con que ahora tiene la capacidad de viajar entre un fantástico mundo medieval y su mun...