Cuando me duermo... ¡¿Aparezco en otro mundo?! / Nemurisekai

Capítulo 28 "Dentro de mis capacidades"

Hacía tiempo que había escuchado sobre los calabozos medievales que se encontraban en las catacumbas de los castillos por allá en la antigüedad. Mentiría si dijese que nunca me había sentido curioso sobre cómo se veían y si eran lugares tan horribles como se describían en los viejos libros de historia. Por otra parte, varios miles de juegos, tanto de mesa como de consola y ordenador, trataban las mismas como partes importantes de su jugabilidad e historias. En definitiva: estaba realmente ansioso de acceder a unos calabozos reales.

-Bien, dentro de poco llegaremos. Su celda está separada de la de los otros bandidos que hemos atrapado, por lo que se encuentra bien. -me informó mientras bajábamos las eternas escaleras que nos llevarían hasta nuestro destino.

-Me alegra saberlo. -musité, ocultando mi nerviosismo.

-Que seas capaz de entrar es exclusivamente porque estás conmigo, así que no toques nada y haz todo lo que yo te diga, ¿de acuerdo? -ordenó con severidad, a lo que yo simplemente tragué saliva y asentí afirmativamente.

Continuamos caminando durante un rato después de las escaleras, iluminados por la tenue luz de las velas que había en las paredes y el techo de los pasillos hechos de roca. Al igual que en las representaciones históricas, estos calabozos también tenían algunas grietas aquí y allá como muestra del implacable paso del tiempo. ¿Cuánto llevaría construido ese lugar? El crepitar de las débiles llamas que alumbraban el lugar lo hacían parecer todavía más inhóspito aún si cabe. Siendo lo que era, una prisión, era lo suyo, pero no me hacía demasiada gracia que Allen estuviese ahí encerrado. Definitivamente no era lugar para un niño, aunque el mismo fuese un ladrón. Paso a paso fuimos más y más al interior de aquel lugar, observando de reojo a los delincuentes tras las rejas. Algunos estaban simplemente acostados, sin nada mejor que hacer que mirar el techo. Otros dormidos. Uno que otro de vez en cuando lanzaba miradas desafiantes contra mí, pero desistían una vez veían a quién estaba acompañando. No era una sensación especialmente agradable, pero al tener algo entre medio que nos separaba inexpugnablemente me podía dar el lujo de sentirme tranquilo. Tras tantas malas experiencias, no me terminaba de fiar de nada. ¿Y si una puerta se rompía y tenía que actuar sin demora? No podía bajar mi guardia, aunque quisiese.

-¿Tienes claro lo que vas a decirle? -preguntó con tono monótono, sin dejar de mirar al frente.

-Algo tengo, pero no sé si funcionará. -confesé sin mucho ánimo.

-Intentemos sacarle la información para acabar con este problema sin que nadie más salga herido. No quiero que los guardias intenten torturar a un pequeño niño cuando no están siendo supervisados. No sería el primer caso, por desgracia.

-Entiendo. Veré lo que puedo hacer. -musité.

Ciertamente habían vuelto a poner un gran peso sobre mis hombros sin yo pedirlo. ¡Genial! Aunque esta vez no me quedaba de otra. Ese niño estaba ahí por mí. Y yo podía ayudarlo. No podía negarme. No esta vez. Inspiré profundo... Y exhalé. Intenté relajarme un poco para no trabarme si hablar. Aún siendo un niño, toda la situación que había detrás era tensa.

-Aquí está. -anunció Rizz abriendo la puerta su celda. -De ser posible trata de no tardar demasiado. No podemos estar mucho tiempo aquí.

Asentí afirmativamente. Después de entrar Rizz cerró nuevamente la celda, dejándome junto al recluido niño. Buscándolo con la mirada lo encontré sentado en una esquina, con apenas una vela alumbrándole. Sus ojos se clavaban en mí con intensidad, como un pequeño gato asustado preparándose para atacar a su depredador. Solté un suspiro antes de comenzar una conversación y...

-Hey, por casualidad... ¿Me recuerdas? -pregunté acercándome lentamente.

Allen no contesto. No hizo ni un gesto. Simplemente se mantuvo viéndome acercarme, alerta.