TodoBaku Month 2020 [en edición]

Día 09 | Fantasía AU

❝Day 09; fantasy AU | distance❞

Se suponía que Todoroki era un chico privilegiado, hijo del segundo héroe más poderoso, pero él no se sentía así. No solo había tenido una infancia horrible por culpa de su progenitor, sino que encima poseía una maldición que lo atormentaba día y noche. Muchos lo describirían como un don, pero para él no lo era. Tener la capacidad de ver y hablar con espíritus era lo peor que le había podido pasar en su miserable vida.

Al principio no entendía por qué podía ver personas que los demás no, como cuando la anciana que vivía en frente de su casa murió de un ataque al corazón, pero él seguía saludándola cada mañana como de costumbre. O como cuando su profesor fue asesinado pero él seguía viéndolo en clases cada día.

Eran pocas las personas que le creían, únicamente sus hermanos y su madre. Nadie le encontraba una explicación racional porque su quirk no podía ser, él ya tenía uno, dual encima. Tampoco se lo contaba a nadie, no es como si tuviera muchos amigos de todos modos.

Pero después de vivir casi toda su vida lidiando con espíritus, había aprendido a manejarlos. Fácil y sencillo: ignorándolos. Si fingía que no los veía le dejarían en paz, ya que por alguna extraña razón todos le pedían ayuda y se convertía en algo muy agobiante. Además, ¿cuál sería la reacción de la gente si lo vieran hablando solo? Lo mandarían a un psiquiátrico de cabeza.

Todo seguiría genial si no fuera porque llevaba una semana con un fantasma enganchado todo el día. No lo dejaba ni para cagar y era horrible. Se negaba a mirarlo siquiera, tratando muy fuertemente de seguir con su rutina de ignorarlos, pero le era imposible con ese.

–¡Bastardo mitad-mitad, estaré muerto pero no soy estúpido, sé que puedes verme! –le gritó caminando a su lado, volviendo del supermercado.

Todoroki actuaba como si estuviese solo, porque para los demás así era, pero por dentro empezaba a tener migraña con todo el griterío que soltaba aquel chico.

Al llegar a su casa vació las bolsas en silencio, aún escuchando las quejas del otro. Se dirigió a su habitación dispuesto a hacer los deberes pero le era imposible concentrarse.

Finalmente se giró enfadado, encarando por primera vez en siete días a aquel maldito estúpido que lo atormentaba con tantas ganas.

–¿Qué demonios quieres? –sonaba enfadado aún con su usual tono de voz.

Aquel chico, rubio por lo que pudo ver, suspiró de alivio, aunque seguía con una amarga expresión en su cara.

–Hasta que te dignas a hablarme. Joder, pensé que envejecería incluso siendo un puto fantasma.

El bicolor lo miraba serio. Observó su aspecto, viendo como estaba lleno de moratones y tenía lo que parecía ser sangre en la cabeza. No iba a preguntar, tampoco le interesaba.