Capítulo VII

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Día 7: En el teatro

Los pájaros cantaban, la luz del sol dejaba ver sus primeros rayos, una sensación cálida sobre su rostro y un dulce aroma a pan tostado la hizo despertar, al abrir los ojos vio algo borroso una mano que delicadamente acariciaba su mejilla, entonces se sobre salto un poco.

- ¿¡Joven Ulquiorra!? - dijo la mujer algo adormilada

- Ya es tarde, tengo planes para hoy date prisa - dijo solemne el caballero

- ¿Porqué ha venido a despertarme? - preguntó curiosa la chica

- Ya te lo dije es tarde, ve a bañarte y vestirte, el desayuno está listo - recalcó el espada

- Podía llamarme desde la puerta... - resaltó la intromisión la pelirroja

- No me gusta gritar - explicó con brevedad el ojiverde

- Voy enseguida - dijo la mujer para que el pelinegro saliera de la habitación

No se fue sino que redirigio su atención a su guardarropa, ella lo miró apenada, entonces el espada sacó un largo y elegante vestido, así como un pequeño conjunto de lencería.

- ¿Qué esperas?, ve a bañarte, quiero que vistas esto, si tardas me iré solo - amenazó el arrancar, sonrojada salió casi corriendo, apresurada se baño, entró a su habitación y se topó con la sorpresa de que el hollow seguía ahí

- Tienes unos minutos, el desayuno se enfría - dijo sentado en la cama el ojiverde

- ¡Salga por favor!, ¡dejé que me cambie! - dijo sonrojada la mujer envuelta en una toalla

Río un poco el espada, se levantó, camino hacia la puerta, abrió.

- La que me dio el primer beso fuiste tú - le comentó a la chica antes de salir

Era una invitación abierta a lo que ella quisiera, incluso a una relación íntima, recalcando que la más motivada por el deseo de su cuerpo era la de ojos grises. El elegante caballero a fino cada detalle en la mesa, la gentil dama se sentó junto a el pelinegro, estaba apenada pero no intimidada, pese a que el espacio personal entre ambos se reducía un poco más cada día, no sentía que Ulquiorra fuera a ceder ante la lujuria a menos que ella le diera pie, era tan educado que no le faltaría al respeto.

El desayuno fue una comida amena y llena de coqueteo por parte de la chica que se aprovechaba de la solemnidad del arrancar para darle bocados en la boca, incluso limpiar de migajas sus labios negros; un poco más relajado el espada le pidió que emprendieran el rumbo al evento, el viaje en tren siempre era seguro con el cuidado del ojiverde, aún a una región tan lejana de Japón.

Pará sorpresa de Inoue el plan era ir a un festival tradicional japonés que presentó en un brillante escenario una obra de teatro kabuki, fascinó a la pelirroja, para Ciffer sencillamente era interesante, muy pocas veces la adolescente había disfrutado de un evento cultural folclórico tan encantador, estaba tan emocionada como una niña de 5 años ante las increíbles actuaciones de los artistas.

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