2 Semanas

Capítulo III

Día 3: Las entregas

La mañana llegó serena, Orihime aún afligida por la suma tan importante de dinero que había gastado en un capricho de su amigo ojiverde, fue a la cocina sin encontrar al susodicho, fue a su habitación pero tampoco lo encontró. Quizá había salido para despejarse, entonces entró al baño, estaba muy deprimida, sólo quería refrescarse un poco, no se dio cuenta de que era Ulquiorra el que estaba en la regadera, la chica despistada se estaba empezando a desvestir, cuando el pelinegro salió, ella lo vio desnudo, se puso roja como una cereza, se giro apenas con ropa interior, se cubría el rostro con las manos avergonzada por haber entrado al baño sin tocar, olvidó que el arrancar se alojaba en su departamento.

- ¿Qué haces aquí mujer? - preguntó el espada

- ¡Ha, ha, ha!, lo... lo lamento mucho... olvide... olvide que... que podía estar aquí... - dijo en voz alta tartamudeando

El hollow se río un poco, la miró de arriba a bajó, era la primera vez que la veía semidesnuda, por su cabeza no pasó un solo pensamiento, simplemente estiró su mano y la colocó sobre su hombro, ella tembló al sentir las puntas de sus dedos en su piel, entonces giro un poco su cabeza para mirar al espada.

- Sal de... - se detuvo el ojiverde, no pudo pronunciar la palabra "aquí"

- Dejame salir a vestirme y entra tú a bañarte, deberías saber que no te tocaré... - nuevamente se detuvo, si era muy técnico en ese momento lo estaba haciendo

La abrumada chica estiró su mano tomó una toalla, camino un paso, se dio la media vuelta, con los ojos cerrados le estiró la toalla.

- Ta... tapese primero... primero... me meto a bañar y usted se va a vestir a su... su habitación... - le exigió sin mirar al arrancar

Nuevamente soltó una leve risa Ciffer, sujeto el manto se lo ató a la cintura, camino junto a ella, quien en todo momento evadió su mirada, entonces antes de salir le dijo algo curioso.

- Mujer no deberías de apenarte por mí culpa, porque tienes una figura muy hermosa - cerró la puerta detrás de sí dejándola anonadada

Por alguna razón se sintió desesperada por saber si lo que había dicho era sincero, después de lo sucedido en los últimos meses su autoestima estaba muy decaída, pero escuchar esas palabras de alguien tan guapo y frío era como encontrar un oasis en el desierto de su tristeza. Abrió la puerta solo asomó su cabeza y grito al hombre que se disponía a entrar a su habitación, con su efigie inalterable.

- ¿Es cierto lo que dijo?, ¿en verdad piensa eso? - preguntó sonrojada la pelirroja

- Mujer no lo hubiera dicho sino fuera capaz de verlo, tienes una bella silueta, no deberías de esconder lo bueno de ti - contestó el pelinegro reflexionando, no hablaba sólo de su cuerpo sino de su corazón, pero no iba a decirlo abiertamente

Ambos se miraron por un instante, igual que en la ocasión en la que murió Ulquiorra, era un lazo muy peculiar el que unía a los dos, entonces reaccionó Inoue y regresó al baño, se metió a la regadera, no entendía que pasaba, ¿qué sentía por él?, el ojiverde se metió a la habitación para ponerse finalmente su traje. Salió y empezó a preparar el desayuno igual que el día anterior, está vez sirvió huevos benedictinos, todo un platillo gourmet, la pelirroja terminó de bañarse, se vistió el vestido más brillante que tenía, entonces finalmente fue al comedor.