Sonrisa Emocionada entra en nuestra cabaña asegurándose de que la oímos acercarse mientras canta una canción que acompaña de continuos —e irritantes— pitidos del silbato. Le pongo la más falsa de mis sonrisas, que no pretendo ocultar.
—Es hora de cenar, chicos —nos dice mostrándonos sus impecables dientes blancos—. Los veo en el comedor.
Sin más, vuelve a salir por donde ha llegado y se dirige a la siguiente cabaña para dar el mismo aviso a los demás. Me levanto de la cama y salgo detrás de los chicos, a los que sigo en silencio porque realmente no tengo ni idea de dónde está el comedor: en el tiempo libre que hemos tenido desde que llegamos hasta ahora me he quedado tumbado en la cama con mi libro. Ahora pienso que quizás no me habría venido mal investigar un poco el campamento, pero bueno, qué le voy a hacer.
No hablo con ninguno de mis compañeros de habitación durante el camino, aunque Niall me mira de vez en cuando esbozando una sonrisa. Como ya he dicho, no me siento cómodo en este tipo de situaciones; ya sea porque nunca sé que decir cuando alguien intenta conversar conmigo porque no me gusta hablar de mí o porque no sé identificar si la persona está siendo sincera conmigo o solo habla por cortesía. Para que me entre la ansiedad ante sus hipocresías o mis inseguridades, prefiero mantener la boca cerrada. Todos salimos ganando.
Llegamos al comedor —menos mal que he venido junto a los demás, porque sin duda no lo habría encontrado por mi cuenta— y cruzamos las grandes puertas que llevan adentro. Hay muchas mesas distribuidas por toda la sala. Yo, por supuesto, me siento en una de las que están más alejadas de la multitud. La elijo porque no hay nadie más allí, pero en seguida empieza a llegar gente que se sienta a mi alrededor.
Me quedo en mi sitio, esperando a que alguien
diga que podemos empezar a servirnos el bufet de ensaladas que hay en la parte delantera del comedor.—¿Vieron quién ha vuelto este año? —pregunta la chica que está sentada a mi lado, que en este momento se pinta los labios de un color más rojo que la sangre. ¿En serio? ¿Para la hora de cenar?
No me giro para unirme a la conversación, pero tampoco desconecto totalmente. Al fin y al cabo, no tengo nada mejor que hacer mientras espero. El chico que está sentado enfrente asiente enérgicamente con los ojos muy abiertos.
—Está conmigo en la cabaña —comenta.
De acuerdo, gracias a ese último comentario sé que están hablando de un chico.
—Habría jurado que no volvería después de lo que ocurrió el año pasado —una chica que acaba de llegar se une a la conversación—. No sé cómo ha conseguido que le hayan readmitido en el campamento. A cualquier persona que se acostara con una de las monitoras la habrían expulsado sin dudar.
¿Qué? ¿Alguien se acostó con una de las monitoras el año pasado? No es que me importe mucho, pero joder...
—Vamos, Kim, todos sabemos que él no es cualquier persona —contesta la chica del pintalabios—. Estamos hablando de Harry Styles, el chico que ha estado con todas las chicas y chicos de California y, aún así, la vida sigue sonriéndole.
—¿Pero cómo es posible que le hayan dejado volver? —insiste la tal Kim.
—He oído que su padre es un abogado muy importante en el condado, se ve que tiene muchos contactos y personas que pueden hacer desaparecer cualquier caso como si nunca hubiera ocurrido. Su aventura con la monitora no iba a ser a menos.
Pongo los ojos en blanco y niego levemente con la cabeza. Que haya gente que salga impune de algo así solo porque un familiar puede salvarles el culo gracias a su influencia me pone de los nervios.
—Miren, ahí viene... —susurra el chico haciendo un movimiento con la cabeza para señalar hacia la puerta, que acaba de abrirse.
No puedo evitar dirigir mi mirada hacia la puerta, al igual que todos los de mi mesa y, para qué mentir, muchos de los que están en el comedor. Con un aire despreocupado y de superioridad, veo al supuesto Harry Styles entrar a la sala rodeado de su grupito de amigos. No me sorprende ni lo más mínimo descubrir que el chico del que estaban hablando en mi mesa sea el mismo al que he visto bajar del autobús hace apenas unas horas y que tanto me ha llamado la atención antes. Si entonces he pensado que tenía pinta
de pretencioso, ahora le añado los adjetivos chulo, arrogante y creído. Se adentra en el comedor como si todos fueran a apartarse de su camino conforme anda, y lo peor es que, de hecho, eso mismo es lo que pasa.Las chicas se le quedan mirando con una sonrisa tonta en el rostro que yo mismo les borraría de un buen susto (si tuviera el valor suficiente como para acercarme hasta ellas y gritarles, claro). Algunas le saludan con una risita y él asiente en su dirección con un breve movimiento de cabeza y esa sonrisa suya.
Esa maldita media sonrisa que, al igual que la primera vez, no me deja apartar la vista de él.
Harry se acerca hasta una de las pocas mesas que quedan vacías y apoya sus manos sobre la superficie para sentarse en el banco. Mientras se está acomodando, sus ojos aterrizan sobre mí y clava su mirada sobre la mía durante lo que parecen 84 años. En realidad, han sido unos escasos tres segundos, pero han sido suficientes como para que me haya lanzado una media sonrisa y mis mejillas hayan empezado a arder de forma incontrolada. Lo que decía, tres segundos que parecen 84 años.
Si pretende que le devuelva la sonrisa como todas las chicas huecas de este sitio, la lleva clara. Mantengo el contacto visual todo lo que puedo sin siquiera mover un músculo, hasta que veo cómo entorna mínimamente los ojos y vuelve a centrarse en la conversación que están manteniendo sus amigos. Lo cierto es que, si llega a esperarse un segundo más, habría sido yo el primero en apartar la vista.
Aprieto los labios y me arreglo el cabello, dejando pasar este pequeño incidente, si es que se puede llamar así. Harry puede tener a todo el mundo bebiendo los vientos por él, pero está muy equivocado si piensa que su jueguecito de niño con la sonrisa encantadora va a funcionar conmigo. Que le sonría a otro.
Uno de los monitores anuncia que ya podemos levantarnos a buscar la ensalada, y que uno de cada mesa deberá pasar por la ventanilla de la cocina para recoger la bandeja con la comida para el centro. Miro a los demás y uno de ellos se ofrece para ir por la comida, así que yo me levanto hacia el bufet de ensaladas a servirme la mía.
Ya estoy volviendo a mi sitio con mi plato lleno hasta arriba de lechuga, tomate, maíz, atún, pepino y una salsa extraña de color rosado que he decidido probar cuando ocurre la catástrofe. Alguien que no mira por dónde va se choca contra mí y vuelca todo el plato sobre mi cuello y mi camiseta, manchándome de la peor de las maneras. Y con alguien me refiero a nada menos que Harry Styles. Y sí, para mí es una catástrofe porque no solo estoy completamente bañado en salsa rosa, sino que prácticamente todos los pares de ojos en el comedor están centrados en mí ahora mismo. Oigo murmullos a mi alrededor y pequeños gritos ahogados.
Harry me mira un poco sorprendido por el impacto, pero en seguida suelta una de esas risas suyas con las que se piensa que puede acabar con la pobreza en el mundo.
—No te he visto —me dice al instante, despreocupado—. ¿Estás bien?
¿Eso es todo lo que me va a decir? ¿Ni una disculpa? Me miro las manos —ahora vacías, ya que el plato y todo su contenido están bien esparcidos por el suelo— y lo vuelvo a mirar a él. Los susurros de la gente se convierten en risitas que me empiezan a taladrar la cabeza, así que cierro los ojos con fuerza para intentar hacerlas desaparecer, sin éxito. Vuelvo a abrirlos y compruebo que Harry sigue parado delante de mí, pero ahora con una expresión divertida en el rostro. Por supuesto, se está riendo de mí, igual que los demás.
Siento cómo me invade la ansiedad y me cuesta respirar, y sé que tengo que salir de aquí cuanto antes si no quiero que todo el campamento me vea llorar. Sin siquiera contestarle (no es que eso me preocupe mucho, la verdad), me doy la vuelta y camino decidido hasta la puerta del comedor. Consigo salir de ahí sin derramar una sola lágrima, pero, nada más oigo cerrarse la puerta tras de mí, las primeras gotas empiezan a brotar de mis ojos. Me tapo la cara y me alejo por el camino que lleva a las cabañas. Sin embargo, no llego hasta allí, ya que, al igual que a la ida, no tengo ni idea de cuál es el camino de vuelta.
Estupendo. Estoy perdido.
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this is our summer | larry stylinson
RomanceLouis, un chico introvertido, inteligente, torpe y con ansiedad ante las situaciones sociales e interactivas. También es bastante testarudo. Harry, un chico encantador, abierto, sonriente, pero no con la mejor reputación. Muchos chicos y chicas es...